Ana
Llevaba horas en la bolera y el cansancio me pesaba como una losa. Cada minuto parecía alargarse y, a pesar de mis intentos de mantener una sonrisa y un tono amable, sentía que mi energía se estaba agotando rápidamente. La rutina diaria, la constante atención a los clientes y el flujo incesante de trabajo estaban comenzando a desbordarme.
Sin embargo, en medio de la monotonía y el desgaste, hubo un instante que se destacó. Cuando la chica que había estado esperando en la pista se acercó para pedir una ronda más para su grupo, algo en ella logró captar mi atención, aunque apenas lo reconociera en ese momento. Su presencia, su forma de hablar, y el breve contacto fueron como un soplo de aire fresco en medio de mi agotamiento.
A pesar de mi cansancio, algo en esa interacción resonó conmigo. Aunque su solicitud era sencilla y la conversación breve, sentí una ligera chispa de conexión. Era como si su actitud relajada y su voz cálida hubieran sido un breve descanso en medio de la rutina implacable. Su amabilidad, a pesar de lo simple que era, me recordó que en el trabajo también había momentos de genuina conexión humana, incluso si solo duraban un instante.
Ese pequeño momento me dejó una sensación de renovación inesperada. Aunque el cansancio seguía ahí, la interacción con ella había sido un recordatorio de que a veces, incluso en los días más agotadores, hay destellos de humanidad que pueden hacer una diferencia. Mientras regresaba a mis tareas, el eco de esa breve conexión seguía presente, un pequeño consuelo en una jornada larga y dura.
El grupo de la chica morena estaba terminando de recoger sus cosas. Mientras los clientes empezaban a abandonar la bolera y la música se desvanecía, yo me quedé en la recepción, observando cómo se iban. El cansancio de la jornada me pesaba, pero no podía dejar de fijarme en ella, en cómo se movía y en la forma en que se despedía de sus amigas.
De repente, mientras ajustaba su abrigo y trataba de recordar si había olvidado algo, la morena giró su cabeza hacia la recepción. En ese instante, nuestras miradas se encontraron. Fue como un pequeño destello en medio de la noche. No fue un contacto visual prolongado, pero fue lo suficientemente fuerte como para sentir una chispa.
Pude ver en sus ojos un atisbo de cansancio y algo más, como si en ese breve cruce de miradas hubiera un entendimiento implícito. Su sonrisa, aunque ligera y agotada, tenía una sinceridad que me hizo sentir que había algo más en juego. Era como si, en ese fugaz momento, ambas estuviéramos reconociendo algo profundo, aunque no pudiéramos decir exactamente qué.
Cuando finalmente se giró para seguir a sus amigas, sentí una mezcla de nostalgia y sorpresa. Ese breve instante de conexión había sido un respiro inesperado en medio de la rutina agotadora. A pesar de que la noche seguía adelante y el trabajo aún no había terminado, me quedé allí unos momentos más, observando cómo se alejaban. El eco de esa mirada compartida seguía resonando en mi mente, un recordatorio de que, a veces, incluso los encuentros más efímeros pueden dejar una huella duradera.
Finalmente, después de un largo día en la bolera, llegué a casa. La noche había caído y el silencio de la casa contrastaba con el bullicio del trabajo. Agradecí la tranquilidad al abrir la puerta y entrar, sintiendo cómo el cansancio de las horas anteriores se asentaba en mis hombros.
Mi primer pensamiento fue comprobar que mi hermano pequeño estuviera bien. Caminé por el pasillo con pasos silenciosos y me dirigí a su habitación. Al abrir la puerta, vi que ya estaba dormido, acurrucado en su cama con la luz de la noche filtrándose suavemente a través de la ventana. Sonreí al verlo tan tranquilo y, con cuidado de no hacer ruido, me aseguré de que la manta lo cubriera bien antes de salir de su habitación.
Con un suspiro de alivio, me dirigí a mi propia habitación. Cerré la puerta detrás de mí y me dejé caer en la cama, sintiendo cómo el peso del día comenzaba a liberar su presión. Mientras me acomodaba, mi mente se desvió hacia la bolera y el encuentro con la morena.
A pesar del cansancio, no podía dejar de pensar en ella. En el bullicio de la bolera, en medio de clientes y trabajo, había habido un momento en que nuestras miradas se cruzaron. Aunque solo fue un instante, esa breve conexión me dejó pensando. La forma en que me miró, la sinceridad en su expresión, parecía haberme impactado más de lo que esperaba.
Me pregunté sobre su vida, sobre cómo era fuera de esa noche en la bolera. Había algo en ella que capturó mi atención y, a pesar de que el momento fue breve, me dejó una sensación de curiosidad y conexión. Su sonrisa, aunque cansada, tenía una calidez que parecía destacar en medio de mi rutina diaria.
Me recosté en la cama, mirando el techo y permitiendo que mis pensamientos vagaran libremente. La imagen de su rostro seguía presente en mi mente, el recuerdo de esa mirada compartida y la breve interacción que tuvimos. A veces, los encuentros más efímeros pueden ser los que dejan una marca más duradera, y este había sido uno de esos momentos.
Mientras me envolvía en las mantas y el sueño comenzaba a reclamar mi atención, no pude evitar preguntarme si volvería a verla, si nuestra breve conexión significaría algo más en el futuro. En medio del cansancio y el silencio de la noche, el pensamiento de la morena seguía ahí, un pequeño destello de algo más en la rutina de mi vida diaria.
El día siguiente llegó temprano y el despertador sonó justo cuando el primer rayo de luz comenzaba a filtrarse por la ventana. Me levanté con el cuerpo aún adolorido por el cansancio acumulado, y el sueño no parecía querer abandonarme del todo. Me dirigí rápidamente a la habitación de mi hermano pequeño, donde lo encontré todavía envuelto en sus sábanas.
—Vamos, que es hora de levantarse —le dije suavemente, tratando de no hacerlo sentir más cansado de lo que ya estaba.
Mi hermano se estiró y abrió los ojos lentamente. Tras unos minutos de pereza matutina, finalmente se levantó y se dirigió al baño. Aproveché el tiempo para prepararle el desayuno: unas tostadas con mermelada y un vaso de leche, algo sencillo pero suficiente para empezar bien el día.
La rutina diaria de la mañana era un baile bien ensayado entre el desayuno, los preparativos y las salidas apresuradas. Cuando el reloj marcó la hora de ir al colegio, me aseguré de que mi hermano tuviera todo lo que necesitaba y nos dirigimos a la puerta.
Antes de salir, me detuve un momento para hablar con mi padrastro, quien estaba sentado en el sofá, absorto en la televisión. Era una de esas mañanas en las que no parecía estar muy atento a lo que ocurría a su alrededor. Me acerqué y le expliqué la situación.
—Despues del entreno Jan se queda en casa de un amigo, y yo tampoco voy a volver esta tarde-Le expliqué de forma resumida.
Mi padrastro simplemente asintió con un gesto vago, sin apartar la vista del televisor. Su respuesta fue tan escueta como la primera vez que le hablé, pero ya estaba acostumbrada a esa falta de interacción. Con un breve “adiós”, me giré para salir de la casa, asegurándome de que mi hermano estuviera listo para partir.
El aire fresco de la mañana me despertó por completo cuando salimos de casa. El cielo estaba despejado y el sol apenas comenzaba a elevarse en el horizonte. A medida que caminábamos hacia la parada del autobús, el cansancio de la noche anterior parecía desvanecerse, reemplazado por la energía de un nuevo día y la promesa de unas pocas horas de descanso y libertad al final del mismo.
Con mi hermano en el camino hacia la escuela y yo lista para enfrentar un día más, me tomé un momento para reflexionar sobre cómo a veces los días parecen entrelazarse de maneras inesperadas. Mientras el autobús se acercaba y mi hermano se subía, me preparé para un día en el que, por fin, podría desconectar un poco.
Mientras veía cómo el autobús se alejaba con mi hermano, me dirigí hacia mi propia jornada, con la esperanza de que el día traería consigo un respiro necesario y quizás algunas nuevas sorpresas.
____Ya podemos decir que se han llamado la atención mutuamente🤭
Veremos qué pasa en este nuevo día😁
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𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳
RandomDesde que Jana vio a Ana por primera vez algo en ella le llamó demasiado la atención, ambas son personas completamente diferentes, sus vidas no tienen nada que ver, pero por alguna razón el destino decide juntarlas