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Después de las bromas y las risas con mis amigas, nos despedimos y comenzamos a caminar hasta el coche para volver a casa. La tarde se tornó más tranquila, con una brisa suave y el sol bajando en el horizonte. Ana, Jan y yo caminábamos juntos, sumidos en una conversación ligera, riendo de las ocurrencias de Jan y recordando lo divertido que había sido el día de Sant Jordi.

El ambiente estaba lleno de alegría. Jan no dejaba de hablar sobre el partido que jugaba ese mismo finde y cómo había convencido a Ana de comprar la rosa del Barça. Cada vez que mencionaba la rosa, Ana soltaba una risita nerviosa, pero no podía ocultar lo contenta que estaba por cómo habían salido las cosas. Yo me sentía afortunada de estar con ellos, compartiendo ese momento que, aunque sencillo, era perfecto.

Al llegar a casa, Ana se detuvo en la puerta, con una expresión un poco más seria.

—Tengo que ir un momento al hospital —dijo, rompiendo la tranquilidad del momento.

La miré, sorprendida, sin entender del todo.

—¿Al hospital? ¿Por qué? —pregunté, sintiendo que mi preocupación afloraba.

Ana sonrió suavemente, tratando de tranquilizarme.

—No es nada grave, no te preocupes. Solo es para que me quiten los puntos de la ceja —explicó, señalando la pequeña cicatriz sobre su ojo izquierdo. La preocupación se desvaneció un poco al darme cuenta de que era solo un procedimiento de rutina.

—Ah, claro —respondí, más aliviada—. ¿Quieres que te acompañe?

Ana negó con la cabeza, aunque agradeció el gesto con una sonrisa.

—No hace falta, de verdad. No tardaré mucho. Pero me gustaría que te quedaras con Jan mientras voy —dijo, mirando a su hermano.

Jan, que había estado entretenido viendo la tele, levantó la cabeza al escuchar su nombre. Se acercó a nosotras, con una expresión curiosa.

—¿Te vas al hospital? —preguntó, un poco preocupado.

Ana se agachó para estar a su altura y le revolvió el pelo con cariño.

—Solo un momento, peque. Jana se quedará contigo hasta que vuelva, ¿vale?-Jan asintió, un poco más tranquilo, y se volvió hacia mí con una sonrisa.

—¿Podemos jugar mientras Ana va al hospital?—dijo, ya entusiasmado con la idea y yo asentí.

Miré a Ana, y ella me devolvió una mirada agradecida. Le devolví la sonrisa, comprendiendo que quería asegurarse de que Jan estuviera bien acompañado.

—No te preocupes, aquí estaremos cuando regreses —le dije, con un tono tranquilizador.

Ana se puso de pie, dándome un beso rápido antes de salir hacia el hospital. La vi alejarse por el salón, sintiendo una pequeña punzada de preocupación, pero confiando en que todo saldría bien.

—Vamos, Jan. ¿Qué quieres hacer mientras esperamos? —le pregunté, volviendo mi atención a él.

Jan me miró con una sonrisa traviesa.

—¿Jugamos un partido de fútbol en el jardín? —sugirió, con la pelota ya en la mano.

No pude evitar reírme. Sabía que mientras jugábamos, el tiempo pasaría rápido hasta que Ana volviera a casa.

Ana

Me senté en la camilla del hospital, observando cómo la enfermera retiraba con cuidado los puntos de mi ceja. Era un alivio saber que todo lo que pasó estaba quedando atrás, pero a pesar de eso, no podía ignorar la creciente preocupación que tenía en el pecho. Había algo más que necesitaba decir, algo que me había estado atormentando durante días.

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora