LXII

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Ana

Llevaba una semana alimentándome de esos platos insípidos y, sinceramente, ya no podía más. La comida del hospital, con sus colores apagados y texturas cuestionables, se había convertido en una tortura diaria.

Hoy, cuando Laura entró a la habitación para revisar mi estado y hacer su habitual ronda de preguntas, decidí que era el momento de pedirle un pequeño favor. Mientras ella ajustaba mi almohada y comprobaba mi monitor, decidí atreverme a preguntar algo.

—Laura —dije, tratando de sonar lo más casual posible—, ¿Me traes algo de la máquina? Llevo una semana con esta comida horrible y no aguanto más, y cada vez que veo a Jana o a mi hermano con alguna chocolatina me dan ganas de arrancarsela de la mano.

Laura levantó una ceja y me miró con una mezcla de sorpresa y diversión. Siempre había tenido un sentido del humor bastante agudo, algo que apreciaba mucho en medio de toda la seriedad del hospital.

—Hmm, eso depende de cómo te vea con la sesión de fisioterapia de hoy —respondió con una sonrisa—. Si te veo bien hoy, podrías considerar que el chocolate está en juego.

Reí ante su respuesta. Era justo el tipo de humor que necesitaba para levantar el ánimo. Laura tenía una manera de hacer que las cosas parecieran un poco más llevaderas, incluso en las circunstancias más duras.

—Eso es chantaje—dije riendo.

-Eso es un truco para que no parezcas un alma en pena en las sesiones de fisio-Contestó divertida.

-Si el chocolate está en juego lo haré mejor que nunca-Dije siguiéndole el rollo.

Laura se rió suavemente y asintió con complicidad. Apreciaba cómo, a pesar de las circunstancias, ella encontraba maneras de hacerme sentir un poco más normal. Las sesiones de fisioterapia eran duras, pero su actitud me ayudaba a enfrentarlas con una sonrisa.

Mientras ella se preparaba para la sesión de fisioterapia, me sentí aliviada de tener ese momento de ligereza. La comida del hospital seguía siendo una tortura, pero el simple hecho de compartir una risa con Laura y saber que podía contar con pequeños incentivos me daba fuerzas para seguir adelante. A veces, esos pequeños gestos de humanidad eran lo que más necesitaba para sobrellevar los días en el hospital.

La sesión de fisioterapia de ese día comenzó como de costumbre, pero había algo diferente en el ambiente. Laura se acercó a mí con una sonrisa como de costumbre sabía que mi ánimo estaba por los suelos, y su trabajo no solo consistía en guiarme a través de los ejercicios, sino también en mantenerme tranquila y distraída de las posibles frustraciones.

—¿Lista para la sesión de hoy? —dijo Laura mientras ajustaba la camilla y preparaba el equipo.

—Intentaré estarlo —respondí con un suspiro, intentando mantener una actitud positiva. Sabía que Laura siempre tenía un enfoque especial para estas sesiones.

Laura se acercó y me hizo una señal para que me acomodara en la camilla. Con un gesto de complicidad, comenzó a explicarme los ejercicios de manera que incluso me parecían interesantes en lugar de intimidantes. Ella tenía un talento especial para hacer que los momentos difíciles parecieran más manejables.

—¿Sabes qué? —comenzó Laura mientras me ayudaba a posicionarme—, hoy vamos a hacer esto de una manera un poco diferente. En lugar de pensar en cuánto puede doler, ¿por qué no intentas hablar para no centrarte en el dolor?

Reí, sintiendo que su enfoque me ayudaba a relajarme. Mientras comenzábamos con los ejercicios, Laura y yo nos dedicamos a charlar sobre temas que no tenían nada que ver con la fisioterapia.

—¿Entonces montas en monopatín?, ¿No es algo infantil?—preguntó Laura con una risa contenida.

—Claro que no—respondí ofendida—Parece fácil pero no lo es, tendrías que ver las ostias que me he llegado a pegar.

Laura se rió a carcajadas, y su risa contagiosa hizo que me olvidara por un momento del esfuerzo que estaba haciendo. La sesión continuó con una conversación ligera y mucho humor, algo que siempre lograba aliviar mi ansiedad. A medida que avanzábamos, Laura seguía haciendo preguntas y contando historias, manteniéndome distraída y riendo.

—Bueno, pues ya hemos terminado por hoy, has estado mucho más relajada y eso es bueno, si sigues así en unas semanas podremos empezar a apoyar-Explicó con una sonrisa.

Jana

Cuando llegué al hospital para visitar a Ana, me sorprendió ver que su estado de ánimo parecía mucho mejor de lo que había esperado. La habitación tenía un aire más alegre, y Ana estaba recostada en la cama con una sonrisa que iluminaba todo el lugar. Era una vista refrescante después de tantos días de incertidumbre.

—Hola, amor—Dije acercándome con una sonrisa—. ¿Cómo estás?

Ana giró la cabeza hacia mí y su sonrisa se amplió aún más al verme.

—Hola, estoy mucho mejor hoy, gracias-Dijo con una sonrisa contagiosa.

Estuvimos charlando animadamente durante un rato, disfrutando de la conversación y el buen humor. Fue un alivio ver que estaba tan animada, y mi visita parecía haberla hecho aún más feliz.

Justo cuando estábamos en medio de una conversación, la puerta se abrió de repente. Laura, la enfermera, entró en la habitación con su habitual profesionalismo. Me sorprendió verla, ya que pensaba que su turno estaba por terminar. Sin embargo, lo que realmente me sorprendió fue el gesto que hizo Laura al entrar.

Sin decir una palabra, Laura se dirigió a Ana y le lanzó un paquete de Kit Kats, que aterrizó suavemente en la cama. Ana miró el paquete con una mezcla de sorpresa y alegría.

—Dios, muchísimas gracias—dijo Ana, tomando el paquete con entusiasmo.

Laura se rió y dijo con tono amistoso

—Te lo has ganado, Ana-Habló con una sonrisa.

No pude evitar sentir un pequeño nudo en el estómago al ver la interacción entre Laura y Ana. Laura estaba claramente cómoda y familiar con Ana, y su actitud cercana y el gesto del chocolate me hicieron sentir incómoda. Me quedé observando en silencio, sin saber si debía intervenir o simplemente dejar que el momento pasara.

Ana, aún con la sonrisa en el rostro, comenzó a abrir el paquete de Kit Kats con cuidado. Laura, viendo la reacción de Ana, se rió, como si estuviera compartiendo una broma secreta. La complicidad entre ellas era palpable, y yo no podía evitar sentirme un poco desplazada.

—¿Y qué tal va la fisioterapia? —pregunté, intentando desviar la atención y averiguar si todo estaba en orden.

Laura, aún de pie cerca de la puerta, me miró con una expresión amigable pero profesional.

—Va muy bien. Ana está haciendo un gran progreso y, por lo que puedo ver, su ánimo también ha mejorado considerablemente. El chocolate es solo un pequeño premio para mantener el buen humor-Explicó la enfermera con una sonrisa cálida.

Me sentí un poco aliviada al escuchar que todo estaba bien, pero el gesto de Laura y la forma en que se comunicaba con Ana me dejaron con una sensación extraña. No entendía del todo la dinámica entre ellas y, a pesar de que intenté mantener la conversación ligera, no pude evitar sentir una punzada de celos y preocupación. Laura parecía tener una relación especial con Ana, y eso me hacía preguntarme si había algo más en juego que simplemente una enfermera haciendo su trabajo.

A medida que continuábamos hablando, intenté concentrarme en la conversación, pero no pude evitar observar cómo Laura y Ana compartían un entendimiento que parecía ir más allá de la relación profesional. El momento entre ellas me hizo cuestionar si había aspectos de la situación que aún no comprendía, y me sentí un poco más distante, tratando de encajar en un cuadro que se sentía ligeramente fuera de lugar.
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Opa😬

Esta era la idea que se me había ocurrido😝

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora