XVII

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Ana

Mientras seguía sentada con Jana, rodeada por la calidez de su cercanía y el suave roce de mi mano en su cintura, el sonido del teléfono interrumpió nuestro momento. La pantalla del dispositivo mostraba el nombre del hospital, y sentí un nudo en el estómago al ver quién llamaba. Sin moverme demasiado de la posición en la que estábamos, estiré la mano y cogí el teléfono, tratando de mantener la calma a pesar del creciente nerviosismo.

—¿Sí? —respondí, tratando de controlar el temblor en mi voz.

La voz al otro lado de la línea era grave y preocupada, y aunque no pude escuchar claramente, las palabras me hicieron sentir una punzada de miedo. Mi madre había estado enferma durante un tiempo, pero nunca imaginé que su estado pudiera empeorar tan repentinamente. La angustia en la voz del médico me hizo comprender que la situación era seria.

—Entiendo —dije, intentando asimilar la información—. Voy en camino.

Colgué la llamada, sintiendo un vacío en el estómago. Me volví hacia Jana, que me miraba con una preocupación evidente. Mis manos estaban frías y temblorosas, y la preocupación en su rostro solo aumentaba mi ansiedad.

—¿Qué pasa? —preguntó Jana, su voz cargada de inquietud.

—Tengo que ir al hospital —respondí, tratando de mantenerme firme. Mi voz sonaba rota y agotada.

Sabía que, en este barrio, mi bicicleta era mi único medio de transporte. El trayecto hasta el hospital era largo y complicado, y no estaba en condiciones de enfrentarlo sola en medio de la noche. La preocupación de Jana, sin embargo, no se desvaneció.

—No puedes ir en bici a esta hora —dijo Jana, su voz decidida. Se levantó rápidamente y empezó a sacar su teléfono—. Voy a pedir un Uber. No voy a dejar que vayas sola.

La determinación en su voz me sorprendió, y sentí una mezcla de gratitud y sorpresa. No quería que Jana gastara su dinero en un Uber por mí, pero el alivio de no tener que enfrentar el trayecto sola era inmenso.

—No tienes que hacer eso, Jana —dije, intentando frenar sus acciones—. No quiero que te gastes el dinero en un Uber solo por mí.

Jana me miró con una firmeza que no permitía discusión.

—No me importa el dinero —respondió—. Lo importante es que llegues al hospital lo más rápido posible. No me quedaré tranquila sabiendo que vas a ir sola en tu bicicleta.

Mientras Jana pedía el Uber, el tiempo parecía estirarse interminablemente. Cada segundo me sentía más ansiosa y preocupada por mi madre, pero la presencia y el apoyo de Jana me daban algo de consuelo en medio del caos.

Finalmente, Jana dejó el teléfono y se volvió hacia mí con una expresión de determinación y preocupación.

—El Uber está en camino —dijo, su voz aún cargada de una urgencia comprensible—. Debemos salir ya.

Asentí, agradecida pero aún agobiada por la situación. Jana tomó mi mano, y me condujo fuera del skatepark. La preocupación y el miedo por mi madre me envolvían, pero la amabilidad y el apoyo de Jana me ofrecían una pequeña chispa de esperanza.

Mientras esperábamos que llegara el Uber, la preocupación se apoderaba de mí. No solo por el estado de mi madre, sino también por el hecho de que Jana estaba a punto de acompañarme en una situación tan delicada, sin saber exactamente lo que estaba ocurriendo. Su apoyo incondicional me conmovía profundamente, y no podía evitar sentirme agradecida por su presencia en un momento tan crítico.

Finalmente, el Uber llegó, y nos subimos al vehículo con una rapidez que reflejaba la urgencia de la situación. Jana se sentó a mi lado, su mano aún sosteniendo la mía con una firmeza que me reconfortaba. Miré por la ventana, viendo cómo las calles pasaban rápidamente, mi mente llena de pensamientos confusos y preocupaciones por mi madre.

—No tienes que venir conmigo, Jana —le dije, mi voz quebrada por la preocupación—. Lo estás haciendo por mí, y ni siquiera sabes qué está pasando exactamente.

Jana me miró con una expresión de determinación en el rostro.

—No me importa lo que esté pasando —dijo con firmeza—. Lo que importa es que estás pasando por un momento difícil, y no voy a dejarte sola. No sé exactamente qué está sucediendo, pero quiero estar aquí contigo.

Sus palabras me dieron una pequeña chispa de consuelo en medio del caos. Sabía que su presencia era un enorme apoyo emocional, y no podía evitar sentirme agradecida por tenerla a mi lado.

El viaje al hospital parecía durar una eternidad. Las luces de la ciudad se deslizaban por la ventana, y el ambiente en el coche estaba cargado de una tensión palpable. Mi mente estaba llena de imágenes de mi madre y de cómo podría estar sufriendo. Sentía el corazón acelerado, y las manos de Jana en las mías se sentían como una ancla en medio de la tormenta.

Cuando finalmente llegamos al hospital, me sorprendió ver a Jana moverse con una eficiencia tranquila. Aunque la preocupación se reflejaba en su rostro, su comportamiento era sereno y comprensivo. Mientras salíamos del coche, ella se mantuvo a mi lado, ayudándome a entrar al edificio con una actitud decidida.

Entramos en el vestíbulo del hospital, y el ambiente cambió abruptamente. El bullicio y las luces brillantes contrastaban con la calma que habíamos experimentado antes. Me dirigí rápidamente al mostrador de recepción, tratando de explicar la situación con una voz temblorosa.

—Soy la hija de Sonia Ferrer—dije—. Me han dicho que su estado ha empeorado, he venido en cuanto he podido.

La recepcionista, con una mirada profesional pero comprensiva, tecleó rápidamente en su computadora y me indicó el pasillo hacia la sala de emergencias. Mientras avanzábamos, sentí que el peso de la situación caía sobre mí con una intensidad renovada.

Jana estaba a mi lado, su presencia era un consuelo constante. Aunque no podía hacer mucho para solucionar la situación, su apoyo silencioso me daba la fuerza que necesitaba para enfrentar lo que estaba por venir.

Llegamos a la sala de emergencias, y un grupo de enfermeras y médicos se movían con rapidez. Yo me quedé al borde de la sala, sintiendo que el corazón me latía en la garganta.

Jana se quedó a mi lado, sin mostrar signos de incomodidad, a pesar del ambiente caótico. Su mano aún estaba en la mía, y a veces, la apretaba suavemente en un gesto de ánimo.

—¿Cómo te sientes? —me preguntó en un susurro, su voz era un bálsamo para mi agitación.

—No estoy segura —respondí, luchando por mantener la calma—. Solo quiero que esté bien.

Jana me miró con una expresión de comprensión y cariño, y en ese momento, sentí que su apoyo era más valioso de lo que había imaginado. Aunque la incertidumbre seguía siendo abrumadora, el hecho de tener a alguien como Jana a mi lado hacía que la carga fuera un poco más ligera.

Mientras esperábamos noticias, me di cuenta de que su presencia había transformado lo que podría haber sido una noche completamente solitaria y angustiosa en una experiencia en la que, a pesar del dolor, sentía el apoyo de una amistad genuina. Aunque la situación era difícil y las horas parecían interminables, su compañía me daba la fuerza que necesitaba para enfrentar cada momento.
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Sabéis que no puedo vivir sin estas cosas🙏😔

Pero bueno, desarrollo del personaje😁

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora