XVI

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Jana

El skatepark estaba más tranquilo ahora que la mayoría de las personas se habían ido. La música seguía sonando en un volumen bajo y las luces de neón daban un brillo relajado al ambiente. Mis amigas habían decidido irse temprano, alegando cansancio, pero yo decidí quedarme un poco más. Ana me había invitado a quedarme, y aunque había una parte de mí que estaba exhausta, también había una parte que no quería dejar pasar la oportunidad de estar más cerca de ella.

Nos encontrábamos en un rincón del skatepark que se había convertido en un improvisado lugar de reunión para sus amigos. Había un par de ellos sentados en bancos, charlando y riendo, pero yo y Ana parecíamos estar en nuestro propio mundo, aisladas de todo lo que sucedía a nuestro alrededor. Ana estaba sentada con las piernas abiertas, creando un espacio íntimo y acogedor. Yo me acomodé entre sus piernas, de espaldas a ella, y me senté ligeramente sobre una de sus piernas, sintiendo la calidez de su cuerpo cerca del mío.

El contacto entre nosotras era intenso, aunque en ese momento no era consciente de cuán profundo sería. La mano de Ana reposaba con delicadeza en mi cintura, y, sin que ella pareciera darse cuenta, comenzó a acariciar mi piel con su pulgar de manera suave y casi imperceptible. Este gesto, aunque sutil, fue suficiente para provocar una reacción en mí que no pude ignorar.

Sentí el primer escalofrío recorrer mi cuerpo cuando el pulgar de Ana rozó mi piel. Fue un toque tan ligero que casi me pregunté si había sido real. Sin embargo, el calor que comenzó a acumularse en mi abdomen me hizo darme cuenta de que no estaba imaginando nada. Mi piel reaccionaba a su toque con una sensibilidad que no esperaba, y el escalofrío se convirtió en un hormigueo que se extendió desde la cintura hasta la punta de los dedos de los pies.

Mi respiración se volvió irregular mientras trataba de mantener la calma, pero cada vez que el pulgar de Ana se movía, mi cuerpo respondía de manera involuntaria. Sentía que la mano de Ana se movía con un ritmo constante, acariciando la suave piel de mi cintura. Cada vez que su pulgar se desplazaba, el contacto me daba una sensación de cosquilleo que era a la vez placentero y perturbador.

Traté de concentrarme en la conversación que se desarrollaba a nuestro alrededor, pero era imposible no distraerme con el suave roce de su mano. Me di cuenta de que mi mente se estaba llenando de pensamientos confusos y emociones intensas. Cada toque era como una chispa que encendía una llama dentro de mí. Me pregunté si Ana podía sentir la tensión que estaba creando, pero su actitud parecía relajada y despreocupada.

Los amigos de Ana seguían hablando, pero yo estaba atrapada en un torbellino de sentimientos que no podía controlar. La cercanía de su cuerpo, el calor que emanaba de ella y el contacto suave pero constante de su mano me hacían sentir como si estuviera en una especie de burbuja en la que solo existíamos nosotras dos.

Intenté enfocar mis pensamientos en algo más, en cualquier cosa que pudiera distraerme de las sensaciones abrumadoras que estaba experimentando. Pero el pulgar de Ana seguía moviéndose, rozando mi piel con una ternura que hacía que mi mente se volviera aún más caótica. Cada roce era como una caricia que se grababa en mi memoria, una experiencia sensorial que estaba más allá de lo que había imaginado.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que Ana comenzó a acariciarme de esta manera. Podía sentir que mis mejillas se sonrojaban, y noté que mis manos estaban sudorosas mientras trataba de mantener la compostura. La sensación de estar tan cerca de Ana, con su mano en mi cintura y su cuerpo tan próximo al mío, me hacía sentir vulnerabilidad y una conexión profunda al mismo tiempo.

El ambiente a nuestro alrededor parecía desvanecerse mientras me perdía en el contacto con Ana. Me incliné ligeramente hacia atrás, permitiendo que mi espalda se apoyara aún más en su torso, y sentí cómo su cuerpo se tensaba ligeramente, como si estuviera consciente de mi cercanía. El hecho de que estuviéramos tan cerca, con la piel en contacto, hacía que cada pequeño movimiento se sintiera más significativo.

El calor entre nosotras era casi palpable. Mi mente estaba llena de pensamientos desordenados sobre lo que significaba este momento, sobre cómo sus caricias me hacían sentir y sobre lo que podría significar para nuestro vínculo. Sentía una mezcla de emoción y ansiedad, una necesidad de entender lo que estaba ocurriendo y de decidir cómo reaccionar.

El pulgar de Ana continuaba su recorrido suave y rítmico sobre mi cintura, y no pude evitar sumergirme en la sensación de su toque. Era como si su mano estuviera trazando un camino hacia mi corazón, despertando una serie de emociones que habían estado ocultas. La proximidad física, la ternura de sus caricias y el ambiente íntimo en el que nos encontrábamos hacían que el momento fuera aún más significativo.

Finalmente, Ana se inclinó ligeramente hacia adelante, y sus labios se acercaron a mi oído.

—Jana —murmuró Ana—, quiero que sepas que encajas a la perfección conmigo.

Sus palabras me sorprendieron profundamente. No estaba segura de cómo interpretar lo que acababa de decir. La forma en que me lo dijo, con una ternura y sinceridad que no podía ignorar, me hizo sentir una mezcla de felicidad y asombro. Mi corazón latió con más fuerza, y me giré ligeramente para mirarla, buscando alguna pista adicional en su expresión.

—¿De verdad piensas eso? —pregunté, mi voz temblando ligeramente, todavía intentando procesar sus palabras.

Ana asintió, su mirada llena de una sinceridad que me hizo sentir profundamente conectada con ella.

—Sí, de verdad. —Luego hizo una pausa antes de continuar—. También quería decirte algo más. Hablé con la chica que te dijo todo eso antes.

La sorpresa en mi rostro debió ser evidente, porque Ana se apresuró a explicar. La mano que tenía en mi cintura se movió con una ternura que me tranquilizó, como si estuviera tratando de asegurarme de que todo estaba bien.

—Me acerqué a ella mientras tú te despedias de Bruna y Cata. Le pregunté por qué te había dicho esas cosas, y aunque no estaba dispuesta a disculparse, me explicó que había malinterpretado la situación. Aparentemente, estaba celosa o algo así. No quiero que te sientas mal por lo que te dijo-Explicó serena y con una voz suave.

Sus palabras me hicieron sentir un alivio inesperado, pero también me llenaron de una nueva preocupación. Me di cuenta de que Ana había estado pensando en mí, en cómo me había afectado la situación, y eso me hizo sentir aún más cercana a ella.

—Gracias por hablar con ella —dije, mi voz cargada de gratitud—. No sabía cómo manejar eso, y me hizo sentir insegura sobre todo.

Ana me miró con una mezcla de comprensión y cariño. Sus ojos brillaban con una calidez que me hizo sentir más cómoda de lo que había estado en toda la noche.

—No tienes que agradecerme. Solo quiero que te sientas bien y segura. La verdad es que lo que realmente importa es lo que sentimos aquí y ahora, no lo que otras personas digan-Añadió sacándome una sonrisa.

Me incliné ligeramente hacia ella, apoyando mi espalda contra su pecho. Su abrazo me envolvió con una calidez reconfortante, y su mano continuó acariciando mi cintura de una manera que me hacía sentir amada y apreciada. La conexión entre nosotras era palpable, y el espacio que compartíamos se sentía como un refugio seguro en medio de la confusión.

—Tienes razón —dije, sintiendo que las palabras eran solo un reflejo de lo que estaba sintiendo—. Este momento contigo es lo que importa. Y me siento increíblemente afortunada de estar aquí contigo.

Ana me abrazó un poco más fuerte, y la sensación de su cuerpo cerca del mío me hizo sentir que todo estaba en su lugar. La tensión que había sentido antes se desvaneció, reemplazada por una profunda sensación de paz y felicidad. La noche avanzaba, pero para nosotras, el tiempo parecía haberse detenido, y todo lo que importaba era la conexión especial que habíamos encontrado.

En ese pequeño rincón del skatepark, rodeadas de la tranquilidad de la noche, me di cuenta de que estaba viviendo un momento único y hermoso. El roce de sus caricias, la calidez de su abrazo y la sinceridad de sus palabras eran un recordatorio de que, a veces, las conexiones más significativas se encuentran en los lugares más inesperados. Y en ese instante, sentí que había encontrado algo verdaderamente especial con Ana, algo que atesoraría para siempre.
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Que bonitas que son🥹

Las dos han caído fuerte fuerte eh

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora