XXXVI

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Ana

Me desperté esa mañana con los primeros rayos de sol filtrándose por la ventana. Había algo especial en el aire, y no era solo el hecho de que hoy se cumplía una semana desde que conocí a Jana. Me levanté de la cama, todavía algo adormilada, y me dirigí a la cocina, donde el aroma del café ya me esperaba.

Al llegar, me encontré con Jana sentada en la mesa, una sonrisa radiante en su rostro y un pequeño paquete en sus manos.

Cuando me vio dejó un beso rápido en mis labios y corrió hacia su habitación, yo me quedé sorprendida, poco después la sentí detrás de mí, colocó algo en mi cabeza, supe perfectamente que era una gorra.

Cuando me la quité para mirarla encontré una gorra Nike blanca. Me quedé en silencio por un momento, apreciando el detalle, pero también sintiendo una ligera incomodidad.

—¿Otra gorra?—dije con una risa—. Ya me has dado muchas cosas, no tienes que seguir comprándome regalos.

Jana soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.

—Ana, tranquila, esta me ha salido gratis-Explicó dejándome algo sorprendida-a Alexia le ha llegado un paquete de Nike de regalo, ya tenía muchas gorras blancas y me dijo si la quería, me di cuenta de que te quedaría perfecta a ti, y pensé que sería un bonito detalle para celebrar nuestra primera semana.

Sentí cómo mi corazón se ablandaba al escuchar eso. Me puse la gorra y sonreí, dejando que la calidez de su gesto me envolviera.

—Bueno, en ese caso, gracias, Jana. Me encanta-Dije robándole un beso.

Ambas nos reímos y nos sentamos a desayunar, disfrutando del momento y de la conexión que, en tan solo una semana, había hecho que nos sintiéramos tan cercanas.

...

Era una tarde tranquila en el barrio, con el sol comenzando a bajar en el horizonte y pintando el cielo de tonos naranjas y rosas. Me reuní con mis amigos de siempre en el parque, como hacíamos casi todos los días. El aire estaba cargado de risas y bromas, y la música salía de algún altavoz, creando un ambiente relajado.

Nos sentamos en nuestro rincón habitual, una esquina del parque con vistas al skatepark, cuando uno de mis amigos sacó una botella de licor de su mochila.

—¿Quieres un poco, Ana? —me preguntó con una sonrisa traviesa.

Miré la botella, tentada por un momento, pero recordé la cita que tenía más tarde con Jana. Sabía que quería estar bien, sin nada que pudiera arruinar nuestro encuentro.

—No, gracias —respondí, sacudiendo la cabeza—. Hoy paso, tengo algo importante más tarde.

De inmediato, comenzaron a vacilarme.

—¿Qué, ahora eres una santa? —bromeó uno de ellos—. ¿Qué podría ser más importante que una tarde con nosotros?

—Seguro es por esa chica, ¿verdad? —añadió otro, riendo—. Vamos, Ana, no te veía como una gobernada.

Les sonreí, tratando de no darle importancia a sus comentarios, pero antes de que pudiera responder, una voz que no esperaba escuchar se unió a la conversación.

Al girarme, vi a Javier, el sobrino de mi padrastro, parado allí con una expresión burlona en la cara. Nunca me había llevado bien con él; siempre encontraba la manera de molestarme o hacerme sentir incómoda.

Estaba a punto de ignorar por completo a Javier y seguir con mis amigos, cuando lo vi dar un paso adelante.

—Ana, espera. ¿Podemos hablar en privado?-Preguntó mirándome directamente.

Aunque mi primer instinto fue decirle que no, algo en su mirada me hizo dudar. No estaba acostumbrada a verlo así de serio, así que asentí con la cabeza, manteniendo la guardia alta.

Nos alejamos del grupo y nos detuvimos cerca de unos árboles, lejos del bullicio. Javier se cruzó de brazos, mirándome con una mezcla de desprecio y algo que no podía identificar del todo.

—¿Qué es lo que quieres, Javier? —le pregunté, impaciente.

Él me miró de arriba abajo y soltó una risa amarga.

—Solo quería decirte que esa gorra blanca te queda ridícula —dijo, haciendo un gesto con la mano hacia mi cabeza—. Pareces una pija. ¿Qué, ahora te estás convirtiendo en una de esas chicas mimadas como tu novia? Porque, sinceramente, es lo que pareces. Igual de imbécil que ella.

Sus palabras me golpearon como un puñetazo. Lo miré, intentando mantener la calma, pero el enojo comenzaba a crecer dentro de mí. Javier siempre había sido molesto para mí, pero esta vez estaba yendo demasiado lejos.

—¿A qué viene todo esto, Javier? —le pregunté con la voz tensa—. ¿Por qué te importa tanto lo que lleve o con quién esté?

Él entrecerró los ojos y se inclinó un poco hacia adelante, bajando la voz.

—Porque estoy seguro de que por ese capricho tuyo, por estar con esa niñata pija, echaste a mi tío de tu casa. Siempre fuiste rebelde, pero ahora solo eres una egoísta. Has dejado a un hombre en la calle-Dijo muy serio.

Sentí un nudo en el estómago. No podía creer lo que estaba diciendo. Sí, mi padrastro se había ido de casa, pero no tenía nada que ver con Jana. Era una situación complicada que solo nosotros conocíamos bien.

Tomé aire y lo solté lentamente, intentando no dejarme llevar por la rabia que sentía.

—No tienes ni idea de lo que estás diciendo, Javier —respondí con firmeza—. Mi vida y mis decisiones no son asunto tuyo, y menos cuando no sabes la verdad de lo que pasa en mi casa. Así que te sugiero que dejes de meterte en mis asuntos.

Decidí que ya había tenido suficiente. Quería regresar con mis amigos y dejar atrás esa conversación absurda, además tenía que volver ya mismo a casa ya que la hora de mi cita con Jana se acercaba. Di un paso hacia el parque, pero de repente sentí una mano agarrando mi brazo con fuerza. Me giré y vi que era Javier, su rostro había perdido cualquier rastro de calma.

—Bueno, basta de tonterías, no he venido a hablar, Ana —dijo con una voz fría que me hizo estremecer—. Vas a pagar por lo que le has hecho a mi tío.

Antes de que pudiera reaccionar o siquiera procesar lo que estaba pasando, Javier lanzó un puñetazo directo a mi estómago. El impacto fue tan fuerte que me dejó sin aire. Todo el dolor se concentró en mi abdomen, y mi cuerpo se dobló automáticamente, como si mi instinto fuera protegerme de más daño.

Me quedé sin respiración, tratando desesperadamente de recuperar el aliento, pero el dolor me paralizaba. Comencé a sentir un miedo que no había experimentado antes. Esto no era solo una discusión familiar o una pelea de palabras. Javier estaba fuera de control, y yo estaba sola frente a él.

Mi mente corría a mil por hora, buscando una salida, pero mi cuerpo no respondía. Sentí cómo el pánico crecía dentro de mí mientras intentaba mantener la calma, pero el dolor y el miedo eran demasiado abrumadores.
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Os lo corto aquí, ¿Vale?😁😁😁

Os dije que el tema con su padrastro no acababa allí😬

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora