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Ana

Llevaba semanas recuperándome en casa, y aunque cada día había sido una pequeña victoria, el proceso seguía siendo desafiante. Mis muletas se habían convertido en una extensión de mí misma, y la idea de caminar sin ellas me resultaba aterradora. Sabía que tenía que superar este miedo, pero me costaba mucho trabajo hacerlo. La frustración era palpable, y mi paciencia estaba empezando a agotarse. Jana había estado a mi lado todo este tiempo, brindándome su apoyo incondicional, pero notaba que su paciencia se estaba desgastando.

Ese día en particular, me sentía especialmente abatida. Estaba en el sofá, sintiéndome atrapada entre el confort de la seguridad de mis muletas y el anhelo de moverme con mayor libertad. Mi estado de ánimo estaba en un punto bajo, y mi preocupación por la situación de Jana solo empeoraba mi estado emocional. La vi levantarse de manera abrupta y con una expresión de frustración en su rostro. Sin decir nada, comenzó a caminar con paso decidido hacia la cocina.

Me sorprendió su comportamiento. Era evidente que algo la molestaba, pero en lugar de enfrentarme a ello directamente, parecía que se alejaba aún más. Me levanté lentamente, sintiendo el temblor en mis piernas mientras intentaba seguirla.

-¿Jana, qué pasa?-le pregunté, mi voz cargada de preocupación. La distancia entre nosotras se ampliaba a medida que avanzaba hacia la cocina, y me sentía cada vez más ansiosa por no entender lo que estaba pasando.

Jana continuó su camino sin responderme. La veía alejarse con una determinación que no había visto antes, y yo me encontraba en una especie de trance emocional, preocupada por su bienestar. No me di cuenta de que mis muletas habían quedado solas en el sofá, y mi mente estaba tan concentrada en entender qué le pasaba a Jana que no presté atención a mis propios movimientos. Cada paso que daba estaba enfocado en alcanzarla, en asegurarme de que estaba bien.

El pasillo se me hizo interminable. Sentía mis piernas temblando bajo el peso de la incertidumbre, y cada paso se sentía más difícil que el anterior. Mi respiración se volvió más entrecortada, no solo por el esfuerzo físico, sino también por la ansiedad que sentía al ver a Jana alejarse. El hecho de que ella no respondiera a mis preguntas solo aumentaba mi preocupación. Estaba tan concentrada en seguirla y en entender su malestar que ni siquiera noté que mis muletas ya no estaban en la ecuación.

Finalmente, llegamos a la cocina. Jana se detuvo frente a mí y, al girarse para mirarme, su rostro se iluminó con una sonrisa que me sorprendió. Fue en ese momento que, al levantar la vista, me di cuenta de lo que había logrado.

-Lo has hecho-Dijo Jana con una sonrisa orgullosa.

Miré hacia abajo y, para mi sorpresa, vi que había caminado al menos diez pasos sin las muletas. La realización de que había hecho eso sin darme cuenta me golpeó con una oleada de emociones.

Jana me miró con una expresión de orgullo, sus ojos reflejaban una mezcla de satisfacción y ternura.

-Lo has hecho muy bien, Ana- dijo con calidez en su voz.-A veces, solo necesitamos un empujón para darnos cuenta de lo que somos capaces de hacer.

Sus palabras me hicieron sentir una profunda gratitud. El hecho de haber caminado sin muletas, aunque no me había dado cuenta de inmediato, fue un alivio y una revelación. Sentí cómo una nueva ola de confianza me invadía. No solo había logrado dar esos pasos, sino que también había enfrentado un miedo que me había estado paralizando.

Me acerqué a Jana, mi corazón latía con fuerza por la mezcla de emociones. La abracé con fuerza, tratando de transmitirle cuánto significaba su apoyo para mí.

-Gracias-dije, mi voz temblando mientras la abrazaba. -No sabía si podía hacerlo, pero ahora me siento mucho más segura. No solo por el hecho de caminar, sino porque sé que estás aquí para apoyarme.

Jana me abrazó con ternura, y pude sentir cómo el peso de la incertidumbre se aliviaba. La tarde pasó en un ambiente más ligero y esperanzador. Mostré una nueva disposición para practicar sin muletas, y Jana estuvo allí para apoyarme en cada paso, tanto físico como emocional.

El pequeño triunfo de ese día fue más que un simple logro físico. Fue una prueba de que, con amor y apoyo, cualquier obstáculo puede ser superado. A pesar de los desafíos que aún quedaban, me sentí renovada y lista para enfrentar lo que estaba por venir. La recuperación no sería fácil, pero momentos como este me dieron la certeza de que, con paciencia y el apoyo mutuo, estábamos en el camino correcto hacia un futuro más prometedor.

Esa misma tarde, después de nuestro pequeño triunfo en casa, decidí ir al hospital para mi chequeo rutinario. El día había estado lleno de emociones, y la sensación de haber dado esos pasos sin muletas me había dado una renovada confianza. A pesar de estar cansada, estaba ansiosa por saber cómo había avanzado mi recuperación y qué me esperaba en el siguiente paso.

Cuando llegué al hospital, me dirigí a la sala de espera y, después de un tiempo de espera que parecía interminable, fui llamada a la consulta. El médico realizó una serie de pruebas y revisiones, y mientras lo hacía, no pude evitar sentir una mezcla de ansiedad y esperanza. Las semanas de incertidumbre y lucha parecían culminar en este momento decisivo.

Finalmente, el médico me miró con una sonrisa y me dijo que todo estaba bien. La recuperación había sido excelente y que tenía el alta definitiva. La noticia me llenó de una inmensa alegría. Sabía que aún tendría que seguir trabajando en mi fortaleza y movilidad, pero el hecho de que mi alta ya fuera una realidad era un alivio enorme.

Con una sonrisa en el rostro y un sentimiento de gratitud, decidí que antes de irme, quería despedirme de Laura. Había sido una parte fundamental de mi recuperación, y sentía que debía agradecerle por todo el apoyo y cuidado que me había brindado durante este tiempo.

Caminé con las muletas hacia la sala de enfermería donde Laura estaba trabajando. Cuando entré, Laura levantó la vista y su expresión cambió a una mezcla de sorpresa y calidez.

-¡Ana!-exclamó, acercándose a mí con una sonrisa sincera.-Qué alegría verte. ¿Cómo va todo?

-Genial- respondí, con una sonrisa que apenas podía contener.-Estoy aquí para decirte que tengo el alta definitiva, todo ha salido perfecto. Quería agradecerte de corazón por todo lo que has hecho por mí durante mi recuperación. No sé cómo habría pasado estos días sin tu apoyo.

Laura me miró con una expresión de afecto y entendimiento.

-No tienes que agradecerme nada- dijo con ternura.-En mi trabajo, estos momentos son los mejores que puedo tener. Ver a mis pacientes recuperarse y salir adelante es lo que hace que todo el esfuerzo valga la pena.

-Pero, Laura, realmente has sido increíble. Tus palabras de aliento, tu paciencia y tu cuidado han sido fundamentales para mi recuperación-le dije, sintiendo una oleada de gratitud. -No solo como enfermera, sino también como amiga, has estado a mi lado en los momentos más difíciles.

Laura sonrió, y sus ojos reflejaban un brillo de satisfacción.

-Es un honor haber podido ayudarte. Y aunque es difícil decir adiós, saber que te vas bien y que estás lista para seguir adelante es la mejor noticia que puedo recibir-Diji con una gran sonrisa.

Nos abrazamos, y el gesto estuvo lleno de sinceridad. Sentí cómo la calidez de su abrazo me envolvía, y comprendí lo mucho que había significado su apoyo durante este tiempo. Nos despedimos con promesas de mantenernos en contacto, y me sentí aliviada al dejar el hospital con una sensación de cierre y esperanza.

Al salir del hospital, me dirigí a casa con una renovada perspectiva. La noticia del alta definitiva y la despedida de Laura me habían dejado con una sensación de logro y gratitud. Estaba lista para enfrentar el siguiente capítulo de mi vida, sabiendo que, a pesar de los desafíos que aún pudieran venir, contaba con el apoyo de quienes me rodeaban y con una fortaleza que había aprendido a descubrir en mí misma.
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Aviso que en el siguiente capítulo se viene salto en el tiempo de los grandes

Gran jugada de Jana para hacer que Ana caminase

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora