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Ana

Desperté con una punzada de dolor en el cuello, que me hizo soltar un leve gemido. El sillón del hospital había sido una verdadera tortura. Sentía cada vértebra quejándose por la mala postura y los músculos tensos como cuerdas de guitarra. Aun así, no me importó demasiado, porque cuando abrí los ojos y vi a mi madre despierta, todos esos malestares se desvanecieron un poco. Su rostro, aunque todavía pálido, estaba mucho más relajado. Los últimos días habían sido una montaña rusa emocional, con tantas dudas y temores, pero ahora, al verla más lúcida, me sentí aliviada, como si pudiera soltar por fin el aliento que había estado conteniendo.

—Mamá… —susurré, intentando suavizar la carraspera en mi voz mientras me levantaba del sillón para acercarme a su cama—. ¿Cómo estás?

Ella me miró con una expresión que mezclaba ternura y cansancio, sus ojos reflejando un brillo débil pero reconfortante. Me sonrió como si quisiera decirme que todo estaría bien.

—Mejor, hija. Mucho mejor… Pero tú, Ana, mírate. Pareces haber dormido en una piedra. —Su tono era suave, pero no pudo ocultar la preocupación que siempre había tenido por mí, incluso cuando era ella quien estaba en una cama de hospital.

No pude evitar reír un poco, aunque una mueca de dolor cruzó mi rostro cuando intenté mover el cuello. Me masajeé suavemente, intentando relajar los músculos tensos.

—Algo así —respondí con un suspiro—. No ha sido la noche más cómoda de mi vida, pero no importa, mamá. Estoy feliz de verte mejor, es lo único que me importa ahora.

Nos quedamos en silencio un momento, compartiendo la calma que ahora llenaba la habitación. Todo lo vivido en las últimas horas, las preocupaciones y las vigilias, se desvanecían lentamente. Mientras observaba su rostro, noté que su respiración era más regular, su semblante menos apesadumbrado.

Entonces, sin previo aviso, ella rompió el silencio con una pregunta que me tomó por sorpresa.

—¿Y que tal con Jana? —preguntó, como quien lanza una red para pescar una respuesta.

Sentí un leve calor subir por mis mejillas. Jana. Siempre terminábamos hablando de ella, de una forma u otra. Intenté mantenerme neutral, aunque sabía que mi madre ya había notado el cambio en mi expresión.

—Bastante bien —respondí, luchando por no sonar demasiado entusiasta—. De hecho, estuvo aquí anoche, ¿sabes? Se quedó conmigo durante horas en la sala de espera, hasta que por fin me dejaron entrar a verte.

Vi cómo los ojos de mi madre se iluminaron con una mezcla de sorpresa y comprensión. No dijo nada, solo me observó con esa mirada sabia, como si ya supiera lo que estaba a punto de decirle.

—No podía dejarme sola —continué, sonriendo un poco al recordar cómo Jana había estado a mi lado, incluso cuando yo no sabía si podría manejarlo—. Estuvo conmigo, me trajo café, me obligó a comer algo… no me dejó derrumbarme, ni siquiera cuando estaba al borde del agotamiento. Se quedó hasta que las enfermeras me dijeron que ya podía entrar a verte, y entonces me abrazó tan fuerte que por un momento pensé que no iba a soltarme nunca.

Sentí una cálida sensación en el pecho al recordar ese momento. Jana había sido mi ancla en medio de la tormenta. Había estado allí, sin pedir nada a cambio, solo asegurándose de que yo no me desmoronara. Y aunque lo decía con palabras sencillas, me di cuenta de que la forma en que lo contaba, la sonrisa que se dibujaba en mi rostro mientras hablaba, delataba más de lo que pretendía.

Mi madre no tardó en darse cuenta. Me miró con esos ojos penetrantes, los mismos que podían leerme como un libro abierto desde que era niña.

—Ana… —dijo suavemente, su voz llena de una ternura que me hizo sentir a la vez reconfortada y vulnerable—. Te gusta de verdad, ¿no?

El calor en mi rostro se intensificó, y desvié la mirada un instante, mordiéndome el labio. Intentar negarlo sería inútil, y además, no quería hacerlo. No ante ella.

—Sí, mamá… —admití en un susurro, sintiendo cómo una mezcla de nerviosismo y alegría me recorría—. Creo que sí. Me gusta mucho.

Ella sonrió, y en esa sonrisa vi algo más que aprobación; vi comprensión, vi amor, y vi una felicidad tranquila que me decía que todo estaba bien. Siempre había sido mi confidente, mi refugio, y ahora, en este momento, sentí que lo era más que nunca.

—Sabes —agregué después de un instante, volviendo a mirarla—, no sé qué habría hecho sin ella anoche. Jana me dio la fuerza que necesitaba para pasar por todo esto. Me hizo sentir que no estaba sola.

Mi madre asintió lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de orgullo y cariño.

—Eso es lo que hacen las personas que realmente nos importan, hija. Nos sostienen cuando más lo necesitamos, a veces sin que nos demos cuenta. Y creo que has encontrado a alguien muy especial en Jana-Dijo con una sonrisa suave.

Sus palabras resonaron en mi interior, y mientras volvía a tomar su mano, sentí que, a pesar del dolor en mi cuello, a pesar del miedo que había sentido, todo había valido la pena. Porque en medio de todo, había encontrado algo hermoso, algo que me daba esperanza.

Jana

Después del entrenamiento, salí del gimnasio sintiéndome agotada pero aliviada. Había sido una sesión intensa, justo lo que necesitaba para despejar mi mente. Mientras caminaba hacia mi coche, sentí el teléfono vibrar en mi bolsillo. Lo saqué sin pensarlo mucho, y al ver el nombre de Ana en la pantalla, una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro. Abrí el mensaje y lo leí rápidamente.

Ana me contaba que su madre estaba mucho mejor. Los doctores habían dicho que estaba estable y recuperándose bien, lo que significaba que finalmente podía relajarse un poco. No pude evitar sentirme aliviada también; había estado preocupada por ella todo el día, sabiendo cuánto la situación la había afectado. Leer esas palabras me hizo sentir una calma inesperada.

También me dijo que tenía que ir a trabajar por la tarde, pero que, si yo estaba libre después, le gustaría que nos viéramos. Me propuso que saliéramos a tomar algo o que simplemente diéramos un paseo, lo que fuera. Lo importante era estar juntas. Y cuando leí eso, no pude evitar sentir una calidez en el pecho, algo que me confirmó que había algo más entre nosotras, algo que había crecido con el tiempo y que ahora parecía tomar forma.

Sabía que aceptar. Después de todo lo que habíamos vivido en las últimas horas, me daba cuenta de que estar cerca de Ana, incluso si solo era para dar una vuelta o tomar un café, era lo que más deseaba en ese momento.
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Ayer por la noche no actualicé porque me iba muriendo por las esquinas, no se me pasaba pero definitivamente no estaba para escribir😁

En el siguiente capítulo va a pasar algo triste aviso

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora