LVII

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Después de un entrenamiento que apenas había servido para distraerme de la tormenta emocional que estaba viviendo, el grupo se dirigió al vestuario. Las luces fluorescentes del vestuario iluminaban el espacio con una luz fría y dura, y el ambiente era mucho más tranquilo comparado con la energía frenética del campo de fútbol. Mis compañeras estaban en sus charlas post-entrenamiento, pero yo no podía dejar de pensar en Ana.

Me cambié en silencio, tratando de mantenerme ocupada con las tareas rutinarias del vestuario, pero cada movimiento parecía amplificar mi angustia interna. Las demás estaban charlando y bromeando, intentando relajarse después de la sesión, pero yo me sentía desconectada y abrumada. A pesar de mis esfuerzos por mantener la compostura, el peso de lo que estaba atravesando era demasiado grande.

Mientras me vestía, Alexia, que había sido testigo de mi colapso en el campo, se acercó con el rostro preocupado. Se apoyó en uno de los bancos, mirándome con una mezcla de comprensión y tristeza.

—Jana, ¿quieres hablar? —preguntó con suavidad—. Estamos aquí para ti, si necesitas algo.

Sus palabras fueron un catalizador para lo que había estado reprimiendo. Sentí cómo el control que había mantenido durante todo el día se desmoronaba, y el dolor que había estado conteniendo se hizo insostenible. No pude más. Las lágrimas empezaron a brotar con fuerza, y me dejé caer en una de las bancas, apoyando la cabeza en las manos mientras el llanto se hacía cada vez más incontrolable.

Las chicas se dieron cuenta rápidamente de mi estado. El vestuario se llenó de una atmósfera tensa y expectante mientras se acercaban a mí, rodeándome con una mezcla de preocupación y apoyo. Alexia se sentó a mi lado, colocando una mano reconfortante en mi espalda.

—No sé qué hacer —sollozé—. No sé cómo enfrentar esto. Todo es culpa del cabrón que le pegó. ¿Cómo puede alguien hacerle esto a una persona tan buena? Lo odio por lo que hizo, pero lo peor es que no sé si Ana va a despertar. El miedo de perderla es... es insoportable.

El vestuario estaba en silencio, interrumpido solo por el suave murmullo de mis compañeras, que se acercaban con preocupación al notar mi angustia. Me senté en una de las bancas, el cuerpo encorvado, y mis lágrimas caían sin control mientras intentaba recuperar el aliento. La piel me ardía de tanto llorar, y mi mente estaba llena de una confusión dolorosa.

—No sé cómo enfrentar esto —seguí entre sollozos—. No puedo creer que esto esté pasando. Ana ya había pasado por tanto, había luchado tanto para recuperarse después de todo lo que había pasado. Ya estaba empezando a volver a la normalidad, ya estábamos construyendo una vida juntas, y ahora esto… esto es tan injusto.

Mi voz se quebró, y sentí cómo el dolor se convertía en una marea implacable que me arrastraba. Alexia intentó calmarme con su abrazo, pero las palabras seguían saliendo de mí, desbordándose como un río incontrolable.

—Es tan injusto —dije, mi voz llena de desesperación—. Ana siempre ha sido una persona tan buena, siempre se preocupa por los demás, siempre está ahí para quienes la necesitan. Es alguien que da todo por los que quiere. ¿Por qué le tiene que pasar esto a alguien como ella? Es una persona que solo ha hecho el bien. No entiendo por qué tiene que sufrir así. ¿Por qué alguien tendría que hacerle daño? No hay justicia en esto.

Me tomé un momento para intentar controlar mi respiración, pero las palabras seguían fluyendo, cada una cargada de una mezcla de dolor y rabia.

—Es como si todo lo que ha pasado no hubiera sido suficiente. Ella ya había tenido tantas pruebas, tantas luchas. Y ahora, cuando estábamos empezando a ver la luz al final del túnel, algo como esto sucede. Es como si nunca pudiera encontrar la paz, como si siempre tuviera que enfrentar más y más dificultades. Me duele pensar que todo lo que hemos pasado, todo el esfuerzo y las esperanzas, pueden no ser suficientes para salvarla-Dije completamente rota.

Miré a Alexia y a las demás, mis ojos llenos de lágrimas y desesperación. Era como si, al verbalizar mi dolor, intentara encontrar alguna respuesta a la tragedia que estaba viviendo.

—¿Por qué le tiene que pasar esto a una persona que solo ha dado amor y apoyo? —continué, mi voz temblando—. Ana ha estado siempre ahí para mí, para todos. Nunca ha pedido nada a cambio, siempre ha puesto a los demás primero. ¿Por qué tiene que ser ella la que sufre? La siento tan lejos, y el miedo de perderla es tan grande que parece consumirlo todo. No sé cómo seguir sin ella, y no puedo imaginar un futuro en el que ella no esté a mi lado.

Las chicas me miraban en silencio, algunas con los ojos llenos de lágrimas. Sentía que mi dolor estaba siendo comprendido, pero eso no aliviaba el peso que llevaba dentro. La sensación de que el mundo era profundamente injusto y cruel en ese momento era abrumadora.

Alexia, con una mirada de firmeza y compasión, trató de consolarme aún más.

—No tienes que enfrentar esto sola, Jana —dijo, su voz suave pero cargada de una determinación serena—. Lo que estás pasando es increíblemente duro, y es natural sentirse así. Ana es fuerte, y aunque no podemos comprender por qué pasan cosas así, podemos estar aquí para ti. No estás sola en esto, y haremos todo lo posible para apoyarte en cada paso del camino.

Sus palabras, aunque no podían cambiar la realidad, ofrecían un rayo de esperanza. En medio de mi angustia, me aferré a la idea de que no tenía que cargar con todo esto por mi cuenta. Las lágrimas seguían fluyendo, pero el apoyo de mis amigas ofrecía un pequeño alivio en medio del caos.

El dolor que sentía era tan profundo que parecía consumir cada parte de mí. Mis amigas, en silencio, escuchaban mientras trataba de liberar la tormenta que llevaba dentro.

—La amo tanto, chicas —dije de repente, mi voz quebrándose aún más—. Estoy completamente enamorada de Ana. No puedo imaginar mi vida sin ella. No sé cómo enfrentar la idea de perderla. Cada momento en que no estoy con ella se siente como una eternidad, y me duele pensar en lo que podría pasar.

El vestuario se llenó de un silencio reverente, y las chicas se acercaron más, ofreciéndome su presencia silenciosa. Alexia me rodeó con ambos brazos, y pude sentir el calor y la fuerza de su apoyo. Las lágrimas seguían fluyendo, pero en medio de la tristeza, sentía el consuelo de no estar sola en mi angustia.

A pesar de la tormenta emocional que seguía arremetiendo en mi pecho, el apoyo de mis amigas me ofreció un alivio, aunque solo fuera momentáneo. El peso de la preocupación por Ana seguía presente, pero saber que tenía a alguien con quien compartir mi dolor me dio un pequeño respiro en medio del caos.

Las palabras de Alexia y el abrazo de mis compañeras me ayudaron a seguir adelante, aunque la incertidumbre sobre el futuro de Ana seguía siendo una sombra constante en mi vida. Mientras me calmaba, me aferraba a la esperanza de que, con el tiempo, podríamos encontrar un camino hacia la recuperación y la paz.
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😭😭

Todavía no sabemos cómo va a acabar la situación, ¿Creéis que soy capaz de matar a Ana?

Cambiando de tema, la historia con Codina no sé si la subiré solo terminar esta o me daré primero un descanso, que llevo 5 historias en dos meses😔

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora