Distracciones y Revelaciones
FrederickDesde el momento en que Mackenzie entró al restaurante, no pude evitar que mi atención se desviara hacia ella, incluso mientras intentaba concentrarme en la conversación con Emett. No era la primera vez que la veía fuera de la oficina, pero algo era diferente esta noche. Tal vez era el vestido que llevaba, un atuendo sencillo pero elegantemente ajustado que realzaba su figura. El color azul profundo destacaba bajo la suave luz del restaurante, haciéndola parecer aún más radiante de lo habitual.
Intenté mantenerme neutral, pero mis ojos inevitablemente seguían volviendo hacia ella, captando pequeños detalles. La forma en que su cabello caía ligeramente sobre sus hombros, su risa despreocupada mientras conversaba con su amiga. Se veía tan relajada, tan distinta a la arquitecta decidida y desafiante que conocía en la oficina.
—No la pierdes de vista, ¿eh? —dijo Emett con una sonrisa divertida, interrumpiendo mis pensamientos.
Rodé los ojos, intentando disimular el hecho de que, en efecto, no había dejado de observarla desde que entró. Pero Emett no me lo iba a dejar pasar fácilmente.
—Es solo una coincidencia que esté aquí —dije, restándole importancia, aunque sabía que él no se lo creería—. No es nada.
—Nada, claro —respondió Emett, claramente disfrutando de mi incomodidad—. Pero no me engañas, amigo. He visto cómo la miras. Hay algo ahí, aunque te niegues a admitirlo.
Sabía que no iba a ganar esa discusión, así que dejé que el comentario se esfumara en el aire. Sin embargo, antes de que pudiera seguir con el tema, noté que Emett también había desviado su atención hacia la mesa de Mackenzie. Pero no era Mackenzie lo que lo había capturado; era su amiga.
—¿Quién es la amiga? —preguntó, con un tono claramente interesado.
Miré hacia donde él señalaba. La amiga de Mackenzie era una mujer igualmente atractiva, con una sonrisa amplia y una actitud extrovertida que contrastaba con la intensidad reservada de Mackenzie. Llevaba un vestido rojo que la hacía destacar en la sala, y parecía disfrutar cada segundo de la conversación con Mackenzie, gesticulando con entusiasmo.
—No lo sé —admití, sorprendido por mi propia ignorancia—. Nunca la había visto antes.
—Quizás deberías presentarme —sugirió Emett, su tono despreocupado pero con una chispa de interés real.
—No quiero interrumpir —respondí, aunque la verdad era que no estaba seguro de cómo me sentiría acercándome a Mackenzie en ese contexto. Estábamos fuera del ámbito laboral, y no estaba seguro de cómo manejar una interacción así. Era diferente.
Pero Emett no parecía tener ninguna duda.
—No seas tan formal, Frederick —dijo, levantando su copa—. Esto no es una junta de negocios. Son dos mujeres en un restaurante, y nosotros somos dos tipos que casualmente también estamos aquí. Un saludo no matará a nadie.
Sabía que Emett tenía razón, pero también que no quería hacer algo que incomodara a Mackenzie. Sin embargo, al final, fue él quien tomó la iniciativa. Antes de que pudiera detenerlo, se puso de pie y comenzó a caminar hacia la mesa de Mackenzie y su amiga. Me quedé mirando por un momento, resignado a seguirlo.
Cuando llegamos a su mesa, Mackenzie levantó la vista y me miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Parecía no esperarse encontrarnos allí.
—Frederick, ¿qué haces aquí? —preguntó, con un tono casual pero con una pequeña sonrisa.
—Coincidencia —respondí, señalando a Emett—. Él me sacó esta noche. Y parece que tú también decidiste tomarte un respiro.
—Sí, algo así —respondió ella, y luego miró a su amiga, quien observaba a Emett con interés—. Oh, perdón, ella es Sarah. Sarah, estos son Frederick y su amigo Emett.
Emett, siempre encantador, se inclinó ligeramente hacia Sarah, sonriendo de una manera que solo él podía manejar sin parecer demasiado obvio.
—Un placer conocerte, Sarah —dijo Emett, claramente disfrutando la oportunidad de interactuar con alguien nuevo.
Sarah sonrió de vuelta, y antes de que me diera cuenta, ambos comenzaron una conversación animada, dejándonos a Mackenzie y a mí en una especie de burbuja incómoda. Estábamos parados ahí, sin saber si unirnos a la conversación o dejar que Emett y Sarah siguieran adelante.
—¿Todo bien en la oficina? —pregunté, sin pensar mucho en la pregunta. Era lo primero que me vino a la mente.
Mackenzie se rió suavemente.
—¿En serio, Frederick? ¿Vamos a hablar de trabajo ahora?
—Supongo que es lo único que sabemos hacer —respondí, con una sonrisa torcida—. Pero no, no quiero hablar de trabajo. De hecho, me sorprende verte aquí. No pensé que fueras de salir mucho.
—Y tú, ¿lo eres? —preguntó ella, levantando una ceja—. Pensé que vivías en esa oficina.
—Tienes razón —admití—. Pero de vez en cuando, Emett me arrastra fuera, como esta noche.
Hubo un breve silencio. No era incómodo, pero sentía que había una cierta tensión en el aire, una especie de reconocimiento tácito de que estábamos en un territorio nuevo. Había algo diferente en verla aquí, en este entorno. Era más vulnerable, más accesible, y eso me desconcertaba.
—Te ves bien esta noche —dije, casi sin pensar. Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas, y cuando vi la expresión de Mackenzie, supe que ella también se sorprendió.
—Gracias —respondió después de un momento, sus mejillas tomando un ligero rubor—. No estoy acostumbrada a escuchar ese tipo de cumplidos de ti.
—No soy muy bueno en eso —admití, sonriendo—. Pero lo digo en serio.
Ella me miró por un momento, como si estuviera evaluando qué decir a continuación. Antes de que pudiera responder, Emett y Sarah parecían haber decidido algo.
—Nos vamos a tomar unas copas en la barra —anunció Emett, guiñándome un ojo—. Tal vez ustedes quieran unirse más tarde.
Vi cómo Emett y Sarah se alejaban, dejándonos a Mackenzie y a mí solos en la mesa. Ella se sentó, y por un momento, dudé en si hacer lo mismo.
—Puedes sentarte, Frederick —dijo Mackenzie, sonriendo—. No voy a morderte.
Me reí y me senté frente a ella, sin saber exactamente hacia dónde nos llevaría esta conversación. Pero algo en su mirada me decía que esta noche sería diferente a todas las anteriores.
Tal vez, finalmente, había llegado el momento de romper las barreras que siempre nos habíamos impuesto.
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Building dreams
Teen FictionFrederick Montgomery es el dueño de las empresas más prestigiosas del mundo, un hombre de carácter implacable y presencia dominante. Arrogante, frío y calculador, siempre ha puesto los negocios por encima de todo, incluso de su familia. Viudo y padr...