LXXVII

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Ana y yo volvimos a casa, todavía flotando en la nube de felicidad que había dejado la propuesta y la aceptación. El aire fresco de la noche nos envolvía, y el silencio de la casa parecía reflejar el nuevo capítulo que acabábamos de comenzar. Al abrir la puerta, el suave crujido de las bisagras rompió el silencio, y el hogar, en su tranquilidad, parecía decirnos que todo estaba en orden.

Las luces estaban apagadas, sumiendo el lugar en una penumbra acogedora. La casa estaba tranquila, y no se escuchaban los habituales ruidos de la vida cotidiana. Un vistazo a la sala y a los pasillos me indicó que Jan y Gemma ya debían estar dormidos, dejándonos el espacio para disfrutar de nuestra noche especial.

Ana, con una sonrisa llena de complicidad, me tomó de la mano y me condujo hacia nuestra habitación. En la penumbra, nuestros pasos eran suaves y cuidadosos, como si quisiéramos evitar romper el hechizo de la noche.

—Le he pedido a Jan que duerma con Gemma esta noche—me preguntó Ana con un tono cargado de expectativa.

Asentí, comprendiendo ahora el motivo detrás de esa solicitud. El plan había sido que Jan pasara la noche con Gemma, para que pudiéramos tener un momento de intimidad y conexión sin interrupciones. El hecho de que ellos dos estuvieran en un habitación alejada de la casa esta noche nos brindaba la oportunidad de estar solas y de disfrutar de nuestra alegría en un entorno más íntimo.

Entramos en nuestra habitación y Ana encendió una vela que había dejado preparadas sobre la mesita de noche. La luz de la vela parpadeaba suavemente, proyectando sombras danzantes en las paredes y creando una atmósfera romántica y acogedora. El ambiente era perfecto, una mezcla de luz cálida y una serenidad que invitaba a relajarse y a disfrutar del momento.

Tercera persona

La habitación estaba iluminada por una sola vela, cuyo suave resplandor creaba un ambiente íntimo mientras Ana y Jana, ahora prometidas, se abrazaban con ternura. La pedida de mano había sido un torbellino de romanticismo y ahora, en la tranquila intimidad de su habitación, exploraban las profundidades de su pasión.

Las manos de Ana recorrieron el cuerpo de Jana, con un tacto suave pero lleno de promesas. Acarició los pechos de su prometida, acariciando con los pulgares los pezones endurecidos a través de la fina tela del vestido. Jana se arqueó al contacto y un suave gemido escapó de sus labios. Sus manos se aferraron a las caderas de Ana, acercando sus cuerpos mientras compartían un beso profundo y hambriento.

-Te deseo, Jana. Toda tú-Susurró Ana contra los labios de la morena.

La respuesta de Jana fue un leve gemido mientras las hábiles manos de Ana continuaban su exploración, deslizándose por su cintura y por la curva de sus caderas. Ana podía sentir el calor que irradiaba del interior de Jana, y la provocó presionando suavemente su sexo a través de la delicada tela de su ropa interior.

-Por favor-Jadeó Jana.

Ana sonrió con un brillo de picardía en los ojos. Le encantaba ver a su prometida, normalmente segura de sí misma, reducida a un charco de necesidad. Se inclinó hacia ella y le acarició el cuello, dándole suaves besos en la mandíbula mientras sus manos empezaban a explorar en serio. Con dedos ágiles, desabrochó la cremallera del vestido de Jana, revelando lentamente su piel centímetro a centímetro. El vestido se deslizó por el cuerpo de Jana hasta caer a sus pies, dejándola desnuda excepto por un sujetador de encaje y unas bragas a juego.

Ana retrocedió un paso, mientras contemplaba el exquisito cuerpo de Jana. Sus pechos, llenos y turgentes, se desbordaban por encima de las copas del sujetador. Su vientre plano descendía hasta unas caderas curvilíneas y unas piernas largas y esbeltas. Pero fue la mancha de humedad visible en su ropa interior lo que más atrajo la mirada de Ana.

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora