Jana
Los días habían pasado y la sensación de incomodidad que sentía respecto a Laura y Ana solo parecía intensificarse. La distancia y el tiempo fuera con la selección me habían dado espacio para pensar y analizar mis sentimientos, pero también me habían dejado con más preguntas que respuestas. La inseguridad y los celos se habían acumulado, y no había tenido la oportunidad de hablar con Ana sobre cómo me sentía.
Finalmente, después de dos semanas fuera, regresé a casa. La emoción de volver a ver a Ana me llenaba de alegría, pero también estaba cargada de nervios. Antes de la llamada, había decidido que quería ver cómo estaban las cosas en persona. Quería tener una idea de la situación y, si todo parecía estar bien, entonces podría abordar el tema con Ana de manera más tranquila.
Cuando llegué al hospital, estaba llena de emoción por ver a Ana después de dos semanas fuera con la selección. Sin embargo, antes de entrar, decidí detenerme un momento para observar desde el pasillo, tratando de prepararme mentalmente para el encuentro.
A través de una ventana grande cerca de la entrada, podía ver la habitación de Ana y Laura. Ana estaba sentada en la camilla, su rostro iluminado por una sonrisa amplia. Laura estaba a su lado, y vi cómo Ana sacaba una de sus gorras de su mochila. Con un gesto tierno y casi íntimo, Ana le colocó la gorra en la cabeza a Laura.
El corazón me dio un vuelco. Ver ese gesto de cariño y complicidad entre Ana y Laura me golpeó profundamente. La forma en que Ana se inclinó hacia Laura, y la manera en que Laura aceptó la gorra con una sonrisa genuina, me hizo sentir una punzada aguda de traición. El gesto parecía ir más allá de la simple amistad o profesionalismo, y la imagen me dejó con una sensación de dolor e inseguridad.
Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies. La imagen de Ana, tan cercana y cariñosa con Laura, me hizo sentir completamente desplazada. Mi mente se llenó de pensamientos oscuros, preguntándome si había algo más entre ellas de lo que me había imaginado, y si mi relación con Ana estaba en peligro.
No podía soportar la idea de enfrentar a Ana con esas emociones y dudas frescas. La sensación de traición y desilusión me invadió, y el deseo de confrontar la situación se desvaneció rápidamente. En lugar de entrar al hospital, di un paso atrás, sintiendo cómo mi corazón se rompía un poco más con cada paso que daba.
Me alejé del edificio, el dolor en mi pecho se intensificaba con cada paso que daba hacia el estacionamiento. Mi mente estaba en caos, llena de pensamientos sobre lo que había visto y la sensación de haber sido reemplazada o traicionada por alguien en quien confiaba.
Cuando finalmente llegué al coche, me senté en el asiento del conductor, tratando de procesar lo que había visto. Sentía que las lágrimas se acumulaban, pero las contuve, no quería dejar que la tristeza me venciera en ese momento.
La decisión de irme sin hablar con Ana ni con Laura era una de las más difíciles que había tomado, pero en ese instante, sentía que no podía enfrentar la conversación sin estar segura de mis sentimientos. La sensación de traición era demasiado fuerte, y necesitaba tiempo para procesar todo antes de enfrentar a Ana y averiguar cómo resolver la situación.
Arranqué el coche y me dirigí hacia casa, con el corazón pesado y la mente abrumada. Sabía que necesitaba tiempo para aclarar mis pensamientos y emociones antes de hablar con Ana, y aunque no sabía qué depararía el futuro, sentía que había dado un paso necesario para protegerme en medio de la confusión.
Ana
Había pasado otra mañana en el hospital, y la monotonía de la recuperación ya comenzaba a hacerse sentir. Cada día se mezclaba con el siguiente en una serie de rutinas y procedimientos. Pero había algo que siempre lograba iluminar mis días: Laura, mi enfermera. No solo era excepcional en su trabajo, sino que también se había convertido en una amiga valiosa durante todo este tiempo.
Laura era de esas personas que, a pesar del trabajo exigente, siempre encontraba un momento para charlar y hacerme reír. Recuerdo una conversación en particular, donde mencionó que a su novio le encantaban las gorras como a mí. Me pareció un detalle interesante, especialmente porque había tenido la oportunidad de conocerlo en una de sus visitas y nos habíamos llevado bastante bien. Me había dado una idea para un regalo que podía sorprenderla.
Así que, un par de días después, me encontré pensando en esa conversación mientras miraba una gorra que había traído mi hermano en una de sus visitas, una que, aunque a mí me quedaba un poco grande, tenía un diseño que me parecía genial. Decidí que sería el regalo perfecto para Laura, pensando que a su novio le encantaría, y quizás también a ella, aunque el tamaño no fuera el ideal para ella.
Cuando Laura entró a mi habitación esa mañana, estaba ocupada con el gotero y parecía completamente inmersa en sus tareas. La vi manejar el equipo con una mano mientras ajustaba varias cosas al mismo tiempo. Aproveché el momento y me acerqué con una sonrisa, sabiendo que este pequeño gesto podría alegrarle el día.
-Laura-dije, con un tono alegre en mi voz para captar su atención.-Tengo algo para ti.
Laura, que estaba enfocada en ajustar el gotero, alzó la vista y sonrió con curiosidad.
-¿Qué es?- preguntó mientras continuaba con su trabajo.
Saqué la gorra de la bolsa y la sostuve frente a ella.
-Recuerdo que me contaste que a Pau le gustan mucho las gorras. Pensé que esta podría gustarle. A mí me queda un poco grande, pero estoy segura de que a él le servirá-Laura miró la gorra y sus ojos se iluminaron con una mezcla de sorpresa y gratitud.
-A él le encantará, y a mí también me gusta, aunque no es precisamente mi talla, muchísimas gracias Ana-Me reí y le pasé la gorra. Laura, aún con las manos ocupadas, la tomó con cuidado.
-Puedo ayudarte a ponértela-le ofrecí mientras me acercaba para ajustarla en su cabeza. Laura se rió mientras movía la gorra un poco para acomodarla.
-Es perfecta-exclamó, y pude ver en su rostro lo mucho que apreciaba el gesto.
Su agradecimiento y la calidez en su voz hicieron que me sintiera aún más feliz. Aunque el regalo era pequeño, significaba mucho para mí poder hacer algo especial para alguien que había sido tan amable y atento conmigo. La manera en que Laura se veía, con la gorra en la cabeza, me hizo sentir que había logrado darle un pequeño toque de alegría en medio de nuestra rutina diaria.
Laura continuó con sus tareas, pero la gorra se convirtió en un tema recurrente durante el resto del día. No solo me alegró ver cómo apreciaba el regalo, sino que también me dio una sensación de satisfacción saber que había hecho algo bueno para alguien que siempre se preocupaba por mí. Cada vez que la veía con la gorra, recordaba que incluso en los días más grises, siempre había espacio para un poco de luz y gratitud.
____Alguien ha entendido mal las cosas😬😬
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𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳
RandomDesde que Jana vio a Ana por primera vez algo en ella le llamó demasiado la atención, ambas son personas completamente diferentes, sus vidas no tienen nada que ver, pero por alguna razón el destino decide juntarlas