Un Año Más, un Amor más Grande
MackenzieEl tiempo había pasado volando, y cada día que pasaba parecía que nuestra familia se hacía más grande y más unida. No podía creer lo rápido que habían crecido los niños. Emily, que apenas ayer era una pequeña niña aferrada a mis piernas, ahora tenía tres años, y su personalidad ya brillaba con una mezcla de dulzura y determinación que la hacía única. April, nuestra pequeña bebé, había cumplido un año. Se había convertido en el centro de atención de la casa, con sus risas y su curiosidad infinita. William ya tenía 13 años y estaba entrando en esa etapa donde la independencia empezaba a tomar protagonismo, mientras que James, con sus ocho años, seguía siendo el niño travieso y lleno de energía que todos adorábamos.
Esa mañana, mientras preparaba el desayuno, reflexionaba sobre cómo habían cambiado nuestras vidas. Frederick estaba más involucrado que nunca con los niños, y aunque seguía siendo ese hombre dominante y a veces distante, su amor por nosotros era innegable. Había aprendido a mostrar su afecto de maneras que, aunque sutiles, significaban el mundo para mí.
Estaba mezclando la masa para los panqueques cuando sentí unas pequeñas manos tirando de mi camiseta. Bajé la mirada y allí estaba Emily, con sus rizos dorados y esos enormes ojos azules que siempre parecían estar llenos de preguntas.
—Mami, ¿puedo ayudar?—preguntó con esa voz dulce que me derretía el corazón cada vez.
—Claro que sí, cielo,—le dije, levantándola para que pudiera alcanzar la encimera. —Vamos a hacer panqueques especiales hoy, ¿te parece?
Emily asintió con entusiasmo, su carita iluminándose con una sonrisa radiante. Empezamos a mezclar los ingredientes juntas, y cada tanto ella se reía cuando un poco de harina salía volando de la taza. En esos momentos, la casa se llenaba de una calidez que era imposible describir. Era la clase de felicidad que venía del simple hecho de estar todos juntos.
Justo cuando estábamos por verter la mezcla en la sartén, escuché pasos rápidos bajando las escaleras. James apareció en la cocina, todavía en pijama, con el cabello despeinado y los ojos llenos de sueño.
—¡Huele delicioso!—exclamó, saltando al taburete junto a Emily. —¿Puedo tener el primero?
—Bueno, tienes que esperar a que estén listos,—le dije, sonriendo mientras vertía la mezcla en la sartén caliente. —Pero prometo que el primer panqueque será tuyo.
James sonrió con orgullo, mientras Emily seguía a mi lado, observando con atención cada movimiento que hacía. Sabía que pronto también April se despertaría y se uniría a nosotros en la cocina, con su risa y su energía contagiosa.
William, como era su costumbre últimamente, tardaba un poco más en bajar. Sabía que la adolescencia estaba empezando a hacer mella en él, pero todavía era el mismo chico cariñoso y responsable que siempre había sido. Frederick y yo habíamos hablado mucho sobre cómo manejar esta nueva etapa en su vida, y aunque había momentos difíciles, estábamos decididos a estar allí para él en todo momento.
Mientras cocinaba, la puerta de la cocina se abrió y Frederick entró, ya vestido y listo para el día. Me lanzó una mirada rápida y se acercó para besarme en la frente, un gesto que, aunque simple, siempre lograba tranquilizarme.
—Buenos días,—dijo, su voz grave llenando la habitación.
—Buenos días,—respondí, sonriendo. —Los panqueques estarán listos en un minuto.
Él asintió y se volvió hacia los niños. —¿Qué planean hacer hoy, chicos?
James fue el primero en hablar, su energía siempre desbordante. —¡Quiero jugar al fútbol en el jardín! Papá, ¿jugarás conmigo?
Frederick sonrió y asintió. —Por supuesto. Pero primero, todos vamos a desayunar juntos.
William apareció en ese momento, medio dormido pero sonriendo al ver a todos reunidos en la cocina. Se acercó a mí y me dio un abrazo, algo que siempre hacía a pesar de su nueva actitud de "chico grande".
—Buenos días, mamá,—murmuró antes de sentarse junto a su hermano.
—Buenos días, amor,—le respondí, acariciando su cabello despeinado.
Una vez que todos estuvieron sentados alrededor de la mesa, incluyendo a April, que ya estaba despierta y sonriendo desde su silla alta, comenzamos a desayunar. Era un caos controlado, con conversaciones cruzadas, risas y el ruido de platos y cubiertos, pero para mí, era el sonido de la felicidad.
Después del desayuno, mientras los niños corrían al jardín y Frederick se preparaba para unirse a ellos, me tomé un momento para observarlos desde la ventana de la cocina. Había pasado tanto en tan poco tiempo, y a veces me costaba creer que esta era mi vida ahora. Una vida que, aunque llena de desafíos, era más completa de lo que jamás había imaginado.
Frederick se unió a los niños en el jardín, y los observé jugar juntos, su figura imponente pero suave, mientras lanzaba la pelota a James y William, y Emily corría tras ellos con una risa contagiosa. April, desde mi regazo, también miraba a su padre y a sus hermanos, balbuceando algo que solo ella entendía.
Me di cuenta de que, a pesar de los desafíos, éramos afortunados. Teníamos una familia unida, un hogar lleno de amor y la promesa de muchos más días como este por delante. Mis pensamientos se interrumpieron cuando April tiró de mi blusa, pidiendo mi atención. La levanté y la abracé, disfrutando del calor de su pequeño cuerpo contra el mío.
—Vamos, pequeña,—le susurré mientras la besaba en la frente. —Vamos a unirnos a papá y a tus hermanos.
Y así, con April en brazos y una sonrisa en los labios, salí al jardín para unirme a mi familia. Estábamos juntos, y eso era todo lo que importaba.
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Que duro será terminar este libro....
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Building dreams
Teen FictionFrederick Montgomery es el dueño de las empresas más prestigiosas del mundo, un hombre de carácter implacable y presencia dominante. Arrogante, frío y calculador, siempre ha puesto los negocios por encima de todo, incluso de su familia. Viudo y padr...