XXXVIII

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Jana

El restaurante tenía un ambiente encantador, con una luz cálida que parecía envolvernos en un abrazo acogedor. Me senté en la mesa junto a la ventana, justo como habíamos planeado, y miré con anticipación hacia la puerta, esperando a Ana. Cada pequeño detalle me recordaba por qué había elegido este lugar para nuestra cita.

Sin embargo, el tiempo comenzó a arrastrarse. Miré mi reloj una y otra vez, intentando mantener la esperanza de que Ana llegaría en cualquier momento. Su ausencia se fue haciendo cada vez más evidente. Comencé a revisar mi teléfono con más frecuencia, pero ni una llamada ni un mensaje llegaban de su parte. La ansiedad se asentó en mi pecho, y los pensamientos comenzaron a dar vueltas en mi cabeza.

Me pregunté si tal vez había tenido un imprevisto, algo que podría haber retrasado su llegada. Pero a medida que pasaban los minutos, mis pensamientos se volvían más inquietantes. Me asaltaban dudas sobre si Ana simplemente había cambiado de opinión o si había algo más serio que le impedía llegar. La idea de que pudiera estar en problemas me llenaba de preocupación.

Miré a mi alrededor, tratando de parecer tranquila mientras los camareros pasaban y me preguntaban si necesitaba algo. Sonreí forzadamente y les dije que no, aunque en realidad me sentía cada vez más desesperada. La comida que había elegido con tanto cuidado estaba en la mesa, cada vez más fría, sin nadie con quien compartirla.

La atmósfera encantadora del restaurante ahora parecía opresiva. El reloj en la pared marcaba el paso del tiempo, cada segundo se sentía como una eternidad. Intenté llamarla nuevamente, pero el teléfono solo seguía sonando sin respuesta. La idea de que algo pudiera estar mal con Ana me llenaba de angustia.

Miré una vez más hacia la puerta, esperando que en cualquier momento Ana apareciera con su sonrisa cálida. Pero el tiempo seguía avanzando y la noche se volvía más profunda. La esperanza que tenía al principio se estaba desvaneciendo lentamente, dejándome con una creciente sensación de desilusión y preocupación. Me sentía atrapada entre la ilusión de una cita perfecta y la dura realidad de una noche que estaba muy lejos de lo que había imaginado.

El teléfono estaba en silencio sobre la mesa cuando finalmente sonó. Miré la pantalla y vi el nombre de Ana, pero cuando contesté la voz a la otra línea no era de Ana . El corazón me dio un salto mientras contestaba, la preocupación mezclada con la esperanza de escuchar a Ana.

—¿Miguel? —dije, mi voz temblando—. ¿Dónde está Ana? ¿Qué ha pasado?

La voz de Miguel, que solía ser tan calmada, sonaba grave y cargada de urgencia.

—Jana, no sé cómo decirte esto —dijo Miguel—. Ana está en el hospital. Ella está herida y necesita que vengas de inmediato.

El pánico me llenó al instante. Sentí que el suelo se movía bajo mis pies mientras intentaba asimilar sus palabras.

—¿Qué le ha pasado? —pregunté, la voz quebrándose—. ¿Está bien? ¿Qué ha pasado exactamente?

Miguel hizo una pausa antes de responder, su voz tensa.

—No te puedo decir todo ahora, pero ha sido algo serio. Ella está asustada y necesita estar rodeada de gente que le importe. Por favor, ven al hospital cuanto antes. Voy a enviarte la dirección-Dijo con angustia en la voz.

Mientras Miguel me daba la dirección del hospital, mis pensamientos corrían a mil por hora. El miedo y la preocupación se apoderaron de mí mientras intentaba mantener la calma y entender lo que estaba ocurriendo. La idea de Ana herida y sola en el hospital era casi insoportable.

—Voy en camino —dije con firmeza, aunque mi voz temblaba—. Gracias por avisarme.

Colgué la llamada y salí del restaurante, el corazón acelerado y la mente llena de ansiedad. El frío de la noche me golpeó mientras me dirigía hacia el hospital, mis pensamientos centrados en Ana y en el deseo urgente de estar a su lado. Sabía que no podía perder tiempo, así que aceleré el paso, con la única esperanza de llegar a tiempo para apoyarla en este momento tan crítico.

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora