Building dreams

Capitulo 22

Reflexiones en Soledad
Mackenzie

Cuando finalmente llegué a mi departamento, el silencio me envolvió de inmediato. Cerré la puerta detrás de mí, apoyándome en ella por un momento, intentando procesar todo lo que había sucedido en las últimas horas. El eco de las risas de los niños, las miradas de Frederick, la sorpresa de la mañana... todo seguía girando en mi mente como una película que no podía detener.

Miré el reloj. No era demasiado tarde, pero el cansancio mental y emocional me hacía sentir como si hubiera vivido un día entero en esas pocas horas. Me quité los zapatos y caminé descalza hacia la cocina. Abrí la nevera, buscando algo que pudiera distraerme, pero ni siquiera tenía hambre. Solo quería un momento de calma para pensar.

El apartamento estaba como lo había dejado, ordenado y tranquilo. Un contraste total con la mañana que acababa de vivir en la casa de Frederick. Nunca había sido una persona de relaciones complicadas o de situaciones impredecibles, y aún así, aquí estaba, atrapada en algo que no sabía cómo manejar.

Puse a hervir un poco de agua para hacerme un té, y mientras lo hacía, mis pensamientos volvieron a la casa de Frederick. A la forma en que los niños me miraron con tanta naturalidad, como si fuera completamente normal verme allí. Recordé cómo Emily me había estirado los brazos para que la cargara, y cómo William me había hecho esas preguntas tan directas, sin ningún filtro, con esa curiosidad pura que solo los niños tienen.

Y luego estaba Frederick.

Lo vi en mi mente, de pie, observándonos interactuar con sus hijos. Había algo en su mirada, algo que no había visto antes. No era solo admiración, sino algo más profundo. Como si en ese momento, él también estuviera viendo algo que nunca había esperado.

Suspiré mientras vertía el agua caliente en una taza. No podía evitar sentir una mezcla de emociones. Por un lado, me sentía conectada con Frederick de una manera que nunca había imaginado. La noche anterior, las copas de vino, el beso... todo había sido intenso, y aunque no estaba segura de a dónde nos llevaría todo eso, una parte de mí no lo lamentaba en absoluto.

Pero al mismo tiempo, los niños complicaban las cosas. Ellos ya me habían aceptado, y eso me asustaba. No quería ser la persona que entrara en sus vidas solo para causar caos. Sabía lo que era perder a alguien, y lo último que quería era ser una figura temporal en sus vidas, alguien que apareciera y luego desapareciera, dejándolos con más preguntas que respuestas.

Me senté en el sofá, sosteniendo la taza de té caliente entre mis manos, dejándome llevar por el calor. Mi mente no dejaba de retroceder al momento en que ¿me había despertado esa mañana en la cama de Frederick, con su camisa puesta. Había sido un momento de completa confusión, seguido por una avalancha de emociones cuando los niños llegaron a la casa.

Me preguntaba qué habría pensado Frederick en ese momento. ¿Estaría arrepentido? ¿O simplemente igual de perdido que yo?

El timbre de mi teléfono rompió el silencio. Lo miré con recelo antes de tomarlo. Era un mensaje de Frederick. Por un momento, dudé si leerlo o no, pero la curiosidad ganó.

¿Estás bien?

Sonreí para mis adentros. A pesar de todo lo que había sucedido, esa era su preocupación principal: si yo estaba bien. No sabía cómo responder, porque la verdad era que no estaba segura de cómo me sentía.

Escribí una respuesta rápida. Sí, todo bien. Solo necesitaba algo de tiempo para pensar.

Envía el mensaje y me recosté en el sofá, cerrando los ojos por un momento. Intenté desconectar, pero era imposible. Mi mente seguía regresando a Frederick, a los niños, a cómo la situación se había desbordado más allá de cualquier expectativa que hubiera tenido.

Mi teléfono sonó de nuevo.

Lo siento si todo fue demasiado. No esperaba que los niños te vieran esta mañana.

Suspiré. Claro, él tampoco lo había planeado. La situación había sido un accidente, una de esas coincidencias desafortunadas que revelaban mucho más de lo que uno pretendía mostrar.

Escribí mi respuesta, tratando de mantener el tono ligero: No te preocupes, creo que a los niños les gustó la sorpresa.

Unos segundos después, otro mensaje: Ellos te adoran. Especialmente Emily. Estuvo hablando de ti todo el rato.

Sonreí involuntariamente. Emily había sido un encanto. La forma en que se había aferrado a mí, como si ya me conociera de toda la vida, era algo que no esperaba, pero que me había tocado profundamente.

Emily es una dulzura, respondí. Y William y James son geniales.

No hubo respuesta inmediata, pero podía imaginarme a Frederick leyendo mis palabras, probablemente pensando en todo lo que habíamos vivido esa mañana. Me pregunté si estaría tan confundido como yo, o si ya había tomado alguna decisión sobre lo que esto significaba para nosotros.

Dejé el teléfono a un lado y me hundí un poco más en el sofá, mirando por la ventana. La ciudad seguía su curso habitual, ajena a mis dilemas internos. Parecía increíble que el mundo pudiera seguir funcionando tan normalmente mientras mi vida personal estaba patas arriba.

No había planeado esto. Mackenzie Reynolds no era el tipo de mujer que se dejaba llevar por las emociones o las circunstancias. Siempre había tenido un plan, siempre había sido decidida y fuerte. Pero ahora me encontraba en territorio desconocido, sin un mapa, sin una brújula.

La relación con Frederick había comenzado como un desafío profesional, algo que ambos disfrutábamos porque nos empujaba a ser mejores. Pero ahora se había transformado en algo más, algo que no sabía si podía controlar.

El teléfono vibró de nuevo, pero esta vez no lo miré. Sabía que hablar con Frederick en ese momento solo me haría sentir más confundida. Necesitaba espacio, tiempo para pensar en lo que quería. En lo que realmente significaba para mí esta conexión con él, y cómo afectaría no solo a mi vida, sino a la de sus hijos.

Porque ahora no se trataba solo de Frederick. También se trataba de ellos.

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