Capitulo 33

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Una Decisión importante
Mackenzie

Desde la última conversación con los niños, algo dentro de mí había cambiado. Quizás fue la pureza de sus palabras, su apoyo incondicional o el simple hecho de que, a pesar de las complicaciones con Frederick, había una pequeña chispa de esperanza que no lograba apagar. Aunque me había esforzado por mantener la distancia emocional desde la última conversación con Frederick, la verdad era que no podía dejar de pensar en él. Y más importante aún, no podía dejar de pensar en nuestro hijo.

Las semanas habían pasado rápidamente, y ya estaba acercándome a la marca de las doce semanas de embarazo. Eso significaba una cosa: la ecografía más importante hasta el momento, la que determinaría que todo estuviera en su lugar y que nuestro bebé estuviera creciendo de manera saludable. Sabía que este momento iba a ser crucial, y mientras me preparaba para la cita, no podía ignorar la creciente sensación de que Frederick debería estar allí conmigo.

Sin embargo, invitarlo no era una decisión fácil. Desde que le conté sobre el embarazo, su reacción había sido todo menos alentadora. Aunque la noticia de la ecografía había provocado un cambio en su actitud, seguía habiendo una barrera entre nosotros, una distancia que él mismo había establecido y que yo no sabía cómo derribar.

La mañana de la cita llegó más rápido de lo que esperaba. Me desperté con el sonido del despertador, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía que tenía que tomar una decisión antes de que fuera demasiado tarde. Me quedé en la cama por unos minutos más, mirando al techo y tratando de organizar mis pensamientos. Finalmente, decidí que no podía seguir huyendo de esto.

Me levanté y tomé el teléfono. Mis dedos dudaron sobre la pantalla mientras buscaba el número de Frederick en mis contactos. Sabía que esto podría terminar de dos maneras: o bien aceptaba la invitación, o me rechazaba nuevamente, dejando en claro que su interés en el bebé era mínimo. De cualquier forma, necesitaba saberlo.

Respiré hondo y presioné el botón para llamar. El tono de llamada resonó en mis oídos, cada segundo se sentía eterno. Finalmente, escuché su voz al otro lado de la línea, profunda y seria como siempre.

—Mackenzie —respondió, con un tono que no pude descifrar.

—Frederick —dije, tratando de sonar más tranquila de lo que realmente estaba—. Sé que esto es un poco repentino, pero... hoy tengo la ecografía de las doce semanas.

Hubo un breve silencio, lo suficientemente largo como para que mi corazón comenzara a acelerarse.

—¿Y...? —Su voz sonó cautelosa, como si no estuviera seguro de lo que iba a decirle.

—Quiero saber si te gustaría acompañarme —solté rápidamente, antes de que pudiera retractarme—. Es un momento importante, y... creo que deberías estar allí si es algo que quieres.

Hubo otro silencio, esta vez más largo. Podía imaginarme a Frederick procesando la invitación, considerando sus opciones. Sabía que no era fácil para él, pero también sabía que, a pesar de todo, había algo en él que lo conectaba con este bebé, algo que tal vez ni él mismo comprendía completamente.

Finalmente, escuché su respuesta, suave pero firme.

—Quiero estar ahí, Mackenzie. ¿A qué hora es la cita?

Me sentí aliviada, como si una carga se hubiera levantado de mis hombros.

—Es a las once —respondí, sin poder evitar que una pequeña sonrisa apareciera en mis labios—. En la clínica de siempre.

—Estaré allí —dijo, y antes de que pudiera decir algo más, agregó—. Gracias por invitarme.

Nos despedimos rápidamente, y al colgar el teléfono, me sentí un poco más ligera. Había dado un paso importante, uno que podría definir la relación que tendríamos como padres. Frederick había aceptado, y eso era más de lo que esperaba.

El resto de la mañana transcurrió en un remolino de emociones. Me preparé para la cita, eligiendo con cuidado mi ropa, intentando calmar mis nervios. No podía evitar pensar en lo que significaría para Frederick ver a su hijo en la pantalla por primera vez. Aunque ya había pasado por esto con sus otros hijos, esta vez era diferente. Este bebé no había sido planeado, y nuestra situación era mucho más complicada.

Cuando finalmente llegué a la clínica, Frederick ya estaba allí, esperando en la sala de recepción. Estaba sentado en una de las sillas, con la mirada fija en su teléfono, pero cuando me vio entrar, guardó el dispositivo y se levantó. Me acerqué a él, sintiendo una extraña mezcla de emociones. Su presencia, aunque bienvenida, también me llenaba de una cierta incomodidad, una conciencia aguda de la complejidad de nuestra situación.

—Gracias por venir —le dije, realmente agradecida de que hubiera cumplido con su palabra.

—No podía no estar aquí —respondió, su voz tan controlada como siempre, pero había algo en su mirada, una suavidad que no solía mostrar.

Nos llamaron rápidamente, y caminamos juntos hacia la sala de ecografías. El ambiente estaba cargado de una tensión silenciosa, ambos conscientes de la importancia del momento, pero sin saber exactamente cómo manejarlo. Nos sentamos uno al lado del otro mientras la doctora preparaba el equipo.

Cuando la pantalla se encendió y la imagen borrosa de nuestro bebé apareció, sentí que el mundo se detenía por un momento. Era increíble ver cómo algo tan pequeño podía significar tanto. Frederick no apartó los ojos de la pantalla, su expresión era indescifrable, pero podía ver cómo sus manos se cerraban en puños, un claro signo de la intensidad de sus emociones.

—Todo parece estar en orden —dijo la doctora con una sonrisa—. El bebé está creciendo bien y parece estar completamente sano.

Sentí un alivio inmenso al escuchar esas palabras, y por un momento, olvidé todos los problemas, todas las dudas. Lo único que importaba era que nuestro bebé estaba bien. Miré a Frederick, esperando ver alguna reacción en él. Y la vi. Sus ojos estaban clavados en la pantalla, pero había algo más en su expresión, una especie de asombro mezclado con una emoción que no pude identificar del todo.

—Es increíble —murmuró, como si hablara consigo mismo.

Asentí, sin saber qué decir. Estábamos en una situación tan extraña, compartiendo un momento tan íntimo en medio de tantas incertidumbres. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, sentí que tal vez, solo tal vez, había una posibilidad de que pudiéramos encontrar un camino en medio de todo esto.

Después de la ecografía, la doctora imprimió algunas imágenes y nos las entregó. Sostuve la pequeña foto en mis manos, incapaz de dejar de mirarla. Frederick la observó también, su rostro aún grave, pero con un brillo en los ojos que no había visto antes.

Salimos de la clínica en silencio, ambos absortos en nuestros pensamientos. El sol brillaba intensamente, pero el aire estaba fresco, lo que me hizo sentir un poco más despejada. Me volví hacia Frederick, insegura de cómo continuar la conversación ahora que habíamos pasado por ese momento juntos.

—Gracias por venir —dije de nuevo, sintiendo que las palabras no eran suficientes para expresar lo que realmente sentía.

—No tienes que agradecerme, Mackenzie —respondió—. Este es mi hijo también. No quiero perderme nada, aunque... —Dudó por un momento, como si no estuviera seguro de cómo continuar—. Sé que las cosas no han sido fáciles entre nosotros, pero quiero hacer lo correcto. No solo por el bebé, sino también por ti.

Lo miré, sorprendida por su sinceridad. Había tantas cosas que quería decirle, tantas preguntas que aún no tenían respuesta, pero en ese momento, ninguna de esas palabras parecía necesaria. Lo único que importaba era que habíamos dado un paso hacia adelante, y aunque el camino aún era incierto, estábamos dispuestos a recorrerlo juntos.

—Yo también quiero hacer lo correcto —respondí, sintiendo que por primera vez en mucho tiempo, estábamos en la misma página.

Nos quedamos allí, en silencio, por un momento más, simplemente asimilando lo que habíamos compartido. Y aunque no sabía qué nos depararía el futuro, por primera vez en semanas, sentí que tal vez, solo tal vez, podíamos encontrar una manera de ser una familia. Sin Grace presente.

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