LIX

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Entré al hospital con el mismo sentimiento de esperanza y temor que me acompañaba cada día. Los pasillos me resultaban familiares, pero siempre había algo nuevo que me inquietaba. Me dirigí a la habitación de Ana, pero antes de llegar, un médico se me acercó. Su rostro estaba serio y su tono, inusualmente grave.

-¿Podemos hablar un momento?-me pidió, y una oleada de preocupación me invadió. Asentí y lo seguí hasta una sala de espera cercana.

Nos sentamos, y el médico comenzó a hablar con un cuidado que parecía intentar suavizar el impacto de sus palabras.

-Estamos preocupados por el estado de Ana. Lleva mucho tiempo sin mostrar ningún tipo de cambio significativo, y en estos casos estamos obligados a decirles a las familias que se preparen para lo peor-Dijo bastante serio.

Mis ojos se abrieron con incredulidad. Las palabras parecían flotar en el aire, como una amenaza que no quería aceptar.

-No, no puedo aceptar eso-respondí con firmeza, aunque mi voz temblaba ligeramente.-Ana va a salir de esto. Estoy segura de que volverá a casa. Ella es fuerte y confío en que se recuperará.

El médico parecía entender mi desesperación, su expresión era una mezcla de empatía y preocupación.

-Entiendo que esto es difícil, pero debemos ser realistas. La situación es muy grave y la recuperación en estos casos no siempre es posible-Sus palabras eran como una losa de piedra sobre mi pecho, pero me negué a permitir que el peso me aplastara.

-No. Ana es una luchadora, y ella va a salir de aquí. No voy a pensar en lo peor. Voy a esperar hasta que ella vuelva a casa con nosotros, cueste lo que cueste-El médico asintió, reconociendo mi resistencia.

-Solo quería que estuvieras informada. Si necesitas hablar o tienes preguntas, estaré disponible-Dijo un una pequeña sonrisa.

Salí de la sala con el corazón palpitante, el eco de las palabras del médico resonando en mi mente. Regresé a la habitación de Ana con una determinación renovada. La habitación estaba en silencio, salvo por el suave zumbido de los aparatos que monitorizaban sus signos vitales. Me acerqué a su cama y me senté a su lado, tomando su mano con una firmeza que intentaba transmitirle todo mi amor y mi fuerza.

-Ana-comencé, mi voz era un susurro cargado de emoción.-No vas a irte. No te dejaré ir. Eres la persona más fuerte que conozco, y yo estoy aquí contigo, cada paso del camino. No importa cuánto tiempo pase, yo estaré aquí esperándote. Estoy segura de que vas a salir de esto, y cuando lo hagas, estaremos juntas de nuevo en casa.

Sentí sus dedos contra los míos, una señal tenue de conexión, pero para mí era suficiente. Continué hablando, como si mis palabras pudieran alcanzar el rincón más profundo de su ser.

-Nunca voy a dejarte sola. Confío en ti, en tu fuerza, en tu lucha. Nos veremos en casa, y hasta entonces, estoy aquí. Siempre-El silencio que siguió estaba lleno de promesas y esperanzas. Aferrada a su mano, me quedé junto a ella, esperando con toda mi alma, sin permitir que la desesperanza entrara en mi corazón. Sabía que Ana podía sentir mi presencia, y eso era todo lo que necesitaba para seguir adelante.

-Ana, quiero que sepas algo- dije, mi voz temblando con emoción.-En cuanto despiertes, volveremos a estar juntas de nuevo. Voy a estar contigo en todo momento, como siempre lo he estado. No importa lo que pase, no me voy a mover de tu lado, te amo Ana, y me arrepiento de no habértelo dicho antes.

Miré su rostro, esperando alguna señal, y continué con un tono más ligero, intentando mantener la esperanza viva.

-Y cuando te despiertes, quiero que sepas que tendrás tu propia habitación para todas tus gorras. Te compraré todas las gorras que quieras, las más coloridas, las más extravagantes. Tendrás una colección que será solo tuya-De repente, mientras seguía hablando, escuché un sonido sutil.

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora