XXIX

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Después del beso, el baño quedó en un silencio cargado de emociones que no sabíamos cómo procesar del todo. Jana me sonrió con esa calma suya, como si lo que acababa de pasar fuera lo más natural del mundo. Yo, por otro lado, sentía mi corazón latiendo con fuerza en el pecho, tratando de ordenar mis pensamientos. Jana, aún envuelta en su toalla, me dio un pequeño empujón en el hombro, suave y juguetón.

—Vamos, salgamos de aquí antes de que nos cocinemos con todo este vapor —dijo, con una risa ligera.

Asentí, aún un poco aturdida, y la seguí fuera del baño. Caminamos de regreso a su habitación, donde la luz de la mañana se colaba suavemente a través de las cortinas. Todo se sentía tan normal, y al mismo tiempo, nada lo era. Jana cerró la puerta detrás de nosotras y fue directa a su armario, buscando algo de ropa para ponerse.

Me quedé parada cerca de la cama, intentando encontrar algo en lo que fijar la mirada que no fuera ella. Sabía que se estaba cambiando, y la idea de mirarla me llenaba de una mezcla de nerviosismo y respeto. No quería hacerla sentir incómoda, así que decidí apartar la mirada, enfocándome en cualquier cosa que no fuera ella. Mis ojos recorrieron la habitación, notando detalles en los que nunca me había fijado antes: los libros en su estantería, las fotos en la pared, la luz dorada que bañaba la colcha.

De repente, escuché la risa suave de Jana detrás de mí, y supe que me había pillado. Me giré un poco, sin atreverme a mirarla directamente.

—¿Otra vez apartando la mirada? —dijo entre risas, con un tono de diversión que no podía ignorar—. ¿Cuántas veces te tengo que repetir que no me incomoda que estés aquí?

Me ruboricé al instante, sintiendo el calor subir a mis mejillas. Jana, con esa facilidad para leerme, había notado mi incomodidad y la había transformado en algo ligero, algo de lo que reírse juntas. Sus palabras, sin embargo, estaban llenas de una dulzura que me hizo sonreír a pesar de mi nerviosismo.

—Lo sé, lo sé… —murmuré, todavía sin mirarla directamente—. Es solo que… no quiero parecer irrespetuosa.

Jana dejó escapar un suspiro, pero no era de frustración, sino más bien uno de cariño. La escuché moverse detrás de mí, y antes de que pudiera darme cuenta, estaba a mi lado, ya vestida, con una camiseta y unos shorts. Me giré lentamente para encontrarme con su mirada, y ahí estaba esa sonrisa suya, una mezcla de diversión y ternura.

—Ana, de verdad, no tienes por qué sentirte así conmigo —dijo, colocando una mano suave en mi brazo—. No somos solo amigas, ¿recuerdas? Esto es parte de lo que somos. Si hay alguien con quien puedes ser tú misma, sin preocuparte por tonterías, es conmigo.

Sus palabras calaron hondo, y de alguna manera, lograron disipar la tensión que había sentido desde que entré en el baño. Asentí lentamente, sintiendo cómo mi cuerpo se relajaba un poco más.

—Tienes razón —admití, devolviéndole una sonrisa—. A veces me preocupo demasiado, ¿verdad?

Jana asintió con una sonrisa cómplice.

—Un poquito, pero para eso estoy yo aquí, ¿no? Para recordarte que no hay nada de lo que preocuparse-Dijo con cariño y yo sonreí.

Nos quedamos así, mirándonos en silencio por un momento, y por primera vez desde que me desperté, sentí que todo estaba bien. El beso, la risa y la incomodidad se convirtieron en partes pequeñas de algo más grande, algo más significativo: lo que estábamos construyendo entre nosotras. Jana, siempre tan segura de sí misma, me ofrecía la seguridad y la conexión que a veces no podía encontrar por mí misma. Y con esa certeza, supe que, sin importar lo que pasara, podría contar con ella para hacerme sentir en casa, incluso en los momentos más inesperados.

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora