Descubriendo la Verdad
MackenzieEstaba en la sala de espera del consultorio médico, y aunque trataba de mantener la compostura, mis manos no dejaban de juguetear con la hebilla de mi bolso. Era la tercera vez que venía aquí, pero esta vez era diferente, porque Frederick estaba conmigo. Nunca había pensado que él querría venir, mucho menos que se ofreciera sin que yo tuviera que pedirlo. Era una señal de que estaba empezando a asumir su papel en esto, aunque seguía siendo el hombre distante y reservado que siempre había sido.
Miré a mi alrededor. El lugar estaba decorado de una manera que intentaba ser cálida, pero las paredes de color crema y los muebles de hospital hacían difícil olvidar que estábamos en un lugar clínico. Había otras parejas en la sala, y la mayoría de las mujeres estaban mucho más avanzadas en sus embarazos que yo. Me preguntaba si Frederick notaría el pequeño abultamiento en mi vientre, que comenzaba a ser cada vez más difícil de ocultar. No me importaba tanto cómo me veía; lo que me preocupaba era cómo él reaccionaría.
Frederick estaba sentado a mi lado, revisando su teléfono, como de costumbre. Vestía su traje impecable, con la corbata perfectamente alineada y cada cabello en su lugar. Cualquiera que lo viera pensaría que estaba allí por negocios, no esperando saber el sexo de su hijo. Pero en su quietud había una tensión que solo yo podía notar. Lo conocía lo suficiente como para saber que, aunque aparentaba calma, había algo hirviendo bajo la superficie.
—Frederick —dije suavemente, interrumpiendo su concentración—, ¿estás bien?
Él levantó la vista de su teléfono y me miró. Sus ojos azules eran fríos, calculadores, pero había una calidez sutil que solo yo podía reconocer.
—Estoy bien —respondió, con su tono usual de control absoluto—. Solo pensando en algunas cosas.
Asentí, sabiendo que si él quería compartirlo, lo haría a su manera y a su tiempo. No lo presioné, no era nuestro estilo.
Una enfermera salió del consultorio, una mujer de mediana edad con una sonrisa profesional en el rostro.
—Mackenzie Taylor —llamó, y me puse de pie, seguida de Frederick.
Nos llevó por un pasillo estrecho hasta una pequeña sala de ecografías. Dentro, todo estaba dispuesto como un ritual; la camilla, la pantalla de ultrasonido, y el gel frío que siempre hacía que me estremeciera un poco. Me senté en la camilla y levanté la camiseta para dejar al descubierto mi vientre. Era un acto que me ponía nerviosa, sobre todo con Frederick allí, observándome con esos ojos que parecían verlo todo.
La enfermera comenzó a preparar la máquina, mientras nos explicaba brevemente lo que haría. Era un procedimiento rutinario, pero para mí, cada segundo que pasaba parecía estirar el tiempo, llenándolo de expectación y temor. Frederick se paró al lado de la camilla, sus manos metidas en los bolsillos de su pantalón, un gesto que hacía cuando no sabía qué hacer con ellas.
Finalmente, la enfermera aplicó el gel frío en mi abdomen y comenzó a mover el transductor sobre mi piel. La pantalla se iluminó con formas borrosas, y aunque yo ya había visto a nuestro bebé en otras ecografías, esta vez sentí que era diferente. No era solo mi hijo, era nuestro hijo.
—Todo se ve bien hasta ahora —dijo la enfermera, moviendo el transductor para obtener diferentes ángulos—. El bebé está creciendo como debería.
Miré a Frederick, esperando ver alguna reacción en su rostro, pero estaba concentrado en la pantalla, sus ojos fijos en la imagen en blanco y negro que se formaba. Había algo en su expresión que no pude descifrar. Tal vez era la primera vez que realmente veía a este bebé como una realidad tangible y no solo como una idea abstracta que había decidido asumir.
—¿Pueden ver el sexo? —preguntó Frederick de repente, su voz más baja y controlada de lo habitual.
La enfermera asintió y comenzó a mover el transductor con más precisión. Yo no sabía qué esperar; cualquier cosa sería sorprendente. Frederick había sido tan distante sobre este embarazo que no tenía idea de cómo reaccionaría, sin importar el resultado.
—Bueno, parece que van a tener una niña —dijo la enfermera finalmente, con una sonrisa genuina en su rostro.
Una niña. Una hija. Las palabras resonaron en mi mente mientras intentaba procesarlas. Mi mano instintivamente fue hacia mi vientre, y sentí una emoción profunda y repentina que casi me hizo llorar. No era algo que hubiera esperado, pero ahora que lo sabía, me sentía más conectada con este pequeño ser de lo que había estado antes.
Miré a Frederick, buscando en su rostro alguna señal de cómo se sentía. Pero él permaneció quieto, su rostro impasible como siempre. Sin embargo, había un brillo en sus ojos que no había estado allí antes, algo que sugería que este momento lo había afectado más de lo que quería mostrar.
—¿Estás bien? —pregunté en voz baja, tratando de romper el silencio que se había instalado entre nosotros.
Frederick parpadeó, como si volviera al presente, y asintió lentamente.
—Sí, estoy bien. —Su voz tenía un matiz suave, casi vulnerable, que rara vez escuchaba en él—. Una niña... —repitió, como si probara las palabras en su boca.
El resto de la ecografía pasó en una neblina. La enfermera continuó explicando los detalles y mostrando diferentes ángulos del bebé, pero yo no podía concentrarme. Mi mente seguía atascada en la idea de que tendríamos una hija. Frederick y yo íbamos a ser padres de una niña.
Cuando todo terminó, la enfermera nos dejó solos para que pudiera limpiarme el gel y vestirme. Frederick se quedó de pie en silencio, observando el monitor apagado, perdido en sus pensamientos.
—No pensé que te importaría tanto —dije finalmente, sin poder contener la curiosidad.
Él se volvió hacia mí, su expresión un poco más suave, pero aún cautelosa.
—No es que no me importe, Mackenzie —dijo con sinceridad—. Es solo que... no estoy acostumbrado a esto. No sé cómo sentirme.
Asentí, entendiendo perfectamente lo que quería decir. Yo también estaba asustada, y eso era algo que nunca había admitido en voz alta. Pero estábamos en esto juntos, por muy complicadas que fueran nuestras emociones.
—Es normal no saber cómo sentirse —respondí, acercándome a él—. No tenemos que tener todas las respuestas ahora.
Frederick me miró durante un largo momento antes de asentar lentamente.
—Supongo que tienes razón —murmuró, su voz apenas un susurro.
Salimos del consultorio juntos, caminando en silencio hasta el coche. Había un cambio sutil en el aire entre nosotros, algo que no podía definir pero que sentía con cada fibra de mi ser. Tal vez era el comienzo de algo nuevo, algo que ninguno de los dos estaba seguro de cómo manejar, pero que sabíamos que era importante.
En el camino de vuelta, Frederick condujo en silencio, sus ojos fijos en la carretera mientras yo sostenía la impresión de la ecografía en mis manos. La miré de nuevo, tratando de visualizar el futuro que nos esperaba. No sabía cómo íbamos a manejar todo esto, pero por primera vez en mucho tiempo, me sentí más optimista.
Cuando finalmente llegamos a la oficina, Frederick detuvo el coche y apagó el motor, pero ninguno de los dos se movió para salir. Nos quedamos allí, en la quietud del automóvil, absorbiendo lo que acabábamos de experimentar.
—Gracias por venir —dije finalmente, rompiendo el silencio—. Significa mucho para mí.
Frederick asintió, su mirada perdida en el horizonte.
—No te agradezcas, Mackenzie —respondió—. Este es mi lugar también.
Y en ese momento, supe que, aunque el camino por delante sería difícil, no estaríamos solos. Tendríamos a nuestra hija para recordarnos que todo valía la pena, y eso era suficiente para mí.
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AAAAAH OTRA BEBÉ MONTGOMERY! Ojalá les guste mucho y den ideas para el nombre de la bebe!
Ig: mafia.princesa_
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Building dreams
Teen FictionFrederick Montgomery es el dueño de las empresas más prestigiosas del mundo, un hombre de carácter implacable y presencia dominante. Arrogante, frío y calculador, siempre ha puesto los negocios por encima de todo, incluso de su familia. Viudo y padr...