Cuando los paramédicos llegaron y comenzaron a atender a Ana, mi mente estaba sumida en un torbellino de miedo y desesperación. Verla desvanecerse con la sangre en sus labios y la conciencia tambaleándose era más aterrador de lo que jamás había imaginado. Cada segundo que pasaba sin que ella recuperara completamente la conciencia me llenaba de una angustia profunda. Jan estaba a mi lado, observando con una mezcla de curiosidad infantil y creciente preocupación.
—Ana, por favor, aguanta —murmuré, mi voz temblando mientras los paramédicos se movían con rapidez a su alrededor. Sentía una oleada de pánico cada vez que miraba su rostro, tan pálido y débil. Mi corazón estaba en un puño, y el miedo de perderla me llenaba por completo.
Jan me miraba con los ojos grandes, sin comprender del todo la gravedad de la situación. Me preguntaba constantemente si Ana estaba bien y qué estaba pasando. Sus preguntas eran una punzada constante en mi angustia, y me esforzaba por mantener la calma para no asustarlo más.
—¿La ayudarán? —pregunté, mi voz apenas un susurro, aunque intentaba mantener la compostura.
Uno de los paramédicos me lanzó una mirada reconfortante.
—Sí, haremos todo lo posible —dijo, tratando de calmar mi ansiedad. La certeza en sus palabras era un pequeño consuelo, pero el dolor en mi pecho seguía sin cesar.
Mientras la colocaban en la camilla y la preparaban para el traslado, me incliné sobre ella, intentando captar cualquier señal de conciencia.
—Ana, no te vayas. Te necesito aquí —le dije, mis palabras cargadas de una desesperada súplica.
Ana apenas movió un dedo, su respiración era irregular, y eso me rompía el corazón. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas sin que pudiera detenerlas. Nunca antes había sentido una pérdida tan tangible, un miedo tan intenso. No podía imaginar mi vida sin ella, y la idea de perderla era una pesadilla viviente.
Jan estaba a mi lado, con el rostro desdibujado por la preocupación.
—¿Por qué la tata está sangrando? —preguntó con una voz temblorosa.
—No lo se Jan —respondí, intentando sonar tranquilizadora aunque la desesperación en mi voz era evidente—. Los médicos están aquí para ayudarla. Todo saldrá bien.
Cuando finalmente el equipo de paramédicos se preparó para llevar a Ana en la ambulancia, me aferré a su mano un momento más.
—Vamos con vosotros—le dije a los paramédicos, con una voz firme aunque quebrada. No podía separarme de ella en este momento, necesitaba estar cerca, necesitaba estar allí para ella.
El trayecto hasta el hospital fue una mezcla de esperanza y angustia. Jan estaba sentado a mi lado, intentando mantenerse ocupado con un juguete que había traído consigo. Su silencio era inquietante, y su ansiedad se reflejaba en la forma en que miraba por la ventana, sin comprender completamente lo que estaba sucediendo.
Al llegar al hospital, el personal médico se encargó de Ana de inmediato. La llevaron a una sala de emergencias mientras yo me quedaba en la sala de espera, el corazón en un constante latido acelerado. Jan se quedó a mi lado, su pequeña mano en la mía, buscando consuelo en medio de la tormenta.
La espera fue interminable, cada minuto parecía una hora, y el miedo de no saber qué estaba pasando con Ana me estaba consumiendo. Miraba a Jan, intentando ofrecerle algo de tranquilidad mientras el pánico se apoderaba de mí.
—Jana, ¿Ana está bien? —preguntó Jan con una voz temblorosa.
—No lo sabemos todavía, Jan —le respondí, intentando mantener la calma—. Pero los médicos están trabajando para ayudarla. Solo necesitamos esperar y confiar en que todo saldrá bien.
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𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳
RandomDesde que Jana vio a Ana por primera vez algo en ella le llamó demasiado la atención, ambas son personas completamente diferentes, sus vidas no tienen nada que ver, pero por alguna razón el destino decide juntarlas