XXVIII

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Ana

Jana y yo estábamos tumbadas en el sofá de su casa, envueltas en mantas y con un bol de palomitas a medio terminar entre nosotras. Habíamos pasado la tarde viendo películas y charlando, dejando que las horas se escurrieran sin prisa. La sala estaba en penumbra, iluminada solo por la luz parpadeante de la pantalla y las suaves luces que colgaban en la pared. Era uno de esos momentos en los que todo se siente fácil, donde el tiempo parece detenerse y nada más importa.

Mientras los créditos de la última película rodaban en la pantalla, noté que Jana se giraba hacia mí, apoyando la cabeza en el cojín. Tenía una expresión pensativa, como si estuviera considerando algo, y yo esperaba a ver qué diría.

—Oye, Ana… —comenzó, con ese tono suave que usaba cuando estaba a punto de sugerir algo—. Estaba pensando… ¿Te gustaría quedarte a dormir esta noche?

Me tomó por sorpresa, pero en cuanto lo dijo, supe que quería decir que sí. Estábamos tan cómodas, y la idea de terminar la noche aquí, juntas, sonaba perfecta.

—Claro—respondí con una sonrisa, sintiendo una cálida emoción al pensar en lo que sería pasar la noche en su casa—. Además, mi hermano está en casa de su mejor amigo esta noche, así que no tengo que preocuparme por él. Estoy libre para quedarme.

Jana sonrió, aliviada y contenta a la vez.

Nos quedamos un rato más en el sofá, hablando sobre qué más podíamos hacer. Finalmente, decidimos que era hora de prepararnos para dormir. Subimos a su habitación, donde Jana me dio una camiseta suya para dormir. Mientras me la ponía, sentí una extraña mezcla de nerviosismo y emoción. No era solo que nunca habíamos dormido juntas, sino que también era la primera vez que compartíamos algo tan íntimo como una pijamada.

Nos metimos bajo las mantas, una al lado de la otra, y apagamos la luz. La oscuridad llenó la habitación, pero en lugar de sentirme incómoda, me sentí sorprendentemente tranquila. Podía escuchar la respiración suave de Jana a mi lado, un recordatorio de que no estaba sola.

A pesar del cansancio, mi mente seguía corriendo. Estaba tan cerca de Jana, nuestras piernas apenas se rozaban bajo las sábanas, y aunque no era la primera vez que compartía una cama con alguien, había algo diferente en esto. Era una conexión distinta, más profunda, más significativa. Sentí que esta noche marcaba un antes y un después en nuestra amistad.

Me giré un poco hacia ella, sabiendo que probablemente no podía verme en la oscuridad, pero sintiendo la necesidad de decir algo.

—Gracias por invitarme a quedarme —susurré, mi voz apenas un murmullo.

Jana no tardó en responder.

—Me alegra que hayas dicho que sí —dijo, con un tono tan suave que apenas lo escuché, pero lleno de sinceridad.

El silencio volvió a llenar la habitación, pero no era incómodo. Era un silencio lleno de significado, de esa tranquilidad que solo se encuentra cuando estás con alguien en quien confías plenamente. Mientras los minutos pasaban, me di cuenta de lo segura que me sentía. La calidez de las mantas, la cercanía de Jana, y la paz de la noche me envolvieron en una sensación de felicidad que rara vez había experimentado.

Cerré los ojos, dejándome llevar por esa calma. Sabía que esta era la primera vez que dormíamos juntas, pero no podía dejar de sentir que era solo el comienzo de algo más grande. Y con ese pensamiento en mente, me quedé dormida, sabiendo que esta noche sería una que nunca olvidaría.

El sol apenas se filtraba a través de las cortinas cuando me desperté. Sentí el calor de las mantas a mi alrededor, y por un momento me quedé allí, disfrutando de la comodidad de la cama de Jana. Todo estaba en silencio, y cuando me giré, me di cuenta de que estaba sola. No me preocupé por eso; seguramente Jana ya estaba despierta y haciendo alguna cosa en la casa. Me estiré perezosamente, sintiendo el peso de la noche de sueño, y me levanté con los ojos medio cerrados, aún adormilada.

Caminé con pasos lentos hacia el baño de la habitación, dejándome guiar por la rutina sin pensar demasiado en lo que estaba haciendo. Cuando empujé la puerta, un denso vapor me envolvió al instante, sorprendiéndome. El aire estaba cálido y húmedo, como si una nube se hubiera instalado dentro del baño. Parpadeé, tratando de aclarar mi visión, y fue entonces cuando me giré un poco y la vi.

Jana estaba en la ducha, desnuda, con el agua caliente cayendo sobre su piel. La imagen me tomó completamente desprevenida, y en un acto reflejo, aparté la mirada de inmediato, sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas. Mi corazón comenzó a latir más rápido mientras trataba de recomponerme.

—¡Lo siento! —exclamé, avergonzada y nerviosa—. No sabía que estabas aquí. No quise interrumpir…

Mi voz se fue apagando mientras me daba la vuelta, mirando al suelo con insistencia. Podía sentir cómo la humedad del vapor se pegaba a mi piel, pero lo que realmente me hacía sentir incómoda era el hecho de haberla visto en un momento tan íntimo.

Para mi sorpresa, Jana no se mostró molesta. De hecho, empezó a reír, una risa suave y despreocupada que llenó el pequeño baño.

—Ana, tranquila —dijo con una voz que sonaba cálida y divertida—. No pasa nada.

Escuché cómo el agua se detenía y, al poco tiempo, el suave sonido de la cortina de la ducha deslizándose. No me atreví a levantar la vista, mis ojos todavía enfocados en el suelo, sintiendo cómo mis mejillas ardían de vergüenza. De pronto, noté que Jana se acercaba, y cuando levanté la vista tímidamente, la vi de reojo envuelta en una toalla.

Sin previo aviso, Jana se inclinó hacia mí, colocando una mano suave pero firme en mi barbilla. Con un gesto delicado, giró mi rostro para que la mirara directamente. Sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y algo más profundo, algo que no había visto en ella antes.

—No tienes por qué pedir perdón —susurró, su voz apenas un murmullo, pero lo suficientemente clara como para hacer que mi respiración se acelerara.

Antes de que pudiera reaccionar, Jana acortó la distancia entre nosotras y, sin previo aviso, presionó sus labios contra los míos. Fue un beso suave, tierno, pero lleno de una intención que me dejó sin aliento. El mundo pareció detenerse por un momento; todo lo que existía era ese contacto, la sensación de sus labios sobre los míos y el latido acelerado de mi corazón.

Cuando se apartó, sus ojos seguían fijos en los míos, y en su mirada había una calma que me desarmó por completo.

—No me incomoda nada de lo que ha pasado —dijo con una sonrisa tranquila—. De hecho, me alegra que haya ocurrido así.

Yo seguía demasiado sorprendida para hablar, pero la calidez en su voz y la suavidad con la que me había besado disiparon cualquier nerviosismo que pudiera haber sentido. Asentí levemente, intentando procesar todo lo que acababa de suceder. Jana soltó mi barbilla con delicadeza, aún con esa sonrisa serena en su rostro, y se alejó para coger algo de ropa.

Me quedé allí, de pie en el baño, tratando de entender lo que acababa de pasar. La habitación seguía envuelta en vapor, pero ahora, todo se sentía diferente. Sabía que, después de esto, las cosas entre nosotras cambiarían, y aunque todavía no podía poner en palabras lo que acababa de sentir, una cosa era segura: lo que había sucedido no me incomodaba en lo más mínimo.
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Ana es más tierna🥹

Primera noche juntas😝

𝐍𝐎𝐓 𝐄𝐍𝐎𝐔𝐆𝐇-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora