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Jana

La noche había caído hace rato, pero el tiempo se me había pasado volando junto a Ana. Cada segundo con ella se sentía ligero, como si el mundo a nuestro alrededor se desvaneciera, dejando solo a nosotras dos y el lugar especial al que me había llevado. Me sorprendió lo mucho que me había llegado a abrir, cómo había compartido esa parte de su vida que guardaba tan cerca de su corazón. La historia de las gorras, de su madre, de lo mucho que significaban para ella, todo eso me hizo verla de otra manera, con una profundidad que no esperaba. Era increíble cómo un detalle tan pequeño podía decir tanto sobre alguien.

A pesar de que llevábamos solo algunas semanas hablando, me sentía cada vez más conectada con ella. No era solo lo bien que la pasaba cuando estábamos juntas, sino lo cómoda que me hacía sentir. Como si no tuviera que fingir, como si pudiera ser yo misma sin temor a ser juzgada. Cada vez que me miraba con esos ojos brillantes, sentía un calor en el pecho, una mezcla de nervios y emoción que hacía que mi corazón latiera un poco más rápido.

El viento de la noche soplaba suavemente, haciendo que me abrazara a mí misma para mantener el calor. Ana me observó por un momento y sonrió de lado, como si entendiera que la magia de la noche estaba llegando a su fin.

—Ya va siendo hora de volver, ¿no crees? —dijo Ana, levantándose de donde estábamos sentadas.

Asentí, aunque en el fondo no quería que se acabara. Quería seguir ahí, en ese momento, donde todo se sentía perfecto. Pero sabía que teníamos que volver. La noche estaba avanzada y el tiempo no se detiene para nadie, por mucho que lo deseemos.

Ana caminó hacia su bicicleta y la levantó con facilidad, dándole unas palmaditas en el manillar como si fuera una vieja amiga. Me acerqué a ella, sintiendo un pequeño nudo en el estómago. No era nerviosismo, sino una especie de tristeza por tener que despedirnos.

—¿Me guías hasta tu casa? —me preguntó con naturalidad, sin apartar la mirada de la bici.

Me detuve en seco, algo sorprendida. No había pensado en que querría acompañarme. Después de todo, había sido una noche perfecta, y me parecía injusto hacerla regresar hasta mi casa solo para luego tener que volver a la suya. Le sonreí, tratando de ocultar mi incomodidad.

—No te preocupes, Ana. Puedo ir sola, déjame en el bar y ya, no es necesario que me acompañes hasta mi casa. Está algo lejos, y no quiero que te tomes esa molestia-Dije intentando rechazar su oferta.

Pero ella negó con la cabeza, esa sonrisa despreocupada aún en su rostro.

—No es molestia, Jana. Además, ya es tarde, y prefiero asegurarme de que llegues bien a casa-Dijo con una sonrisa cálida.

Traté de insistir, sintiéndome culpable por hacer que fuera más allá por mí. No quería que sintiera que debía cuidarme o algo así. No quería ser una carga para ella.

—En serio, Ana, no hace falta...-Aunque en el fondo eso fuese mentira no quería que tuviese que meterse tal pedaleada solo para llevarme a casa.

Antes de que pudiera terminar, ella se acercó un poco más, su expresión se volvió más suave, más seria.

—Jana, quiero hacerlo. No me lo pidas como un favor, porque no lo es. Es algo que quiero hacer. ¿Me dejas, por favor?-Su voz tenía una mezcla de dulzura y determinación que me desarmó. Era como si, en ese momento, me estuviera mostrando lo que significaba para ella cuidar de alguien. Y eso me tocó de una manera que no esperaba. Así que, después de una pausa, finalmente asentí.

—Está bien, pero si llegas cansada no me eches la culpa-Dije y ella rió.

Ella sonrió de nuevo, esa sonrisa que parecía iluminar la noche. Se montó en la bici y yo me subí detrás de ella, como habíamos hecho antes. Sentí su calidez mientras me apoyaba ligeramente en su espalda, confiando en ella para guiarme. La bicicleta comenzó a moverse suavemente por las calles tranquilas, y aunque el trayecto de vuelta no era largo, deseaba que durara un poco más.

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora