Enfrentando el Temor
MackenzieEl sonido de la alarma me despertó antes de que amaneciera, cortando un sueño inquieto lleno de fragmentos borrosos que no podía recordar del todo. Había sido una de esas noches en las que nada parecía estar bien, desde el momento en que cerré los ojos hasta cuando finalmente me dormí. Me sentía pesada, no solo físicamente, sino emocionalmente, como si un nubarrón gris estuviera suspendido sobre mi cabeza, cubriéndome con una sensación de malestar que no podía sacudir.
Con un suspiro, apagué la alarma y me quedé en la cama por un momento, esperando que la sensación de náusea que había sentido desde la noche anterior disminuyera. No pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta de que no era solo una sensación pasajera. Mi estómago se revolvía y sabía que no iba a poder mantener nada adentro. Con un rápido movimiento, salí de la cama y me dirigí al baño, apenas logrando llegar antes de que la náusea me sobrepasara por completo.
Mientras me apoyaba en el lavabo, esperando que los espasmos terminaran, sentí una oleada de pánico. Odiaba vomitar, siempre lo había odiado, y ahora que estaba embarazada, parecía que era algo que no podía evitar. Me quedé allí, con la frente apoyada en el borde frío del lavabo, tratando de calmarme, pero mi corazón seguía latiendo con fuerza en mi pecho.
—Tranquila, Kenzie, respira —me dije a mí misma en voz baja, como si las palabras pudieran hacer que el miedo se desvaneciera.
Cuando finalmente me sentí lo suficientemente estable como para levantarme, me lavé la cara con agua fría, intentando aclarar mis pensamientos. Sabía que no podía dejar que este pequeño incidente arruinara mi día. Tenía trabajo que hacer, proyectos que avanzar, y una cita con Frederick que no podía ignorar. Tenía que ser fuerte, por mí misma y por el bebé.
El espejo me devolvió una imagen que no me gustaba mucho. Tenía ojeras marcadas, y mi piel, normalmente luminosa, se veía apagada y sin vida. Me tomé un momento para enderezar los hombros, recordándome que tenía que mantener la compostura, al menos mientras estaba en la oficina. Después de todo, no podía dejar que nadie, y mucho menos Frederick, viera lo vulnerable que me sentía. No podía permitirme flaquear.
Después de arreglarme lo mejor que pude, salí del baño y me vestí con la ropa más cómoda que tenía, aunque intenté que fuera algo presentable. Frederick y yo habíamos estado navegando por un terreno complicado desde que empezamos a salir. Nuestra relación era... inusual, por decirlo de alguna manera. A pesar de ser novios, Frederick no era la persona más cariñosa del mundo. De hecho, nuestras interacciones seguían siendo formales la mayor parte del tiempo, lo cual me hacía cuestionar cómo funcionaría todo a largo plazo.
El trayecto hacia la oficina fue más difícil de lo que esperaba. Cada bache en la carretera me hacía sentir como si mi estómago estuviera siendo revuelto de nuevo. Pensé en dar la vuelta y volver a casa, pero sabía que eso no era una opción. No podía dejar que una mala mañana me controlara. Estaba decidida a cumplir con mis responsabilidades, sin importar cómo me sintiera.
Cuando llegué a la oficina, me dirigí directamente al despacho de Frederick, ignorando la pequeña voz en mi cabeza que me instaba a quedarme en mi propio espacio y evitarle. Necesitaba verlo, aunque solo fuera para recordarme que no estaba sola en esto, incluso si él no era el hombre más expresivo del mundo.
Toqué la puerta de su despacho y esperé. No tardó en abrirse, revelando a Frederick, quien me miró con su típica expresión seria, pero con un destello de preocupación en sus ojos.
—Kenzie, ¿estás bien? —preguntó, con una leve arruga en su frente.
Me forcé a sonreír, aunque sabía que no sería muy convincente.

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Building dreams
Teen FictionFrederick Montgomery es el dueño de las empresas más prestigiosas del mundo, un hombre de carácter implacable y presencia dominante. Arrogante, frío y calculador, siempre ha puesto los negocios por encima de todo, incluso de su familia. Viudo y padr...