Capitulo 66

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Una Frontera Delgada
Frederick

Mi oficina era mi refugio, un lugar donde el caos del mundo exterior rara vez penetraba. Había días en los que, simplemente, cerraba la puerta, me sentaba detrás de mi escritorio, y dejaba que el silencio me cubriera como un manto. Pero hoy no era uno de esos días. Hoy, el trabajo me consumía de una manera en la que no había experimentado en mucho tiempo. Tenía reuniones consecutivas, informes que revisar, y decisiones cruciales que tomar. A veces, dirigir una empresa parecía más una guerra que una labor. El teléfono sonó por enésima vez en la última hora, y por un instante, consideré no contestar, pero la responsabilidad me venció.

—Mackenzie,— contesté con voz firme, esperando que la interrupción fuera rápida. Al otro lado de la línea, su voz suave y a la vez cargada de estrés se hizo presente. —Frederick, necesitamos hablar de los plazos para el proyecto de la torre. Hay problemas con los contratistas y la fecha de entrega está en riesgo.— Sus palabras eran metódicas, profesionales, pero conocía a Mackenzie lo suficientemente bien como para detectar la tensión en cada sílaba.

Me apoyé en el respaldo de mi silla, cerrando los ojos por un momento mientras me pasaba una mano por el rostro. —Entiendo, Kenzie. ¿Puedes venir a mi oficina en cinco minutos? Hablaremos en persona.—Sabía que algo no estaba bien más allá del proyecto. A pesar de su habilidad para manejar la presión, la cantidad de responsabilidades que había asumido recientemente estaba pasando factura. Y eso, combinado con su post parto, estaba generando una tormenta que era difícil de ignorar.

Cinco minutos después, Mackenzie entró en mi oficina sin tocar, como era su costumbre cuando algo la preocupaba. Cerró la puerta detrás de ella y se quedó en silencio un momento, simplemente observándome desde el otro lado del escritorio. Había algo en su mirada, una mezcla de cansancio y algo más, algo que no pude descifrar de inmediato.

—¿Qué está pasando exactamente con los contratistas?—, pregunté, tratando de mantener la conversación en un terreno profesional, al menos por ahora. Mackenzie dio un suspiro largo antes de responder. —Han retrasado la entrega de materiales por tercera vez esta semana. Dicen que es por problemas en la cadena de suministro, pero no lo están manejando bien. Y para colmo, el equipo de diseño necesita rehacer varios planos porque no se están alineando con las especificaciones originales.

Cada palabra que decía estaba cargada de una presión que no era normal en ella. Mackenzie solía ser un remolino de energía y creatividad, alguien que podía manejar múltiples tareas al mismo tiempo sin pestañear. Pero ahora... había algo diferente.

—Kenzie, ven aquí—, le dije, haciéndole un gesto para que se acercara. Ella vaciló por un momento, probablemente debatiéndose entre su rol de profesional y la necesidad de apoyo que probablemente sentía en ese momento. Finalmente, se movió lentamente alrededor del escritorio y, para mi sorpresa, se sentó en mi regazo, dejando caer su cabeza en mi hombro.

La sensación de su cuerpo contra el mío fue como un bálsamo para mi mente, ocupada en tantos frentes. Pude sentir la rigidez en sus músculos, la manera en que sus hombros estaban tensos. La rodeé con mis brazos, atrayéndola más hacia mí, y durante unos minutos, simplemente nos quedamos así, en silencio.

—Frederick...—, comenzó a decir, pero la interrumpí antes de que pudiera continuar. —No ahora, Kenzie. Solo quédate aquí un rato.— Ella asintió, sus manos aferrándose a la tela de mi camisa como si necesitara ese contacto para anclarse. Sabía que lo que estaba haciendo no era fácil para ella. Mackenzie siempre había sido fuerte, independiente, alguien que raramente mostraba vulnerabilidad. Pero ahora, la realidad de su situación, entre la presión del trabajo y las demandas de su embarazo, la estaba empujando al límite.

Pude sentir cómo su respiración comenzaba a desacelerarse mientras se relajaba un poco en mis brazos. Estaba agotada, no solo física sino emocionalmente. Lo sabía porque había estado allí antes, en esa línea delgada donde el estrés se convierte en algo más, algo peligroso.

Después de unos minutos, levantó la cabeza para mirarme, sus ojos mostrando una mezcla de emociones que era difícil de leer. —Frederick, no sé cómo seguir adelante. Siento que estoy fallando en todo... en el trabajo, en ser madre, en ser... tu pareja.— Sus palabras eran un susurro, y pude sentir la sinceridad en ellas, la carga de sus pensamientos.

—No estás fallando en nada—, respondí con firmeza. —Estás haciendo más de lo que cualquier persona podría manejar. Pero no tienes que hacerlo sola.— La besé suavemente, un gesto que no era común en mí, pero que en ese momento se sintió necesario. —Deja que te ayude, Kenzie. Estamos en esto juntos.

Ella me devolvió el beso, con una mezcla de necesidad y gratitud, y por un momento, el trabajo y el estrés quedaron en un segundo plano. El beso se profundizó, convirtiéndose en una forma de comunicación que trascendía las palabras, una manera de reconectar en medio del caos.

Cuando finalmente nos separamos, Mackenzie apoyó su frente contra la mía, sus ojos cerrados como si quisiera prolongar ese momento de paz. —Te necesito, Frederick. No solo como jefe o como padre de nuestra hija... Te necesito como mi compañero, como alguien en quien puedo apoyarme.

—Y lo seré—, respondí sin dudarlo. —Pero también necesito que confíes en mí. Si el proyecto se está complicando, encontraremos la manera de solucionarlo juntos. No tienes que cargar con todo tú sola.— La atraje más hacia mí, deseando poder absorber parte de su carga.

—Mañana organizaremos una reunión con los contratistas—, continué, volviendo un poco al terreno profesional, pero sin soltarla de mi abrazo. —Revisaremos cada detalle del proyecto y tomaremos decisiones firmes para asegurarnos de que se mantenga en marcha. Pero hoy... hoy quiero que te tomes un respiro.—

Ella asintió lentamente, y pude ver cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. No era común ver a Mackenzie en ese estado, y eso solo reforzó mi determinación de ser el apoyo que necesitaba. —Está bien—, susurró, su voz apenas audible.

La besé nuevamente, esta vez con una promesa silenciosa de que las cosas mejorarían, de que encontraríamos un equilibrio. El trabajo era importante, sí, pero nuestra relación y su bienestar eran lo primero.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Mackenzie se enderezó, limpiándose las lágrimas con una sonrisa pequeña pero genuina. —Gracias, Frederick. No sé qué haría sin ti.— Su voz había recuperado un poco de su fuerza habitual, y aunque sabía que el estrés no desaparecería de inmediato, al menos había dado un pequeño paso hacia adelante.

—Siempre estaré aquí para ti, Kenzie—, respondí, y lo decía en serio. No importaba cuán difíciles se pusieran las cosas, enfrentaríamos los desafíos juntos. Porque, al final del día, eso era lo que significaba ser pareja, y estaba dispuesto a aprender, a mejorar, por ella y por nuestra familia.

La observé mientras se levantaba de mi regazo, preparándose para enfrentar lo que quedaba del día con una nueva determinación. Y aunque sabía que aún teníamos mucho por resolver, me sentí optimista. Habíamos superado muchas cosas juntos, y esta sería solo otra prueba que venceríamos, lado a lado.

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