La Realidad del Cambio
FrederickMackenzie estaba tan hermosa como siempre, pero algo era diferente. A medida que pasaba el tiempo, la realidad de su embarazo empezaba a ser más evidente. Esa noche, mientras estábamos en mi oficina, me di cuenta de algo que me dejó sin aliento: su embarazo ya empezaba a mostrarse, y por un momento, sentí una mezcla de emociones que no podía ignorar.
Habíamos estado hablando sobre los detalles del gran proyecto arquitectónico que estaba liderando. Su pasión por el trabajo, su enfoque y dedicación eran contagiosos, y yo no podía evitar admirarla más con cada palabra que decía. Sin embargo, esa noche, mis pensamientos estaban distraídos. Mis ojos volvían constantemente a su vientre, donde una ligera curva comenzaba a formarse bajo la tela de su blusa.
No era una curva muy pronunciada, pero para alguien como yo, que estaba acostumbrado a observar cada detalle, era inconfundible. Mackenzie, siempre tan consciente de su apariencia, parecía estar haciendo un esfuerzo considerable por disimularlo. Pero no era algo que pudiera ocultar por mucho tiempo. La vida que llevaba dentro estaba creciendo, y con ella, los cambios en su cuerpo eran inevitables.
Intenté concentrarme en lo que decía, en los planos y las ideas que tenía para el proyecto, pero mis pensamientos seguían volviendo a esa pequeña curva. No podía evitarlo. Una parte de mí se sentía fascinada, casi hipnotizada por la idea de que dentro de ella estaba creciendo nuestro hijo. Pero otra parte, más oscura, sentía un profundo temor.
—Frederick, ¿estás bien? —La voz de Mackenzie me sacó de mis pensamientos.
Parpadeé, dándome cuenta de que había estado perdido en mis pensamientos por más tiempo del que me había dado cuenta. Ella me miraba con una mezcla de preocupación y curiosidad, inclinándose ligeramente hacia adelante.
—Sí, lo siento —respondí, tratando de recomponerme—. Estaba pensando en... en cómo van avanzando las cosas.
Ella sonrió, aunque pude notar una leve tensión en su expresión. Mackenzie siempre había sido buena leyendo entre líneas, y sabía que no estaba siendo completamente honesto.
—Sé que esto es difícil para ti, Frederick —dijo suavemente—. Lo es para mí también. Pero estamos en esto juntos, ¿verdad?
Asentí, aunque en mi interior, la confusión seguía presente. Había pasado tanto tiempo controlando cada aspecto de mi vida, de mis negocios, que enfrentar algo tan impredecible como la vida creciendo dentro de Mackenzie era abrumador. Y lo peor era que no sabía cómo manejarlo.
—Lo estamos —afirmé, más para convencerme a mí mismo que a ella—. Pero... Mackenzie, ¿te has dado cuenta?
Ella me miró con una expresión interrogante, sin comprender a qué me refería.
—¿De qué hablas?
—Tu embarazo —dije finalmente, mi voz más baja de lo que había planeado—. Ya se nota.
Mackenzie se quedó en silencio por un momento, sus ojos bajando instintivamente hacia su vientre. Vi cómo sus manos se posaban suavemente sobre él, como si intentara proteger la pequeña curva que estaba empezando a formarse. Su expresión cambió, pasando de la sorpresa a una suave aceptación.
—Sí —admitió, su voz apenas un susurro—. Lo he notado. Pero... no quería que fuera tan obvio tan pronto.
Pude ver la lucha interna en sus ojos. Mackenzie siempre había sido una mujer fuerte, independiente, que valoraba su carrera y su imagen. Ahora, enfrentarse a los cambios en su cuerpo, a la inevitable realidad de su embarazo, era algo que la hacía sentir vulnerable.
—Mackenzie —dije, tomando una de sus manos entre las mías—, no tienes que preocuparte por eso. Estamos en esto juntos, como dijiste. No estás sola.
Ella me miró, y por un momento, vi algo que rara vez mostraba: inseguridad. Mackenzie siempre había sido tan segura de sí misma, tan confiada en todo lo que hacía, pero ahora estaba enfrentando algo que no podía controlar, algo que la hacía sentirse expuesta.
—Sé que esto es parte del proceso —respondió finalmente, su voz temblando ligeramente—. Pero no puedo evitar sentirme... vulnerable. Mi cuerpo está cambiando, y aunque sé que es por una buena razón, no deja de ser aterrador.
Sus palabras me golpearon de una manera que no esperaba. Siempre había visto a Mackenzie como una mujer fuerte, casi invulnerable. Pero ahora, ver esa parte de ella, esa parte que dudaba y temía, me hizo darme cuenta de lo mucho que significaba para mí. No solo como la madre de mi hijo, sino como una persona con la que quería estar, con la que quería compartir mi vida.
—Mackenzie, quiero que sepas algo —dije, mi voz firme pero llena de sinceridad—. No importa cómo cambie tu cuerpo, no importa lo que pase durante este embarazo, siempre te veré como la mujer fuerte y hermosa que eres. Y estaré aquí para ti, en cada paso del camino.
Ella me miró, sus ojos brillando con emoción. Por un momento, pensé que iba a llorar, pero Mackenzie nunca fue el tipo de mujer que lloraba fácilmente. En cambio, sonrió, una sonrisa que me hizo sentir más conectado con ella que nunca.
—Gracias, Frederick —susurró, apretando mi mano—. Eso significa mucho para mí.
Nos quedamos en silencio por un momento, solo disfrutando de la cercanía, de la comprensión mutua que habíamos alcanzado. Sabía que esto no iba a ser fácil, que habría momentos difíciles y decisiones complicadas por delante. Pero en ese momento, mientras la miraba, supe que estaba dispuesto a enfrentar todo lo que viniera.
Después de un rato, Mackenzie se enderezó y volvió su atención a los planos sobre la mesa. Era típico de ella, siempre buscando enfocarse en el trabajo cuando las emociones se volvían demasiado intensas.
—Deberíamos seguir —dijo, su voz recuperando algo de la firmeza que la caracterizaba—. Este proyecto no se va a terminar solo.
Asentí, pero mientras revisábamos los planos y discutíamos los próximos pasos, no pude evitar volver a mirar su vientre, a pensar en el futuro que nos esperaba. La idea de ser padre nuevamente, esta vez con una mujer a la que realmente quería, era abrumadora pero también increíblemente emocionante.
Cuando terminamos de trabajar, ya era tarde. Mackenzie se levantó para irse, y yo la acompañé hasta la puerta de la oficina. Antes de que se fuera, la detuve, tomando su mano nuevamente.
—Mackenzie, quiero que sepas que estoy aquí para ti. No solo como tu jefe, sino como alguien que se preocupa por ti, por nuestro hijo. No dudes en decirme lo que necesitas, en cualquier momento.
Ella sonrió, una sonrisa cálida y genuina.
—Lo haré, Frederick. Y gracias por ser tan comprensivo.
La vi irse, y mientras caminaba hacia el ascensor, no pude evitar sentir una mezcla de orgullo y preocupación. El camino por delante sería complicado, pero estaba decidido a hacerlo bien, tanto para Mackenzie como para nuestro hijo. Y en ese momento, me di cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, tenía algo por lo que realmente valía la pena luchar.
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Joder como amo a esta pareja!
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Building dreams
Novela JuvenilFrederick Montgomery es el dueño de las empresas más prestigiosas del mundo, un hombre de carácter implacable y presencia dominante. Arrogante, frío y calculador, siempre ha puesto los negocios por encima de todo, incluso de su familia. Viudo y padr...