Una Conexión Inesperada
MackenzieDespués de que Frederick y los niños se fueron, la oficina volvió a sumirse en el habitual silencio. Sin embargo, yo no podía concentrarme. Mis pensamientos giraban en torno a lo que acababa de ocurrir. Ver a Frederick con sus hijos, presenciar esa mezcla de rigidez y ternura, me había dejado una sensación extraña, algo que no había experimentado desde que comencé a trabajar en esta empresa.
No era que me sintiera atraída por él —al menos, no de la manera en que las revistas sensacionalistas suelen describir el "amor entre el jefe y la empleada"—, pero había algo en su manera de comportarse que me intrigaba. En el trabajo, Frederick era una fuerza inquebrantable: dominante, controlador, siempre dos pasos por delante de los demás. Pero con sus hijos, se mostraba más humano. Todavía distante, sí, pero con pequeños destellos de calidez que lo hacían parecer... vulnerable. Esa vulnerabilidad, por pequeña que fuera, me hacía pensar que había mucho más detrás de la fachada fría que mostraba a todos los demás.
Sacudí la cabeza, intentando despejarme. "No puedes dejar que esto te afecte", me dije a mí misma. Frederick es mi jefe, y por más interesantes que sean sus momentos familiares, mi vida personal no debe entrelazarse con la suya. Ya había aprendido esa lección en el pasado.
Abrí mi portátil y comencé a revisar los planos que había dejado pendientes. Era un diseño para una torre moderna, con un concepto innovador de sostenibilidad que había estado desarrollando durante semanas. Normalmente, me perdería en este tipo de trabajo durante horas, pero hoy no era capaz de concentrarme del todo.
Mi mente seguía volviendo a los niños. Había algo en su inocencia y en la forma en que me miraban que me afectaba más de lo que estaba dispuesta a admitir. James con su energía inagotable, William con su mirada crítica pero curiosa, y Emily... Emily, con esos ojos grandes y brillantes que parecían ver más de lo que cualquier adulto podría imaginar.
Suspiré y me levanté de mi silla, caminando hacia la ventana. Desde ahí, podía ver la ciudad, los rascacielos que se erigían como monumentos de la ambición humana. Normalmente, la vista me daba una sensación de logro, de propósito, pero hoy, todo parecía más distante. Había pasado tanto tiempo enfocada en mi carrera, en ser la mejor arquitecta, que había olvidado cómo era disfrutar de las pequeñas cosas, como la risa de un niño o una conversación casual.
El sonido de mi teléfono interrumpió mis pensamientos. Era un mensaje de mi mejor amiga, Sarah.
"¿Cómo va todo por ahí? No te he visto en semanas, mujer ocupada. ¿Te están explotando?"
Sonreí al leer el mensaje. Sarah siempre sabía cómo levantarme el ánimo, incluso cuando no se daba cuenta de que lo necesitaba.
"Todo bien, solo un día complicado",le respondí rápidamente.
Minutos después, ella me envió otro mensaje.
"Necesitas un respiro. Vamos a cenar esta noche. Necesitas desahogarte."
Pensé en mi agenda por un momento, pero me di cuenta de que realmente necesitaba ese respiro. Estaba tan atrapada en mi trabajo, en mis pensamientos sobre Frederick y sus hijos, que un poco de tiempo con una amiga no sonaba mal.
"Está bien, esta noche a las 8", le escribí. Sería un buen escape.
Cerré mi portátil, decidida a despejar mi mente antes de la reunión de diseño que tenía más tarde en la tarde. Sabía que, de alguna manera, tenía que dejar de lado esta confusión interna y concentrarme en lo que realmente importaba: mi trabajo.
Cuando la tarde avanzó, me dirigí a la sala de conferencias para reunirme con el equipo de diseño. En el trayecto, vi de nuevo a Frederick en su oficina, hablando por teléfono, con su característica expresión seria. Aunque su figura proyectaba autoridad y confianza, no pude evitar pensar en cómo lo había visto esa mañana con sus hijos. ¿Era esa su verdadera naturaleza, oculta detrás de capas de responsabilidad y expectativas?
La reunión transcurrió como de costumbre, con discusiones sobre los detalles técnicos y creativos del proyecto. Intenté mantenerme enfocada, pero de alguna manera, mi mente seguía regresando a esos momentos de la mañana, cuando los niños llenaron mi oficina de risas y preguntas curiosas. Eran como pequeños destellos de luz en un lugar que solía ser tan frío y profesional.
Al salir de la reunión, me topé con Frederick en el pasillo. Nos miramos durante un breve segundo, y aunque no intercambiamos palabras, pude notar una ligera suavidad en su mirada, como si quisiera decir algo, pero no encontrara las palabras.
—Mackenzie —dijo al final, deteniéndose frente a mí—. Quería agradecerte de nuevo por lo de esta mañana. Los niños parecen estar... muy a gusto contigo.
Su tono era formal, pero había algo en la forma en que lo dijo que me hizo sentir que, detrás de su agradecimiento, había algo más. Quizás, una especie de incomodidad o duda.
—No es nada, Frederick. Son niños maravillosos, es un placer pasar tiempo con ellos —respondí, intentando sonar casual.
—Lo aprecio —dijo, bajando la mirada por un momento antes de volver a alzarla—. A veces me pregunto si estoy haciendo lo correcto con ellos.
Esa confesión me tomó por sorpresa. Frederick nunca se mostraba vulnerable, mucho menos en el trabajo. Era como si, por un breve instante, me estuviera permitiendo ver algo más profundo, algo que normalmente mantenía oculto.
—No creo que haya una respuesta perfecta para ser padre —dije, eligiendo mis palabras con cuidado—. Pero el simple hecho de que te preocupe ya dice mucho. Tus hijos te admiran, Frederick. Eso es algo que no se puede fingir.
Por un momento, pareció considerar mis palabras. Asintió lentamente, como si estuviera procesando algo dentro de él.
—Gracias, Mackenzie —dijo finalmente, antes de despedirse con una leve inclinación de cabeza.
Mientras lo veía alejarse, no pude evitar sentir una mezcla de emociones. Era como si, poco a poco, las barreras que Frederick había construido a su alrededor comenzaran a desmoronarse, permitiéndome ver destellos de un hombre que, tal vez, estaba más perdido de lo que quería admitir.
Suspiré y volví a mi oficina. Sabía que esta dinámica con Frederick era complicada, pero de alguna manera, los niños habían abierto una puerta que ninguno de los dos estaba preparado para cruzar.
Sin embargo, algo me decía que, tarde o temprano, tendríamos que enfrentar lo que estaba surgiendo entre nosotros. Y cuando ese momento llegara, no estaría segura de cómo manejarlo.
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Building dreams
Teen FictionFrederick Montgomery es el dueño de las empresas más prestigiosas del mundo, un hombre de carácter implacable y presencia dominante. Arrogante, frío y calculador, siempre ha puesto los negocios por encima de todo, incluso de su familia. Viudo y padr...