LXVII

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Ana

Mientras me recostaba en la cama del hospital, el teléfono sonó nuevamente, y al ver el número de Alexia, sentí un leve atisbo de esperanza de que podría obtener alguna respuesta a esta angustia que me atormentaba.

-Hola, Ana-dijo Alexia, su voz cargada de una preocupación palpable.-He hablado con Jana y ya se porque no está allí, me ha contado que te vio dándole una gorra a Laura y siente que la has traicionado-
El peso de sus palabras me cayó como una losa. El corazón me dio un vuelco y sentí que el mundo se me venía abajo.

-No-murmuré negando con la cabeza para mí misma, el dolor en mi voz inconfundible.-Alexia, Laura y yo solo somos amigas.

-Laura ha sido un apoyo para mí aquí- expliqué, tratando de mantener la voz firme a pesar de la angustia.-Esa gorra que le di no significaba nada más que un gesto de amistad, es más, la gorra no era ni para ella, era para su novio Pau. Jana debe haber interpretado la situación de una manera muy diferente. Yo la amo con todo mi corazón, y la última cosa que quiero es causarle dolor.

-Creo que todo eso deberías decírselo a ella Ana-Dijo Alexia sincera.

-¿Como?, no puedo salir de aquí Alexia, ni siquiera puedo andar bien-Dije sientiendo como la desesperación me invadía.

-Si te dejan salir puedo ir a buscarte y llevarte a casa-Propuso Alexia intentando ayudar.

-Gracias Alexia-Dije aceptando su propuesta.

Colgué, sintiendo un leve alivio al saber que Alexia estaba dispuesta a ayudarme a mediar en la situación. Pero la impotencia de no poder estar con Jana en ese momento crucial seguía siendo abrumadora. La frustración de estar en el hospital, incapaz de resolver las cosas directamente, me estaba consumiendo. Solo podía esperar que las palabras de Alexia ayudaran a disipar las dudas de Jana y que, pronto, pudiera encontrar la manera de reconectar con ella y sanar el daño causado por un malentendido doloroso.

Jana

Estaba en casa, en el sofá, rodeada por la silenciosa tristeza que me envolvía. Mi mente seguía dando vueltas al dolor que sentía desde que vi a Ana con Laura. Las lágrimas no dejaban de fluir, y a pesar de que no estaba físicamente enferma, me sentía desgarrada por dentro.

Jan, el hermano pequeño de Ana, había salido para su entrenamiento de fútbol, dejándome sola en el hogar que antes compartíamos con tanta alegría. Ahora, esa soledad se sentía como un eco sombrío que amplificaba mi dolor. El tiempo transcurría sin que me diera cuenta, y el único sonido en la casa era el de mi llanto silencioso.

De repente, el timbre sonó, rompiendo el abrumador silencio que me rodeaba. No tenía ánimos de levantarme; el dolor emocional me había dejado exhausta. Me quedé en el sofá, sin moverme, con la esperanza de que quien estuviera al otro lado de la puerta se iría. Pero el timbre siguió sonando, insistente, como si no tuviera intención de detenerse.

Finalmente, me levanté con una mezcla de enfado y cansancio. Me dirigí hacia la puerta con pasos pesados, secándome las lágrimas con el dorso de la mano mientras trataba de recomponerme. Abrí la puerta con una brusquedad que reflejaba mi estado de ánimo.

Cuando la puerta se abrió, me encontré con una imagen que me sorprendió y confundió por completo: Ana, en muletas, con una expresión de desesperación y tristeza en su rostro. Su presencia me tomó por sorpresa y, por un momento, no supe qué decir. La visión de Ana en ese estado, claramente afectada, no contrastaba con la imagen que había visto antes.

-Ana...-logré decir, la voz temblando entre la sorpresa y el dolor.-¿Qué estás haciendo aquí?

Ana me miró con ojos llenos de angustia, como si cada palabra le costara trabajo.

-Jana, por favor, déjame explicarte- dijo, su voz entrecortada.-Sé que estás herida, y no puedo soportar saber que te sientes así por algo que no significa lo que crees.

La escena era desoladora: Ana en muletas, evidentemente limitada, pero aún así había hecho el esfuerzo de venir hasta aquí, a pesar de las dificultades. Podía ver en su rostro que no estaba bien de pie, hace solo unos días había comenzado a dar los primeros pasos, la imagen de su sufrimiento físico se sumaba al peso de mi dolor emocional.

-No entiendo nada- respondí, mi voz quebrada.-Me has sentir que no significaba nada para ti.

Ana hizo un esfuerzo por acercarse, aunque sus movimientos eran torpes debido a las muletas.

-Laura y yo solo somos amigas. Ese gesto con la gorra no era lo que tú piensas. Me duele que pienses eso porque te amo con todo mi corazón. Quiero que entiendas que no hay nada ni nadie que me haga dejar de amarte-Mientras escuchaba sus palabras, una mezcla de confusión y deseo de reconciliación comenzó a abrirse paso en mi mente.

Las lágrimas seguían rodando por mis mejillas, pero el dolor estaba comenzando a transformarse en una leve esperanza.

-No sé qué creer, Ana, lo que he visto...-Antes de poder terminar ella me interrumpió.

Ana se inclinó ligeramente, un gesto de súplica en medio de su dolor físico y emocional.

-Déjame demostrarte que te amo. Estoy aquí para pedirte perdón, para explicarte y hacer todo lo posible para enmendar las cosas. No puedo soportar la idea de que nuestra relación termine así-El esfuerzo que Ana estaba haciendo para estar aquí, a pesar de su propia incomodidad, me hizo cuestionar el alcance de mi dolor.

Sentía una mezcla de dolor, confusión y una pequeña chispa de esperanza. Sabía que necesitaba tiempo para procesar todo, pero ver a Ana allí, dispuesta a luchar por nuestra relación, me hizo preguntarme si, tal vez, había una manera de sanar este malentendido.

Ana intentó dar un paso hacia adentro, pero sus piernas temblaban visiblemente. La imagen de su esfuerzo me conmovió, y antes de que pudiera reaccionar, su rostro se contrajo de dolor. Un grito ahogado escapó de sus labios mientras su cuerpo se tambaleaba, incapaz de mantener el equilibrio. El dolor en sus ojos era palpable y no pude evitar sentir un profundo dolor al verla así.

De inmediato, me acerqué a ella moviéndome rápido para sostenerla. La ayudé a mantener el equilibrio, rodeándola con un brazo y sosteniéndola con firmeza. Sus muletas se tambalearon a su lado, casi cayendo al suelo, pero yo las sostuve mientras intentaba tranquilizarla.

-Lo siento, lo siento-murmuró Ana con dificultad, mientras se aferraba a mi hombro con una mano temblorosa.

Con una mezcla de ternura y preocupación, la guié hacia adentro, ayudándola a sentarse en el sofá. Su expresión de dolor me rompía el corazón, y sentí cómo mi propio dolor se suavizaba en comparación con el sufrimiento que Ana estaba experimentando. Cada movimiento parecía ser una tortura para ella, y la preocupación en sus ojos era evidente.

-Tranquila, Ana,- le dije mientras la acomodaba en el sofá.-No te muevas demasiado. Vamos a resolver esto. Pero primero, necesitas descansar.¿Como has venido hasta aquí?

-Alexia-Contestó algo tímida y yo asentí.

Me senté a su lado, observando cómo trataba de relajarse mientras el dolor persistía en sus facciones.

Con un suspiro, me senté cerca de ella, y mientras Ana se acomodaba en el sofá, traté de captar la gravedad de su situación y el esfuerzo que había puesto en venir. La tristeza en sus ojos y el dolor en su rostro hablaban por sí mismos, y aunque el malentendido seguía siendo doloroso, el ver su disposición a arreglar las cosas me dio una pequeña esperanza.
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Hasta sin poder andar se presenta en su puerta🥹

La foto que ha subido el Barça de Aitana y Kika AHHHH (muy shipeables)

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora