Capitulo 43

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Una Conversación importante
Frederick 

El día transcurrió con una rutina que, en otro momento, habría considerado monótona. Desde la reunión matutina con los directores de diferentes departamentos hasta las negociaciones interminables con socios internacionales, todo me mantenía ocupado, pero no lo suficientemente distraído. Mi mente regresaba constantemente al consultorio médico, a la ecografía y a la noticia que ahora pesaba en mi conciencia. Una niña.

El concepto de tener una hija era algo que nunca había considerado seriamente. Mi vida había sido una serie de decisiones calculadas, desde la dirección de mis empresas hasta la elección de la madre de mis hijos, que, en retrospectiva, había sido más una decisión pragmática que emocional. Ahora, estaba a punto de entrar en un territorio completamente nuevo, y aunque odiaba admitirlo, sentía una mezcla de ansiedad y expectativa.

Llegué a casa más temprano de lo habitual esa noche. Me había acostumbrado a largas horas en la oficina, un refugio del caos que mis hijos podían traer consigo. Pero hoy, necesitaba estar en casa. Necesitaba verlos y, por primera vez, compartir con ellos una noticia que cambiaría nuestras vidas.

Al abrir la puerta, los sonidos familiares de risas infantiles me dieron la bienvenida. William, con sus diez años, siempre había sido el más responsable, cuidando de sus hermanos como si entendiera, incluso a su corta edad, que nuestra familia era diferente. James, de cinco años, era todo energía y curiosidad, siempre con una pregunta o un proyecto en marcha. Y Emily... Emily, con solo un año, ya mostraba una determinación feroz, algo que secretamente admiraba.

Entré en la sala de estar, donde los tres estaban jugando en la alfombra. Al verme, William fue el primero en levantarse.

—Papá, llegaste temprano —dijo con una mezcla de sorpresa y alegría en su voz.

James levantó la vista, interrumpiendo lo que parecía ser una construcción complicada de bloques.

—¡Papá! —gritó, corriendo hacia mí con los brazos abiertos.

Recibí a James en un abrazo y asentí hacia William. Emily, por su parte, estaba sentada en su pequeña silla, jugando con una muñeca. Su mirada fija en mí mientras observaba la interacción con sus hermanos.

—Sí, llegué temprano hoy —dije mientras acariciaba el cabello de James—. Necesitaba hablar con ustedes tres.

William, siempre tan perspicaz, frunció el ceño un poco, como si ya estuviera anticipando algo importante. Emily, al darse cuenta de que algo estaba pasando, dejó caer su muñeca y me miró con sus grandes ojos curiosos.

—¿Es algo malo, papá? —preguntó William, su voz llena de una preocupación madura para su edad.

Negué con la cabeza y me agaché para estar a su nivel.

—No, no es nada malo, William. Es... bueno, algo grande está por suceder en nuestra familia.

James, que todavía estaba en mis brazos, me miró con una sonrisa expectante.

—¿Vamos a tener un perro? —preguntó con la emoción de un niño que aún no conoce la complejidad de la vida.

Sonreí ante su inocencia y lo puse suavemente en el suelo antes de sentarme en el sofá, señalando a los tres para que se acercaran. William se sentó a mi lado, mientras James se acurrucaba a mis pies. Emily, con su muñeca olvidada, gateó hacia mí y se apoyó en mi pierna, observándome con esos ojos brillantes que parecían absorber cada palabra.

—No, James —dije suavemente—, no vamos a tener un perro. Lo que quiero decirles es que pronto tendrán una hermanita.

Hubo un momento de silencio mientras los tres procesaban la información. William fue el primero en reaccionar, sus ojos se abrieron de par en par.

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