Ecos del Cambio
FrederickEl sonido de los pasos de mis hijos resonaba con claridad a través de los pasillos de la oficina mientras caminábamos hacia la salida. No pude evitar sentir una punzada de incomodidad al notar cómo los ojos de James brillaban al hablar de Mackenzie, como si su entusiasmo se hubiera vuelto una constante desde su encuentro con ella.
La escena en la oficina de Mackenzie me había dejado una sensación extraña. Verlos reunidos alrededor de su escritorio, tan absortos en lo que ella les mostraba, me recordó lo poco conectados estaban conmigo en comparación. Mackenzie había logrado en unos minutos lo que yo parecía haber descuidado durante años: capturar su atención de una manera que no estaba relacionada con expectativas o responsabilidades, sino con pura fascinación. Era un sentimiento incómodo, pero innegable.
Emily se acurrucaba en mis brazos, ajena a la tensión interna que me consumía mientras nos acercábamos al ascensor. Ella, con su inocente curiosidad, apenas pronunciaba palabras, pero parecía tan cómoda en la presencia de Mackenzie como lo estaba conmigo, lo cual, por alguna razón, me perturbaba más de lo que me gustaba admitir.
Una vez en el ascensor, el silencio se instaló entre nosotros. James no dejaba de mover sus pies, como si quisiera decir algo pero no supiera cómo. William, en cambio, permanecía tranquilo y pensativo. Aunque por fuera no mostraba mucho, sabía que estaba reflexionando sobre lo ocurrido.
—Papá, ¿podemos volver a verla mañana? —preguntó James finalmente, rompiendo el silencio mientras el ascensor descendía.
Sentí una punzada de irritación que intenté sofocar antes de responder.
—Mackenzie está ocupada trabajando. No podemos distraerla cada vez que quieran —dije, con un tono más severo de lo que pretendía.
James bajó la mirada, claramente decepcionado, pero no protestó. Era un niño inteligente; entendía los límites, aunque no siempre le gustara. Emily, por su parte, jugueteaba con su peluche, indiferente al intercambio, mientras William seguía en su silencio introspectivo.
Cuando llegamos al coche, la niñera ya estaba esperando para llevarlos de vuelta a casa. Estaba dispuesto a volver a mi oficina, como siempre hacía, y sumergirme en mis tareas para dejar de pensar en lo que acababa de ocurrir, pero algo en mí me detuvo.
—Hoy iré con ustedes a casa —dije repentinamente, sorprendiendo incluso a mí mismo.
James y William me miraron con sorpresa, y Emily, que ya estaba acomodada en su asiento infantil, sonrió levemente, como si la idea de tenerme cerca un poco más le alegrara. El tráfico de la ciudad estaba en su ritmo habitual: caótico y predecible a la vez. Me recosté en el asiento del coche, mirando por la ventana, pero mi mente seguía atascada en la figura de Mackenzie y en lo que representaba para mis hijos.
No era que no supiera cómo ser padre. Desde que Rebecca falleció, había hecho todo lo posible para asegurarme de que a mis hijos no les faltara nada, al menos en lo material. Pero tal vez había algo más que se estaba escapando de mis manos. Algo más allá de los recursos, la seguridad y el prestigio que tanto valoraba. Quizás se trataba de tiempo, de atención, o incluso de la simple posibilidad de conectar emocionalmente con ellos de una manera que hasta ahora había sido esquiva para mí.
El camino a casa transcurrió en silencio, solo roto por algún comentario casual de James o una pregunta sobre el tráfico. Al llegar, los niños se dispersaron hacia sus actividades habituales: James corrió al patio trasero, William se dirigió a su habitación para leer, y Emily fue llevada por la niñera a la sala de juegos.
Me quedé un rato en el salón, sin saber exactamente qué hacer. Había terminado mi día antes de lo habitual, y ahora, con el tiempo libre frente a mí, me sentía desconcertado. Trabajar siempre había sido mi refugio, mi escape. Enfrentarme a mi propia vida personal era un territorio mucho más incierto.
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Building dreams
أدب المراهقينFrederick Montgomery es el dueño de las empresas más prestigiosas del mundo, un hombre de carácter implacable y presencia dominante. Arrogante, frío y calculador, siempre ha puesto los negocios por encima de todo, incluso de su familia. Viudo y padr...