Capitulo 27

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Regreso a la Rutina
Mackenzie

El sonido del despertador me arrancó de un sueño ligero y me devolvió a la realidad. Era hora de volver al trabajo. No podía posponerlo más. A pesar de la montaña rusa emocional que había sido mi vida en las últimas semanas, sabía que debía enfrentar el mundo exterior, mi trabajo, y, lo que era aún más difícil, a Frederick.

Me levanté lentamente, sintiendo el peso de la decisión que había tomado. Después de mi primera ecografía, me había permitido unos días más para procesar todo lo que estaba sucediendo, pero ahora, la rutina me llamaba, y no podía seguir evadiéndola.

Me duché rápidamente, dejando que el agua caliente relajara los músculos tensos de mi cuerpo. Mi mente iba de un lado a otro, entre los recuerdos de la ecografía, las dudas sobre mi futuro, y la inevitable confrontación que tendría que tener con Frederick en algún momento. Sabía que él no era de los que dejaban pasar las cosas, y mi ausencia en la oficina seguramente ya había levantado preguntas.

Me vestí con cuidado, optando por un conjunto profesional, pero cómodo. Era curioso cómo, a pesar de todo lo que estaba pasando, una parte de mí seguía preocupándose por cómo me vería en la oficina. Era como si, al ponerme la armadura de mi ropa de trabajo, pudiera enfrentar cualquier cosa.

El trayecto hacia la oficina fue más corto de lo que recordaba. El tráfico matutino, que usualmente me estresaba, se sentía distante, como si estuviera en piloto automático. Mi mente seguía enfocada en lo que estaba por venir.

Al llegar al edificio de la empresa, me detuve frente a las puertas giratorias, respirando hondo antes de entrar. Sentía un nudo en el estómago, una mezcla de ansiedad y anticipación que no podía ignorar. Me imaginaba caminando por esos pasillos, intentando aparentar que todo estaba bien, cuando en realidad, mi mundo estaba patas arriba.

Subí en el ascensor, sola, agradecida de no tener que interactuar con nadie aún. Cuando las puertas se abrieron en mi piso, me preparé mentalmente para lo que podría encontrar. La familiaridad de la oficina me golpeó de inmediato: el sonido de los teclados, las conversaciones en susurros, el olor a café recién hecho. Era como si nada hubiera cambiado, pero yo sabía que todo era diferente.

Caminé hacia mi escritorio, manteniendo la cabeza en alto y evitando mirar directamente a la oficina de Frederick. Sabía que él estaba allí, podía sentir su presencia, pero no estaba lista para enfrentarlo todavía. Necesitaba algo de tiempo para instalarme, para recuperar algo de la compostura que me faltaba.

—¡Mackenzie! —La voz alegre de Sophie, mi colega y amiga, me sacó de mis pensamientos. Se acercó rápidamente, con una sonrisa brillante—. ¡Te extrañamos tanto! ¿Estás bien? No sabía si habías enfermado o algo...

Le devolví la sonrisa, aunque un poco forzada.

—Estoy bien, Sophie. Solo necesitaba un tiempo para... para resolver algunas cosas personales. Pero ya estoy de vuelta.

Ella asintió, con una expresión comprensiva.

—Me alegra que estés de vuelta. Todo ha estado bastante tranquilo, pero se siente raro cuando no estás por aquí, ¿sabes?

Antes de que pudiera responder, Sophie lanzó una mirada rápida hacia la oficina de Frederick.

—Por cierto, creo que el jefe te ha estado buscando. Parecía un poco... bueno, ya sabes cómo es. No me sorprendería si aparece en cualquier momento para hablar contigo.

Su comentario me hizo tensar, pero intenté mantener una expresión neutral.

—Gracias por avisarme, Sophie. Supongo que es inevitable que hablemos.

Ella me dio un golpecito en el brazo, como un gesto de ánimo.

—Cualquier cosa que necesites, estoy aquí. Ya sabes, para desahogarte o lo que sea.

Asentí, agradecida por su apoyo, y me dirigí a mi escritorio. Una vez sentada, encendí mi computadora y me obligué a concentrarme en la lista de correos electrónicos que se había acumulado durante mi ausencia. Era un pequeño refugio, algo que podía controlar en medio del caos que se había vuelto mi vida.

Pero mi tranquilidad no duró mucho. No pasó ni una hora antes de que escuchara un suave golpe en la puerta de vidrio de mi oficina. Al levantar la vista, lo vi: Frederick, parado en el umbral, con una expresión que era una mezcla de neutralidad profesional y algo más que no podía descifrar.

—Mackenzie, ¿podemos hablar? —su voz era firme, pero no había rastros de hostilidad en ella, lo que me dio un pequeño respiro.

Asentí, sintiendo un ligero temblor en mis manos mientras me levantaba de la silla.

—Claro —respondí, siguiendo sus pasos hacia su oficina.

El camino hasta allí se sintió interminable, aunque estaba a solo unos metros de distancia. Cuando entré, cerró la puerta detrás de mí, una acción que, aunque rutinaria, sentí que sellaba cualquier oportunidad de escapar de lo que estaba por venir.

Nos quedamos en silencio por unos momentos. Él caminó hacia su escritorio, apoyándose en él mientras me observaba. Su mirada era penetrante, como si estuviera intentando leer más allá de mi fachada profesional.

—¿Cómo estás? —preguntó finalmente, y me sorprendió que fuera lo primero que dijera.

No esperaba esa pregunta, y por un momento, no supe cómo responder. Me debatí entre la verdad y la evasiva, pero algo en su tono me hizo optar por lo primero.

—He estado mejor —admití, cruzando los brazos en un gesto defensivo—. Pero estoy aquí, intentando seguir adelante.

Frederick asintió lentamente, como si estuviera procesando mis palabras.

—Sé que esto no ha sido fácil —dijo, su voz un poco más suave—. Y lamento si... si te hice sentir que estabas sola en esto.

Mis ojos se abrieron un poco ante su admisión. Frederick no era de los que se disculpaban fácilmente, y esa pequeña señal de vulnerabilidad me tomó por sorpresa. Pero no quería dejarme llevar por un momento de compasión. Todavía había muchas cosas que no estaban resueltas.

—Lo estás —respondí, más fuerte de lo que había planeado—. Me dejaste sola en un momento en el que más necesitaba apoyo. Y no es algo que pueda olvidar fácilmente.

Él apartó la mirada por un momento, como si mis palabras lo hubieran golpeado más fuerte de lo que esperaba.

—Tienes razón —dijo finalmente—. Fui un cobarde al no enfrentar lo que estábamos pasando. Pero necesito que entiendas que no es porque no me importe. Es solo que... no sé cómo manejar esto. Nunca lo he sabido.

Mi corazón se ablandó un poco al escucharlo, pero no estaba lista para perdonar tan fácilmente. Este era solo el comienzo de una conversación que sabía sería larga y complicada. Pero al menos, estábamos hablando. Eso ya era un paso en la dirección correcta, aunque todavía quedaba un largo camino por recorrer.

Nos quedamos en silencio, ambos luchando con nuestros propios pensamientos. Sabía que esto era solo el comienzo de algo más grande, pero por primera vez, sentí que tal vez, solo tal vez, podríamos encontrar una forma de salir adelante.

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