El momento de la verdad
MackenzieDespués de la conversación con Frederick, me quedé sola en mi oficina, con la cabeza llena de pensamientos que no podía organizar. Todo lo que había pasado en los últimos meses, las emociones, las decisiones, los errores, me pesaban como una carga en el pecho. No podía seguir así, atrapada entre lo que quería y lo que era correcto. Sabía que tenía que tomar una decisión, pero ¿cómo decidir cuando el corazón y la razón parecen no poder ponerse de acuerdo?
Decidí que necesitaba un respiro. Guardé la ecografía en mi bolso, apagué la computadora y me dispuse a salir de la oficina. Caminé por los pasillos de la empresa con pasos lentos, sintiendo que necesitaba procesar lo que había sucedido con Frederick. Su confesión, su disposición a intentarlo, todo eso me había dejado atónita. Siempre había sido tan duro, tan inquebrantable, que ver esa vulnerabilidad en él me había dejado desarmada.
Justo cuando llegué al ascensor, el sonido familiar del "ding" me sacó de mis pensamientos. Las puertas se abrieron, y para mi sorpresa, me encontré cara a cara con los tres niños de Frederick: William, James, y Emily. Sus sonrisas fueron como un rayo de sol en medio de la tormenta que se había desatado dentro de mí.
—¡Mackenzie! —gritó James, corriendo hacia mí con los brazos abiertos.
Me agaché para recibir su abrazo y luego le sonreí a William y Emily, quienes también se acercaron a mí.
—¡Hola! —respondí, mi voz más alegre de lo que me sentía realmente—. ¿Qué hacen aquí? ¿No deberían estar con su papá?
—Papá dijo que podíamos venir a despedirnos antes de que te fueras. —dijo William, siempre tan serio y responsable—. Y también porque queremos enseñarte algo.
Curiosa, me enderecé y los miré, preguntándome qué podrían querer mostrarme.
—¿De verdad? ¿Qué es lo que quieren mostrarme? —les pregunté, sintiendo cómo una pequeña sonrisa se formaba en mis labios a pesar de la agitación interna que sentía.
Emily, que hasta entonces había estado callada, sacó un dibujo de su pequeña mochila y me lo entregó con una sonrisa tímida.
—Lo hicimos en casa —dijo suavemente—. Es para ti.
Tomé el dibujo y lo observé con detenimiento. Era un dibujo simple, hecho con crayones, pero lleno de cariño. En el centro, había una figura que claramente era yo, rodeada de los tres niños. Encima de la imagen, en letras torcidas, estaba escrito "Te queremos, Mackenzie".
El nudo en mi garganta se hizo más grande. No pude evitar que se me llenaran los ojos de lágrimas. A pesar de todo lo que estaba pasando con Frederick, a pesar de la confusión y el miedo, estos niños me habían aceptado en sus vidas de una manera que nunca imaginé.
—Es hermoso, chicos. —Mi voz tembló ligeramente, y tuve que aclararme la garganta antes de continuar—. Lo voy a guardar siempre.
Emily sonrió, satisfecha con mi respuesta, mientras William y James parecían felices de haberme sorprendido. Me agaché para abrazarlos a los tres, sintiendo una conexión profunda con ellos, una conexión que solo se había fortalecido con el tiempo.
—¿Por qué estás triste, Mackenzie? —preguntó James de repente, su vocecita curiosa y preocupada al mismo tiempo.
—No estoy triste, solo estoy... pensando en muchas cosas —respondí, tratando de sonar lo más convincente posible.
William me miró con esos ojos inteligentes que tanto me recordaban a su padre.
—Es por papá, ¿verdad? —preguntó, con una madurez que me sorprendió.
Me quedé sin palabras. No sabía cómo responder sin involucrarlos en algo que no deberían tener que entender a su edad. Pero también sabía que no podía mentirles.
—Sí, es por papá —admití finalmente—. Pero no se preocupen por eso, ¿sí? Solo son cosas de adultos que tenemos que resolver.
William asintió, como si entendiera más de lo que debería, y eso me hizo darme cuenta de cuánto habían crecido estos niños. No podía simplemente dejarlos fuera de la ecuación. Lo que decidiera con Frederick no solo nos afectaría a nosotros dos, sino también a ellos. Eran una parte crucial de todo esto.
—Vamos a la sala de descanso —sugerí, queriendo cambiar el tema a algo más ligero—. Podemos ver si hay algo rico para merendar mientras charlamos un rato, ¿les parece?
Los tres asintieron con entusiasmo, y con eso, nos dirigimos a la sala de descanso. Mientras caminábamos, sentí una paz momentánea. A pesar de todo lo que estaba pasando, estar con ellos me recordaba que aún había cosas buenas en medio del caos. Aún había esperanza.
Cuando llegamos a la sala de descanso, les serví un poco de jugo y galletas. Nos sentamos en la mesa, y mientras los observaba charlar entre ellos, no pude evitar pensar en lo que Frederick había dicho. Había sido sincero en su deseo de intentarlo, y aunque una parte de mí quería creer que podíamos superar todo, otra parte estaba llena de dudas.
—Mackenzie, ¿vas a estar con nosotros y con papá? —preguntó Emily de repente, rompiendo mis pensamientos.
La miré, sin saber qué responder de inmediato. ¿Qué significaba "estar con ellos"? ¿Podía realmente imaginarme formando una familia con Frederick y sus hijos, después de todo lo que había pasado?
—Eso espero, Emily —dije finalmente—. Pero no estoy segura aún. Hay muchas cosas que necesitamos resolver primero.
—Papá nos dijo que las cosas a veces son difíciles, pero que todo se puede arreglar si lo intentamos lo suficiente —dijo William, con una seriedad que no se correspondía con su edad.
Sonreí ante su sabiduría infantil, pero no pude evitar sentir la presión que eso implicaba. Frederick había dejado una puerta abierta, pero no estaba claro si sería capaz de mantenerla abierta si las cosas se complicaban aún más.
—Tiene razón —admití—. A veces, lo más importante es intentar.
James, que hasta ahora había estado ocupado con sus galletas, se unió a la conversación.
—Nosotros te ayudaremos, Mackenzie. Papá dice que siempre es mejor cuando estamos juntos.
Las palabras de James me conmovieron profundamente. Estos niños, sin siquiera darse cuenta, estaban dispuestos a ofrecer su apoyo incondicional. Y en ese momento, supe que tenía que hacer todo lo posible para que las cosas salieran bien, no solo por mí, sino también por ellos.
—Gracias, James. Eso significa mucho para mí.
La conversación continuó, y por un rato, pude dejar de lado mis preocupaciones y simplemente disfrutar del momento. Pero sabía que no podía evitar para siempre las decisiones que tenía que tomar.
Después de un rato, Mary vino a buscar a los niños. Los acompañé hasta la puerta, asegurándoles que los vería pronto, y luego me quedé sola, nuevamente, con mis pensamientos. Esta vez, sin embargo, había una determinación renovada en mí. Si iba a enfrentar esta situación, lo haría con toda la fuerza que pudiera reunir.
Tomé una respiración profunda y volví a mi oficina. Había mucho en lo que pensar, y sabía que las cosas no se resolverían de un día para otro. Pero mientras organizaba mis pensamientos y me preparaba para enfrentar lo que viniera, había una cosa de la que estaba segura: pase lo que pase, ya no estaba sola. Tenía a esos tres niños que confiaban en mí, y tenía a un hombre que, a pesar de todos sus defectos, estaba dispuesto a intentarlo.
Y eso, por ahora, era suficiente para seguir adelante.
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Building dreams
Teen FictionFrederick Montgomery es el dueño de las empresas más prestigiosas del mundo, un hombre de carácter implacable y presencia dominante. Arrogante, frío y calculador, siempre ha puesto los negocios por encima de todo, incluso de su familia. Viudo y padr...