Capitulo 47

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Ser Mamá y Arquitecta
Mackenzie

Hoy era uno de esos días en los que la vida profesional y la personal colisionaban con fuerza. Desde que me mudé a la casa de Frederick, las mañanas habían adquirido un ritmo diferente, pero hoy era especial. No solo tenía que enfrentar una jornada intensa en la oficina, sino que los niños iban a estar conmigo, y eso implicaba un nuevo desafío.

La oficina estaba animada desde temprano, con empleados yendo y viniendo, preparando reuniones, ajustando proyectos. Frederick se había adelantado unos minutos, asegurándose de que todo estuviera en orden antes de que yo llegara con los niños. Cuando entré al edificio, Emily sostenía firmemente mi mano, mientras William y James caminaban un poco más adelante, entusiasmados por su día en "el trabajo".

Emily, sin embargo, era un caso aparte. Desde que había comenzado a llamarme mamá, su apego hacia mí había crecido exponencialmente. No es que me quejara; amaba a esa pequeña niña con todo mi corazón. Pero también significaba que hoy tendría que manejarla entre reuniones, diseños y decisiones importantes.

Llegamos al piso ejecutivo y el sonido de la actividad laboral nos envolvió. Las voces de los asistentes hablando por teléfono, las impresoras funcionando sin cesar, y el suave murmullo de las conversaciones en curso. A los niños les encantaba la energía del lugar, especialmente a James, que ya estaba pensando en qué más construiría hoy en la sala de juegos.

—¡Kenzie, Kenzie! —gritó James, mientras tiraba de mi abrigo—. ¿Podemos hacer una torre más grande que la de ayer?

—Por supuesto, James —le respondí con una sonrisa—. Pero primero, mamá tiene que trabajar un poco, ¿de acuerdo?

James asintió, pero sabía que sería solo cuestión de tiempo antes de que volviera a buscarme. Emily, por su parte, no parecía tener ningún interés en alejarse de mí.

—¿Puedo quedarme contigo, mamá? —preguntó Emily con esos ojos grandes y brillantes que me derretían el corazón.

Me agaché a su altura, acariciando suavemente su mejilla.

—Claro que sí, princesa. Puedes quedarte conmigo, pero tienes que prometer que serás muy, muy silenciosa mientras mamá trabaja, ¿de acuerdo?

Emily asintió solemnemente, como si le hubiera confiado la misión más importante del mundo. La levanté en brazos y entré en mi despacho, donde ya había un par de asistentes esperando para discutir los detalles del proyecto arquitectónico en el que estaba trabajando.

Intenté concentrarme en los planos que estaban frente a mí, pero la presencia constante de Emily me lo hacía difícil. Estaba sentada en mis piernas, jugueteando con un bolígrafo y mirando curiosamente los documentos sobre la mesa.

—¿Qué es eso, mamá? —preguntó, señalando uno de los planos.

—Esto es un edificio que mamá está diseñando —le expliqué—. Va a ser muy alto y tendrá muchas oficinas como esta.

—¡Wow! —susurró, maravillada—. ¿Yo puedo tener una oficina allí también?

Me reí suavemente, besando la parte superior de su cabeza.

—Claro que sí, cuando seas mayor.

Los asistentes intercambiaron sonrisas, aparentemente encantados con la pequeña interacción. Aunque sabía que esto no era lo más profesional, no podía evitar sentir una calidez en mi pecho al ver cómo Emily se interesaba por mi trabajo. Quizás algún día, ella seguiría mis pasos. Pero por ahora, solo tenía que concentrarme en terminar el diseño para la próxima reunión.

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