Reflexiones
FrederickEl sonido del reloj en la pared era la única cosa que rompía el silencio en mi oficina. Había tenido una semana llena de reuniones, decisiones difíciles y largas horas, pero por fin, el caos habitual del día había disminuido. Me encontraba solo en mi despacho, sentado en mi silla de cuero, mirando por la ventana los últimos destellos de luz del atardecer.
Había algo en este momento del día que siempre me había dado una sensación de control. Un momento para reflexionar, para pensar en lo que había logrado y en lo que quedaba por hacer. Sin embargo, últimamente, mis pensamientos no se centraban en el trabajo tanto como solían hacerlo. En cambio, estaban ocupados por Mackenzie y los niños.
Nuestra vida había cambiado mucho desde que Mackenzie se convirtió en mi esposa y madre de nuestros hijos. Nos habíamos enfrentado a desafíos, pero cada uno de esos momentos nos había hecho más fuertes, nos había unido más. Y ahora, mirando hacia atrás, me daba cuenta de lo lejos que habíamos llegado.
William, James, Emily y nuestra pequeña April eran todo para mí. Cada uno de ellos, con sus personalidades tan diferentes, había llenado nuestra casa de una manera que nunca había imaginado.
Nuestra pequeña April, quien había llegado a nuestras vidas con una fuerza inesperada. Desde su nacimiento prematuro hasta esos primeros meses en los que su fragilidad había mantenido a Mackenzie y a mí en vilo, April había demostrado ser una luchadora. Cada vez que la sostenía en mis brazos, me invadía un sentimiento que era difícil de describir. Era una mezcla de protección, amor y una profunda responsabilidad. Sabía que haría cualquier cosa para asegurarme de que estuviera segura y feliz.
Suspiré, dejando que el peso de mis pensamientos se asentara. A veces me preguntaba cómo había llegado a este punto. Nunca había imaginado que mi vida tomaría este rumbo, que estaría aquí, no solo como un hombre de negocios exitoso, sino como esposo y padre de cuatro hijos. Era un rol que, aunque me había tomado tiempo aceptar, ahora no cambiaría por nada en el mundo.
Mackenzie había cambiado mi vida de maneras que no podía haber anticipado. Me había mostrado lo que significaba realmente amar y ser amado, y aunque a veces me costaba expresar mis sentimientos, sabía que ella lo entendía. Nuestra relación no siempre era perfecta; había desafíos, discusiones y momentos de tensión. Pero había algo en ella, algo en la manera en que nos entendíamos sin necesidad de palabras, que me hacía saber que todo valía la pena.
Miré el reloj de nuevo, notando que ya era tarde. Había prometido estar en casa a tiempo para la cena, y sabía que Mackenzie estaría esperando. Sin embargo, antes de salir, tomé un momento para ordenar mis pensamientos. Había algo que había estado en mi mente últimamente, algo que sabía que debía abordar pronto.
Había pensado en cómo sería nuestra vida en los próximos años. Los niños crecerían, nuestras responsabilidades cambiarían, y sabía que habría nuevos desafíos en el camino. Pero también sabía que, sin importar lo que sucediera, estábamos juntos en esto. Habíamos hecho un compromiso el día de nuestra boda, y cada día desde entonces había sido una reafirmación de ese compromiso.
Cuando finalmente me levanté de la silla y me dirigí a la puerta, me sentí extrañamente tranquilo. Sabía que el futuro traería incertidumbres, pero también sabía que, con Mackenzie a mi lado, estaba listo para enfrentarlas.
Llegué a casa justo a tiempo para la cena, como había prometido. Los niños ya estaban sentados en la mesa, discutiendo animadamente sobre sus días. Mackenzie me recibió con una sonrisa cansada pero genuina, y me acerqué a darle un beso en la frente, un gesto que había aprendido a valorar con el tiempo.
Durante la cena, observé a mi familia, a la vida que habíamos construido juntos. Mackenzie estaba hablando con William sobre su última asignación escolar, mientras que James intentaba llamar la atención de Emily con una historia sobre algo que había sucedido en el recreo. April, sentada en su silla alta, balbuceaba felizmente mientras Mackenzie le daba de comer.
Era un caos, un caos hermoso y ruidoso, pero no lo cambiaría por nada.
Después de la cena, cuando los niños ya estaban acostados, Mackenzie y yo nos sentamos juntos en el sofá. Ella se acurrucó a mi lado, descansando su cabeza en mi hombro. Nos quedamos así en silencio, disfrutando de la tranquilidad de la casa.
—Frederick,—comenzó Mackenzie, rompiendo el silencio. —¿Has estado pensando en lo que sigue para nosotros?
Asentí, sabiendo exactamente a qué se refería. Había pensado mucho en eso. —Sí,—respondí en voz baja. —Y lo único que sé con certeza es que quiero que estemos juntos en lo que venga.
Mackenzie sonrió, y en ese momento, supe que estaba en el camino correcto. Había mucho por delante, muchas decisiones que tomar y desafíos que enfrentar. Pero también había amor, una familia y un futuro que habíamos construido juntos.
Mientras la noche avanzaba, nos quedamos allí, disfrutando de la compañía del otro, sabiendo que, sin importar lo que sucediera, siempre estaríamos juntos. Y en ese momento, supe que estaba listo para lo que fuera que viniera después.
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Antepenúltimo capitulo.
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Building dreams
Roman pour AdolescentsFrederick Montgomery es el dueño de las empresas más prestigiosas del mundo, un hombre de carácter implacable y presencia dominante. Arrogante, frío y calculador, siempre ha puesto los negocios por encima de todo, incluso de su familia. Viudo y padr...