Capitulo 15

2.9K 177 13
                                    

Encuentros Inesperados
Frederick

Después de un día largo, uno de esos en los que los números, las decisiones y los proyectos parecen fundirse en una sola masa interminable, me dirigí a casa antes de lo habitual. Estaba cansado, pero no tanto como para encerrarme en mi oficina y seguir con más trabajo. A veces, incluso yo necesitaba un descanso. Y eso era lo que me rondaba por la mente cuando mi teléfono sonó. Era Emett, mi mejor amigo desde la universidad.

—¡Frederick! —exclamó, su tono ya me decía que tenía algo planeado—. No te escondas esta noche. Vamos a salir.

Miré por la ventana de mi oficina, contemplando el atardecer. Llevaba semanas sin ver a Emett, siempre había una reunión, un viaje o alguna crisis en la empresa. Pero, de alguna manera, me di cuenta de que esta vez no tenía una excusa válida.

—¿Salir? —respondí, arrastrando la palabra, no muy convencido—. Sabes que no soy fan de esas cosas.

—Exactamente por eso necesitas salir —replicó, riéndose—. Te estás volviendo un monje, amigo. Vamos, solo una cena. Nada de grandes fiestas, solo buena comida y una conversación civilizada, lo prometo.

Suspiré, sabiendo que tenía razón. Aunque siempre me refugiaba en el trabajo, una parte de mí estaba comenzando a sentirse vacía. Mi vida se había reducido a la oficina y a mis hijos, y aunque me encantaba pasar tiempo con ellos, también sabía que necesitaba un equilibrio. Emett había sido una de las pocas personas que nunca me había permitido caer completamente en el aislamiento.

—Está bien —dije finalmente, dándome por vencido—. Pero elige un lugar tranquilo, nada de lugares abarrotados.

—¡Ya tengo el lugar perfecto! —respondió rápidamente—. Nos vemos en una hora. No llegues tarde.

Colgué el teléfono y me dirigí a casa para cambiarme. Los niños estaban con la niñera, así que no tenía que preocuparme por ellos esta noche. Cuando llegué, me tomé unos minutos para cambiar mi traje por algo más casual, aunque mi versión de "casual" todavía incluía una camisa y unos zapatos bien pulidos. Aun así, era lo más relajado que me verían fuera del trabajo.

Mientras conducía hacia el restaurante, mis pensamientos volvieron a Mackenzie. Había algo en ella que me desconcertaba. Desde que apareció en mi vida, las cosas habían comenzado a cambiar. No era solo su brillantez como arquitecta o su indudable atractivo físico. Era la forma en que mis hijos parecían conectarse con ella, cómo ella lograba que se abrieran y rieran, incluso cuando yo estaba presente. En momentos, me hacía cuestionar mis propias habilidades como padre, pero también me intrigaba esa conexión tan natural que había desarrollado con ellos.

El restaurante al que me dirigía con Emett era uno de esos lugares elegantes pero discretos, el tipo de sitio que ofrecía privacidad a aquellos que la buscaban, algo que yo siempre valoraba. Cuando llegué, Emett ya estaba en la barra, saludándome con una sonrisa amplia y una cerveza en la mano.

—Pensé que te echarías atrás —bromeó, dándome una palmada en la espalda.

—Estuve cerca —respondí, sonriendo ligeramente—. Pero aquí estoy.

Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde se podía ver la ciudad iluminada. Pedimos una botella de vino y comenzamos a ponernos al día. Emett era el tipo de persona que siempre tenía una historia interesante que contar, ya fuera sobre su último viaje de negocios o alguna anécdota divertida sobre las mujeres con las que se acuesta. Sin embargo, después de un rato, la conversación inevitablemente giró hacia mi vida personal.

—Entonces, ¿qué pasa contigo y los niños? —preguntó Emett, inclinándose un poco hacia adelante—. Me contaste que has estado pasando más tiempo con ellos últimamente.

—Sí —asentí, jugando con mi copa de vino—. He intentado estar más presente. Siento que he pasado demasiado tiempo en la oficina y no lo suficiente con ellos.

—Es una buena decisión —dijo Emett, sincero—. Los niños crecen rápido, amigo. No te lo pierdas.

Hice una pausa, pensando en James, William y Emily. Me sentía orgulloso de mis hijos, pero a veces no sabía si estaba tomando las decisiones correctas con ellos. Me recordaban a su madre en ciertos aspectos, aunque nunca había estado enamorado de ella. Sin embargo, su presencia había dejado una huella en sus vidas, y ahora dependía de mí llenar ese vacío.

Justo cuando estaba por responder, algo llamó mi atención. A unos metros de nosotros, entrando al restaurante, vi a Mackenzie. No estaba sola. Estaba acompañada por una amiga, ambas riendo y hablando animadamente mientras caminaban hacia una mesa.

—¿Algo te preocupa? —preguntó Emett, notando mi distracción.

—Es Mackenzie —dije en voz baja, mirando hacia donde ella estaba—. No esperaba verla aquí.

—¿La arquitecta? —preguntó Emett, girándose para mirar discretamente—. Vaya, es más guapa de lo que habías mencionado.

Rodé los ojos, pero no pude evitar una sonrisa.

—Es brillante en su trabajo —dije, intentando mantener el enfoque en lo profesional, aunque Emett no me lo ponía fácil.

—Lo que tú digas —respondió, sonriendo con picardía—. Pero parece que tiene algo más que sólo talento para ti.

No respondí a eso. Emett siempre sabía cuándo provocar, pero había algo de verdad en lo que decía. No era solo su capacidad como arquitecta lo que me atraía de Mackenzie. Era su fuerza, su independencia, y la manera en que se relacionaba con mis hijos. Algo en ella me hacía querer saber más, aunque eso significara abrirme a algo que no estaba seguro de poder manejar.

Mackenzie no había notado que estábamos ahí. Ella y su amiga se acomodaron en una mesa al otro lado del restaurante, y por un momento me pregunté si debía acercarme a saludarla. Pero entonces, Emett me dio un codazo.

—Oye, no te lo pienses tanto —me dijo—. Es una coincidencia que estén aquí, pero no significa que tengas que actuar de inmediato. Relájate. Esta es una noche para disfrutar.

Asentí, sabiendo que tenía razón. Esta noche era para desconectar, no para analizar más mi relación con Mackenzie. Pero a pesar de mis intentos de relajarme, no pude evitar lanzar algunas miradas en su dirección durante la cena. Algo me decía que esta coincidencia no era tan simple como parecía.

Mientras la noche avanzaba, la conversación con Emett se volvió más ligera, y poco a poco me permití disfrutar del momento. Pero en el fondo de mi mente, Mackenzie seguía presente, como una constante incógnita que no podía resolver del todo.

Quizás pronto, tendría la oportunidad de descubrir qué significaba realmente todo esto.

———————————————————————-
Hola hola!
Ojalá les guste mucho! Denle apoyo y síganme en mis redes sociales!
Ig: mafia.princesa_
TikTok: mafia_princesa

Building dreams Donde viven las historias. Descúbrelo ahora