Capitulo 59

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Rutina con una bebé
Mackenzie

El sol apenas se asomaba por el horizonte cuando me desperté, algo que se había vuelto rutina desde que April llegó a nuestras vidas. Su pequeño llanto suave y demandante era mi alarma matutina, una melodía que, a pesar del cansancio acumulado, siempre me llenaba de ternura. Despacio, me incorporé de la cama, tratando de no despertar a Frederick, quien aún dormía profundamente. Me acerqué a la cuna de April, que estaba al lado de nuestra cama, y la levanté con cuidado. Sus pequeños ojos azules me miraron con curiosidad, y en ese momento, supe que hoy sería un día especial.

Estábamos comenzando una nueva etapa. Mi regreso al trabajo no sería como antes; ahora tenía una pequeña vida que dependía de mí en todo momento, y aunque Frederick había sugerido contratar a alguien para ayudar, no me sentía cómoda con la idea de estar lejos de April durante tantas horas. La amamantaba exclusivamente, y la idea de dejarla con alguien más, aunque fuera solo por unas horas, me hacía sentir ansiosa.

Llevé a April al sillón junto a la ventana, donde nos acomodamos para su primera alimentación del día. Mientras la pequeña se aferraba a mi pecho, mi mente comenzó a repasar todo lo que tenía planeado para ese día en la oficina. Tenía una reunión importante con uno de nuestros clientes más grandes, y después de tanto tiempo fuera, necesitaba asegurarme de que todo saliera perfecto. Pero también sabía que no podía desconectarme de mi rol de madre, especialmente ahora que April aún era tan pequeña.

Terminé de amamantar a April y me preparé rápidamente. Mi rutina de vestirme se había simplificado mucho desde que me convertí en madre. Opté por un conjunto cómodo pero profesional, sabiendo que tendría que estar preparada para cualquier eventualidad con la bebé. Metí todo lo necesario en la bolsa de pañales: pañales, toallitas, un par de cambios de ropa, y por supuesto, mi sacaleches, por si necesitaba extraer leche mientras estábamos en la oficina.

Cuando bajé al comedor, Frederick ya estaba despierto y preparando el desayuno para los niños. Me sonrió cuando entré, sus ojos se llenaron de una mezcla de orgullo y admiración.

—Buenos días, mis chicas —dijo mientras se acercaba a darme un beso rápido, y luego uno en la frente de April, que estaba en su portabebés.

—Buenos días —le respondí, sintiendo una ola de calidez al verlo tan involucrado en nuestra rutina matutina.

Emily y James estaban ya sentados a la mesa, disfrutando de sus cereales, mientras William hojeaba un libro en la sala de estar. Todo parecía en calma, lo que me daba un respiro antes de sumergirme en el caos que seguramente sería el día de hoy.

—¿Lista para tu primer día de vuelta en serio? —me preguntó Frederick mientras servía el café.

—Lo estoy, creo —respondí—. Pero será diferente esta vez, llevar a April conmigo es una experiencia completamente nueva.

Frederick asintió, comprendiendo mis sentimientos. Se acercó y me tomó de la mano.

—Lo harás bien. Y si necesitas algo, estoy a solo un par de oficinas de distancia.

Sonreí, agradeciendo su apoyo incondicional. A veces no sabía cómo expresar lo mucho que significaba para mí que estuviera ahí, no solo como mi pareja, sino también como un compañero que realmente entendía lo que implicaba ser madre y profesional al mismo tiempo.

Después del desayuno, cargué todo en el coche: a April, su bolsa, mi maletín, y salimos rumbo a la oficina. Emily estaba en la guardería, James estaban en el kínder, y William en la escuela, así que era solo April y yo esta vez. El trayecto hacia la oficina fue relativamente tranquilo, con April entretenida con su sonajero, y yo mentalizándome para el día que tenía por delante.

Al llegar, estacioné en el lugar reservado para nosotros y me dirigí al edificio con April en brazos. No pude evitar sentirme un poco nerviosa al entrar, consciente de las miradas curiosas de algunos compañeros que me veían caminar hacia el ascensor con una bebé. Pero decidí ignorarlos, concentrándome en mantener la calma y la confianza.

Una vez en mi oficina, instalé rápidamente un espacio cómodo para April, colocando su manta en el sofá junto a mi escritorio y algunos de sus juguetes cerca para tenerlos a mano. Sabía que tendría que hacer malabares entre mis responsabilidades profesionales y las necesidades de mi hija, pero me sentía preparada.

La mañana pasó en un abrir y cerrar de ojos. Mientras April dormía, logré revisar algunos informes y preparar mi presentación para la reunión. Pero cada vez que ella se despertaba, me tomaba un descanso para amamantarla y cambiarle el pañal, aprovechando esos momentos para relajarme un poco.

Cuando llegó la hora de la reunión, me sentí nerviosa, pero decidida. Sabía que algunos de los asistentes podrían estar escépticos sobre mi capacidad para manejar el trabajo y a una bebé al mismo tiempo, pero estaba decidida a demostrarles que era posible. Frederick, como siempre, fue mi mayor apoyo, asegurándose de que todo estuviera en orden antes de que comenzáramos.

La reunión se desarrolló mejor de lo que esperaba. April se comportó de maravilla, dormitando en su cochecito mientras yo exponía nuestras propuestas con confianza. Al final, el cliente quedó impresionado y satisfecho, lo que me dio un impulso de confianza que tanto necesitaba.

Al salir de la sala de reuniones, sentí una mezcla de alivio y orgullo. Sabía que no sería fácil, pero había superado el primer gran obstáculo en mi regreso al trabajo. Frederick me encontró en el pasillo, y al ver la sonrisa en mi rostro, supo de inmediato que todo había salido bien.

—Te dije que podías hacerlo —dijo con una sonrisa.

—No habría podido sin ti —le respondí, sinceramente agradecida.

Regresamos juntos a nuestras oficinas, y mientras él se sumergía en sus propias tareas, yo continué trabajando, atendiendo a April cuando lo necesitaba. Al final del día, estaba exhausta, pero satisfecha. Había sido un día largo y lleno de desafíos, pero había logrado mantener el equilibrio entre mi rol de madre y mi pasión por la arquitectura.

Al llegar a casa, encontré a los niños emocionados por contarme sobre su día, y aunque estaba agotada, me tomé el tiempo para escucharles, abrazarles y recordarles cuánto los amaba. Frederick, como siempre, estuvo allí para apoyarme, asegurándose de que la cena estuviera lista y que todos estuvieran atendidos.

Esa noche, mientras me acomodaba en la cama con April dormida en su cuna, reflexioné sobre todo lo que habíamos logrado como familia. Sabía que aún había mucho por delante, pero por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba en control de mi vida, equilibrando mis responsabilidades y mis pasiones de una manera que me llenaba de satisfacción.

Cerré los ojos con una sonrisa, agradecida por todo lo que tenía, y lista para enfrentar lo que viniera mañana.

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