Capitulo 54

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La Casa Vacía
Mackenzie

El regreso a casa sin April fue lo más difícil que había enfrentado hasta ahora. Cuando la enfermera me entregó las instrucciones de alta y Frederick llegó para llevarme, sentí como si un peso insoportable cayera sobre mí. Me despidieron con palabras amables, asegurándome que podía visitar a April en la unidad de cuidados intensivos neonatales en cualquier momento, pero el vacío en mi pecho era inmenso.

Frederick estuvo a mi lado todo el tiempo, firme pero con esa preocupación que se reflejaba en su rostro, a pesar de su intento de mantenerse sereno. Mientras él conducía, yo me sumergí en mis pensamientos, mirando por la ventana sin realmente ver el paisaje. Mi mente estaba atrapada en la pequeña habitación del hospital, con la incubadora que mantenía a mi hija lejos de mis brazos.

—Mackenzie, vamos a superar esto juntos —dijo Frederick, su voz firme pero con un toque de ternura—. April está en las mejores manos. Y tú necesitas recuperarte para poder estar al cien por ciento cuando ella venga a casa.

Asentí sin mirarlo, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que sentía. Sabía que tenía razón, pero el dolor era abrumador.

Cuando llegamos a la mansión, todo se sintió diferente. La casa, que había sido un refugio de alegría y risas con los niños corriendo por todas partes, ahora parecía fría y vacía. Frederick me ayudó a salir del auto y entramos juntos, su brazo sosteniéndome mientras subíamos las escaleras hacia nuestra habitación.

—He hablado con el personal. Nadie va a molestarte, y si necesitas algo, solo pídelo. Quiero que te concentres en descansar —dijo, deteniéndose en la puerta de la habitación.

Me detuve en el umbral, mirando la cama que habíamos compartido, las sábanas cuidadosamente arregladas. Pero todo lo que podía pensar era en la cuna vacía que habíamos preparado para April, que ahora parecía una burla cruel de lo que debería haber sido un hogar lleno de alegría.

—No sé cómo voy a hacer esto, Frederick —dije finalmente, mi voz apenas un susurro—. No sé cómo voy a estar aquí, sin ella.

Frederick se acercó y me abrazó, su cuerpo cálido y fuerte contra el mío. Sus labios rozaron mi cabello mientras me sostenía, como si sus brazos pudieran protegerme del dolor que sentía.

—Lo harás porque eres fuerte, Mackenzie. Porque sabes que April te necesita en tu mejor forma. Y yo estoy aquí contigo. No estás sola en esto.

Sus palabras, aunque bien intencionadas, no hicieron que el dolor desapareciera. Pero su presencia, su inquebrantable apoyo, me daba la fortaleza que necesitaba para dar el siguiente paso.

Me ayudó a acostarme en la cama, ajustando las almohadas para que estuviera cómoda. Luego, se sentó a mi lado, tomando mi mano entre las suyas.

—Los niños están con Lucy, pero vendrán a verte más tarde. Están preocupados por ti, y creo que también por April, aunque no lo digan —dijo Frederick, con una suavidad que pocas veces mostraba—. Quiero que tomes este tiempo para descansar. Yo me ocuparé de todo lo demás.

Asentí de nuevo, sintiéndome agotada, tanto física como emocionalmente. Sabía que necesitaba descansar, pero mi mente no dejaba de pensar en April, sola en esa incubadora, luchando por crecer fuerte.

Frederick se quedó conmigo hasta que me quedé dormida, su mano acariciando suavemente mi brazo en un gesto reconfortante. A medida que el sueño me envolvía, escuché su voz, apenas un susurro.

—Todo va a estar bien, Mackenzie. Lo prometo.

Me desperté horas después, con la luz del atardecer filtrándose por las cortinas. La cama estaba vacía a mi lado, pero sentí la presencia de Frederick en la habitación. Escuché su voz en el pasillo, hablando con alguien por teléfono, probablemente uno de los doctores o el personal del hospital.

Me levanté lentamente, sintiendo la rigidez en mi cuerpo, recordándome que aún no estaba del todo recuperada. Pero mi mente estaba más despejada, y la necesidad de hacer algo, cualquier cosa, comenzó a apoderarse de mí.

Me dirigí hacia la ventana, mirando el extenso jardín de la mansión. Había una tranquilidad en el paisaje que, en otro momento, me habría resultado reconfortante, pero ahora solo acentuaba el vacío que sentía.

Cuando Frederick regresó a la habitación, me encontró junto a la ventana, perdida en mis pensamientos.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, acercándose para envolverme en sus brazos.

—Mejor, creo —respondí, apoyando mi cabeza en su pecho—. Pero no puedo dejar de pensar en ella, en lo pequeña que es, lo frágil...

—Lo sé —dijo Frederick, besando mi cabeza—. Pero está luchando, Mackenzie. Y lo hará mejor si sabe que su madre está fuerte para ella.

Levanté la cabeza para mirarlo, encontrando en sus ojos la misma mezcla de preocupación y determinación que yo sentía. Frederick había cambiado tanto desde que comenzamos esta relación; detrás de su dureza habitual, había un hombre que, aunque luchaba por mostrarlo, sentía profundamente.

—¿Cuándo puedo volver a verla? —pregunté, necesitando la seguridad de que podría estar con Ava pronto.

—Mañana por la mañana. Ya lo he arreglado. Pasaremos todo el tiempo que necesites con ella —respondió Frederick, apretando suavemente mi mano.

La idea de poder ver a April de nuevo me dio una pequeña chispa de esperanza, suficiente para seguir adelante. Pero también sabía que este tiempo en casa, lejos de ella, sería una prueba para mi fortaleza.

Esa tarde, los niños regresaron a casa. Emily fue la primera en entrar corriendo en la habitación, con sus risitas llenando el espacio. Se subió a la cama conmigo, abrazándome con toda la energía y el amor que solo un niño pequeño puede ofrecer.

—¡Mamá, mamá! —exclamó, como si no hubiera pasado ni un segundo desde que nos vimos por última vez.

William y James la siguieron, más cautelosos, pero con la misma necesidad de saber que todo estaba bien. Pasaron horas contándome sobre su día, intentando distraerme de lo que estaba sucediendo. Aunque les preocupaba April, su inocencia y energía fueron un bálsamo para mi corazón.

Esa noche, después de que los niños se durmieron, me encontré a solas en la habitación, abrazando una almohada mientras mis pensamientos vagaban. Frederick había salido a hacer algunas llamadas y me dio un espacio para estar conmigo misma.

Miré la cuna vacía en la esquina de la habitación y, por primera vez en el día, me permití llorar. Lloré por April, por la incertidumbre, por el miedo que me consumía. Pero también lloré de alivio, porque sabía que tenía a Frederick, a los niños y, sobre todo, a April, que luchaba con todas sus fuerzas para estar con nosotros.

Esa noche, aunque llena de lágrimas, también fue una liberación. Sabía que el camino sería largo y difícil, pero también sabía que no estaba sola. Y por April, estaba dispuesta a enfrentar cualquier cosa que viniera.

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Más tarde les subo más capítulos! Las amo!
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