Capitulo 2

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Bajo el Mismo Techo
Mackenzie

No sé cuánto tiempo me llevó recomponerse después de salir del despacho de Frederick Montgomery. Tal vez fueron solo segundos, pero se sintió como una eternidad. La tensión en el ambiente, la manera en que sus ojos me atravesaban... Era como si esa oficina tuviera su propia atmósfera. Respiré profundamente cuando las puertas del ascensor se cerraron, dejando ese helado despacho detrás de mí. No lo admitiría en voz alta, pero la batalla de miradas con Frederick me había dejado más agotada de lo que esperaba.

Mientras bajaba por el ascensor, mi teléfono vibró. Era un mensaje de mi asistente, Emma.

Emma: "¿Cómo te fue? ¿Sobreviviste al temido Frederick Montgomery?"

Solté una risa silenciosa mientras respondía.

Yo: Sobreviví. Apenas. El tipo es... algo."

No tenía palabras para describir con exactitud lo que acababa de experimentar. Frederick Montgomery no era solo un hombre arrogante con poder. Era mucho más complejo. Y si quería llevar a cabo el proyecto, iba a necesitar mantenerse un paso por delante de él. O, al menos, intentarlo.

Cuando llegué al vestíbulo de la planta baja, la realidad me golpeó de nuevo. Estaba en uno de los proyectos más grandes de mi carrera, y si lo hacía bien, podría consolidar mi nombre como la arquitecta número uno en el mundo. El proyecto en el que había sido contratada no era cualquier cosa: era el rediseño completo de una de las sedes más importantes de Montgomery Enterprises, un edificio icónico que Frederick quería transformar en una obra maestra moderna.

Con la carpeta de planos bajo el brazo, me dirigí hacia mi coche, con la mente llena de ideas, posibles soluciones y una pizca de nerviosismo que me odiaba a mí misma por sentir. No porque temiera fallar, sino porque había algo en Frederick que me desequilibró de una manera que no podía explicar. Sacudí la cabeza y me concentré en lo que importaba: mi trabajo.

Al día siguiente, llegué temprano a la sede de Montgomery Enterprises. Como siempre, mi rutina era revisar los planos, los detalles técnicos y asegurarse de que todo estuviera en orden antes de presentar cualquier avance. No podía permitirme cometer errores, sobre todo con Frederick observando con tanta atención. Había dejado claro que no toleraba fallos.

Mi pequeño despacho temporal estaba en la misma planta que el de Frederick, lo que, si soy honesta, me incomodaba un poco. Era difícil no pensar en la mirada penetrante de él cuando sabía que estaba a tan solo unos pasos de distancia. Pero, bueno, en realidad no es como si nos viéramos mucho. Frederick estaba ocupado con sus interminables reuniones y decisiones corporativas. Aún así, el solo hecho de saber que su oficina estaba ahí era un recordatorio constante de que no podía permitirme bajar la guardia.

Alrededor del mediodía, decidí tomar un respiro. Mi cabeza estaba a punto de explotar después de horas de revisar cálculos y proyecciones. Me dirigí hacia la cafetería del edificio, que, como todo lo relacionado con Montgomery Enterprises, era impresionante. Amplia, elegante, con ventanales que daban una vista increíble de la ciudad. Pedí un café fuerte, porque lo necesitaba urgentemente, y me senté en una mesa cerca de la ventana.

Mientras observaba el bullicio de la ciudad, mi mente divagó. Me pregunté cómo habría sido la vida de Frederick antes de convertirse en el hombre frío y controlador que es hoy. Sabía que tenía tres hijos, pero según lo que me habían contado algunos colegas, apenas se involucra en sus vidas. Me imaginaba que ser un padre ausente era una elección más que una consecuencia de su éxito empresarial. Frederick no parecía el tipo de hombre que dejaba que algo lo distrajera de sus objetivos.

—¿Siempre te pierdes tanto en tus pensamientos o es solo cuando tomas café? —dijo una voz grave detrás de mí.

Mi cuerpo se tensó automáticamente. No necesitaba girarme para saber quién estaba allí. Pero lo hice, lentamente, encontrándome con esos ojos azules que me observaban con su típica mezcla de curiosidad y desaprobación.

—Solo cuando necesito un respiro de planos y cálculos —respondí, intentando mantener mi tono relajado. No iba a dejar que supiera que su presencia me afectaba.

Frederick hizo una ligera inclinación con la cabeza, como si aceptara mi respuesta, pero sus ojos seguían fijos en mí, evaluándome.

—Te has adaptado rápido —comentó mientras se sentaba frente a mí sin preguntar. Me sorprendió ese movimiento. No parecía el tipo de persona que se sentaría en la cafetería del edificio como un empleado más, pero aquí estaba.

—No es mi primer gran proyecto —dije, tratando de mantener la conversación en terreno neutral. No quería mostrar ninguna debilidad, ni siquiera en una charla casual.

—Lo sé —replicó, su tono más suave de lo que esperaba—. Pero este no es cualquier proyecto. No para mí.

Había algo en la manera en que dijo eso, como si hubiera más de lo que estaba dejando ver. Mi instinto me decía que Frederick Montgomery era un hombre de muchas capas, pero todas cubiertas por esa fachada de acero. La pregunta era si realmente me importaba lo que había detrás de todo eso.

—¿Por qué este edificio es tan importante para usted? —pregunté, incapaz de contener mi curiosidad.

Frederick se quedó en silencio un momento, su mirada desviándose hacia la ventana por primera vez desde que se había sentado.

—Porque representa todo lo que construí —dijo finalmente, su voz baja, casi como si estuviera hablando consigo mismo—. Todo por lo que he sacrificado.

La frialdad habitual en su tono se había desvanecido por un segundo, dejándome entrever algo que no había esperado: vulnerabilidad. Pero fue solo un parpadeo. Al instante siguiente, volvió a erguirse en su silla y me miró como si nada hubiera pasado.

—Y no puedo permitirme que algo que representa tanto para mí sea menos que perfecto.

Ahí estaba de nuevo, el Frederick Montgomery que conocía: implacable y exigente. Pero ya había visto un destello de algo más, algo que me hizo preguntarme si el hombre detrás del tirano era tan simple como el mundo creía.

—No se preocupe —respondió, inclinándose un poco hacia adelante—. Lo que yo diseño no es menos que perfecto. ¿O acaso lo duda?

Esa media sonrisa volvió a aparecer en su rostro, la misma que había mostrado el día anterior.

—Lo veremos, Mackenzie —respondió, con una mirada que prometía mucho más que una simple relación laboral.

Cuando se levantó y se alejó, dejándome sola de nuevo, me di cuenta de algo: este proyecto no solo iba a ser un desafío profesional. Frederick Montgomery iba a ser el mayor desafío de todos. Y, de alguna manera, no estaba tan segura de cómo me sentía al respecto.

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