LXXVIII

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La mañana llegó sin que yo me diera cuenta, el sol filtrándose a través de las cortinas, despertándome con su luz suave. Sentí el calor de las sábanas y el cuerpo agotado de Jana, aún acurrucado junto al mío. El recuerdo de la noche anterior, llena de pasión y amor, estaba fresco en mi mente, pero mi cuerpo parecía haber sido arrastrado a través de una tormenta. Cada músculo, cada articulación, se resistía a moverse.

Me giré hacia Jana, buscando la calidez de su cuerpo, y la encontré igualmente exhausta, sus ojos aún cerrados y su respiración lenta y regular. La comodidad de nuestra posición era abrumadora, y en ese instante, la idea de salir de la cama parecía casi imposible. Todo en nuestra habitación estaba en desorden: sábanas revueltas, ropa esparcida por el suelo, y el desecho de la noche anterior aún presente en el aire.

El silencio de la mañana era un consuelo, un pequeño refugio de paz después de una noche de intensidad y emoción. Pero de repente, el tranquilo silencio se vio interrumpido por un ruido inconfundible: el sonido de pequeños pasos que se acercaban rápidamente. Abrí los ojos lentamente, tratando de identificar la fuente de la interrupción, cuando vi a nuestra pequeña Gemma, nuestra hija de dos años, que irrumpía en la habitación con una energía desbordante.

Sus risas llenaban el espacio mientras subía a la cama con una agilidad propia de su edad. Sus ojitos brillaban con una mezcla de curiosidad y alegría, y su pequeño cuerpo parecía estar en movimiento constante, como si estuviera hecha de pura energía. La vi saltar de un lado a otro, aplaudiendo y gritando emocionada,

-Mamis es hora de despertarse-Dijo eufórica sentabdose en mis caderas por encima de la sábana.

A pesar de que mi cuerpo parecía estar hecho de plomo, la energía contagiosa de Gemma me arrancó una sonrisa. Me volví hacia Jana, esperando encontrar en su rostro la misma mezcla de cansancio y felicidad. Y así era. Nos miramos, nuestras sonrisas comenzando a iluminarse, la exhausta calma reemplazada por una renovada ternura. Gemma estaba ahí, con su alegría desbordante, llenando la habitación de una vitalidad que nos hizo olvidar el agotamiento de la noche.

Intentamos levantarnos, nuestras fuerzas regresando lentamente mientras nos hacíamos un esfuerzo por responder a la demanda de Gemma. Sus pequeños brazos rodearon nuestros cuellos, y la risa de Jana se unió a la de nuestra hija, creando una armonía de felicidad y amor que nos envolvía.

Sabíamos que el día nos esperaba con sus propias exigencias, pero en ese momento, todo parecía secundario frente a la pura alegría que Gemma nos ofrecía. Con cada risa y caricia, el cansancio de la noche anterior se desvanecía, reemplazado por un nuevo tipo de energía, una que solo el amor de una hija puede traer. A medida que nos levantábamos y comenzábamos a preparar el desayuno, la presencia de Gemma nos recordaba que cada día trae consigo nuevas razones para sonreír y que el amor, en todas sus formas, siempre encuentra la manera de iluminar nuestras vidas.

Gemma había logrado lo imposible: que me levantara de la cama y me preparara para el nuevo día. Me dirigí a la cocina, esperando encontrar un poco de calma antes de comenzar la rutina diaria, pero al llegar me encontré con una escena inesperada.

Jan ya estaba allí, preparando el desayuno con la habilidad y el desinterés característico de quien ha tomado esta tarea como algo cotidiano. Al verme entrar, se giró con una sonrisa juguetona en su rostro.

-Buenos días, ¿Que tal todo? ¿Te lo pasaste bien anoche?- preguntó con un tono que combinaba diversión y picardía.

No pude evitar sonreír al oír la pregunta. Me acerqué a él y le di una suave colleja bromeando.

-Déjame en paz-Dije riendo.

-¿todo salió bien con la pedida? ¿Fue como esperabas?-Preguntó ahora con un tono más serio.

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora