IX

943 65 15
                                    

Ana

La tarde del viernes estaba teñida de tonos cálidos, con el sol comenzando a ponerse y lanzando rayos dorados por la ventana de mi sala de estar. Me encontraba en mi casa, en mi pequeña y modesta habitación, me estaba vistiendo con los nervios a flor de piel. Jana y yo habíamos estado hablando durante varias semanas y, tras varios encuentros casuales en el bar donde trabajaba y algunas conversaciones por mensajes, habíamos decidido quedar por primera vez.

Aunque los encuentros anteriores habían sido más bien informales, esta noche tenía un toque especial. Jana me había animado a que la sorprendiera, y, aunque mi situación económica no me permitía hacer una reserva en un restaurante elegante o en algún lugar lujoso, había decidido hacer algo que, desde mi perspectiva, sería significativo.

Le pedí a Jana vernos la puerta del bar a las cinco de la tarde, ese día no había trabajado, pero ni loca le decía que se acercarse sola a mi barrio.Mientras esperaba su llegada, me sentía nerviosa pero emocionada.

Cuando Jana llegó, me recibió con una sonrisa radiante. Llevaba una chaqueta ligera y unos vaqueros, lista para lo que fuera que le hubiera preparado. Sin embargo, noté que sus ojos se posaron con curiosidad en mi bici.

—¿Vamos en bici? —preguntó, inclinando la cabeza ligeramente mientras sonreía.

Me mordí el labio, algo insegura. No sabía si le molestaría la idea de pedalear en lugar de ir en coche o hacer algo más convencional.

—Sí...es lo único que tengo para moverme por aquí —dije, rascándome la nuca—. Pero si te molesta, podemos cambiar de plan. No quiero que te sientas incómoda.

Jana soltó una pequeña risa, sacudiendo la cabeza.

—Para nada, me encanta la idea —respondió con una sinceridad que me alivió al instante.

Me sentí un poco tonta por haberme preocupado tanto, pero su entusiasmo fue contagioso y rápidamente dejamos atrás cualquier posible incomodidad.

Me subí al asiento de la bicicleta y le hice un gesto a Jana para que se acomodara detrás de mí. La sentí dudar un poco al principio, pero finalmente se sentó, y sus manos se apoyaron en mi cintura de forma suave, casi tímida.

—Agárrate fuerte —le dije, girando un poco la cabeza para mirarla de reojo—. No te preocupes, tengo mucha práctica. Solo… relájate y disfruta.

Sentí sus brazos rodear mi cintura con más firmeza, y un pequeño escalofrío recorrió mi espalda. Me impulsé con los pies y comenzamos a movernos. La sensación del viento en la cara, las manos de Jana sujetándome con delicadeza, me llenó de una extraña mezcla de emoción y tranquilidad.

Yo iba prácticamente de pie en la bici, intentado que Jana tuviese todo el espacio del asiento para estar cómoda.

Conducir la bicicleta con ella detrás me hacía sentirme como si estuviera en uno de esos sueños que tienes cuando eres niño, donde todo parece perfecto y sin complicaciones. Claro, sabía que la vida real era otra cosa, pero por un momento, quería creer que todo era así de simple.

Mientras pedaleaba, pasamos por algunas calles que se iban estrechando, alejándonos poco a poco del bullicio de la ciudad. El sol estaba comenzando a ponerse, bañando todo en un tono dorado suave, lo que hacía que todo a nuestro alrededor pareciera casi mágico. Podía sentir a Jana relajarse poco a poco detrás de mí, y eso me hizo sonreír.

Después de unos veinte minutos de pedalear en silencio, llegamos al lugar. Era un pequeño parque escondido, uno que pocas personas conocían, y que a mí siempre me había servido como refugio cuando necesitaba pensar o, simplemente, alejarme del caos. Había un pequeño estanque en el centro, rodeado de árboles que parecían abrazar el lugar con sus ramas.

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora