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Ana

Cuando comencé a despertar, el mundo a mi alrededor parecía estar envuelto en una niebla espesa y confusa. Mis sentidos, que habían estado apagados durante tanto tiempo, se activaban lentamente, pero todo me resultaba difuso y caótico. La luz del hospital era cegadora y los sonidos de los monitores y las máquinas resonaban en mis oídos como un eco distante. Me sentía desubicada, como si flotara en un estado entre el sueño y la vigilia, sin poder entender del todo lo que estaba ocurriendo.

Un profundo desasosiego me invadió. No lograba recordar cómo había llegado hasta aquí, y la sensación de desorientación y miedo era abrumadora. Las imágenes y los sonidos se mezclaban y desdibujaban en mi mente, haciendo que todo pareciera irreal.

Pero entonces, una voz familiar atravesó el caos. Era la voz de Jana, llena de emoción y ternura, esa voz me resultaba tan cálida y reconfortante que me hizo sentir una leve ola de alivio.

Intenté concentrarme en la voz de Jana, aferrándome a ella como si fuera un salvavidas en medio de una tormenta. A pesar de mi estado confuso, su presencia me daba un pequeño respiro, un rayo de esperanza en mi mar de incertidumbre. Sin embargo, pronto me di cuenta de que había algo más que me preocupaba: no podía moverme con facilidad.

Intenté mover los dedos, estirar las piernas, hacer cualquier cosa que me ayudara a sentirme más en control, pero todo esfuerzo era en vano. Mi cuerpo parecía estar completamente exhausto y pesado, como si estuviera atrapada en una prisión de debilidad. La preocupación se apoderó de mí, y el hecho de no poder moverme me aterrorizaba.

-Jana...-logré decir con dificultad, mi voz sonando débil y quebrada. Sentía una creciente angustia mientras mis palabras apenas salían. 

El miedo y la desesperación en mi voz eran claros, aunque apenas podía hablar. A pesar de que sentía un consuelo al saber que Jana estaba cerca, la realidad de mi debilidad me estaba consumiendo.

Sus palabras, aunque llenas de consuelo, también me hicieron darme cuenta de cuán frágil me sentía. La preocupación seguía presente, pero el saber que Jana estaba a mi lado, ofreciéndome su apoyo y amor, me dio un pequeño respiro en medio de mi angustia. Intenté relajarme, tratando de confiar en que su fortaleza y apoyo me ayudarían a recuperar la mía.

Mientras intentaba asimilar todo lo que estaba sucediendo, la habitación se llenó con el sonido de pasos que se acercaban a la cama. Una enfermera entró con una sonrisa profesional, pero sus ojos mostraban una calidez reconfortante. Me miró con atención y comenzó a preparar su equipo para hacer una serie de preguntas.

-Hola, Ana- dijo con voz suave, tratando de no abrumarme.-Voy a hacerte algunas preguntas para asegurarme de que todo está en orden.-¿Te parece bien?

Asentí lentamente, aún sintiéndome desubicada pero agradecida por la presencia de la enfermera. Estaba agotada, pero intentaba concentrarme en sus preguntas y en responder de la mejor manera posible.

-Primero, ¿puedes decirme tu nombre completo?-preguntó la enfermera, mientras me observaba con atención.

Tomé una respiración profunda, tratando de despejar la confusión que aún nublaba mi mente. 

-Mi nombre es Ana Ferrer- respondí con voz temblorosa, esforzándome por mantener la claridad en mis palabras.

La enfermera asintió y continuó con su lista de preguntas. 

-Muy bien, Ana. ¿Cuántos años tienes?-Preguntó con una sonrisa.

-Veintiuno-contesté, sintiendo un leve alivio al poder recordar esa información.

La enfermera sonrió y siguió con preguntas que buscaban ayudar a evaluar mi estado general. 

-¿Puedes decirme los nombres de algunas personas cercanas a ti, quienes te importan mucho?-Pidió con delicadeza y yo asent''i.

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora