Capitulo 52

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Un Giro Inesperado
Mackenzie

El día comenzó como cualquier otro. Estaba en la oficina, revisando los planos del proyecto más grande que había trabajado hasta el momento. El proyecto que estaba diseñando para Frederick no solo era importante para él, sino también para mí. Había puesto todo mi empeño, creatividad y esfuerzo en cada detalle. Era mi manera de demostrar que, a pesar de todas las complicaciones, podía manejar tanto mi carrera como mi vida personal. Sin embargo, esa mañana algo no se sentía del todo bien.

A medida que las horas pasaban, un dolor sordo empezó a invadir la parte baja de mi espalda. Al principio, lo ignoré, pensando que era solo el peso del embarazo que estaba comenzando a afectarme más de lo habitual. Pero el dolor fue aumentando gradualmente, y para cuando llegué al mediodía, estaba empezando a preocuparme.

Me recosté en la silla de mi oficina, intentando encontrar una posición que aliviara la incomodidad. Justo en ese momento, mi asistente entró para informarme de un problema urgente relacionado con la construcción del proyecto.

—Mackenzie, hay un problema con los cimientos del edificio. El equipo dice que encontraron una falla estructural que no estaba en los planes —dijo con un tono de voz preocupado.

Mi corazón dio un vuelco. Esto era lo último que necesitaba en ese momento. El proyecto había sido meticulosamente planificado, cada detalle revisado una y otra vez. Una falla estructural no solo retrasaría la construcción, sino que podría poner en riesgo todo el trabajo que había hecho hasta ahora.

Me levanté rápidamente, olvidándome momentáneamente del dolor en mi espalda.

—Dame los informes —respondí con firmeza, extendiendo la mano para recibir los documentos que mi asistente sostenía.

Mientras revisaba los planos y los informes, el dolor en mi espalda comenzó a extenderse hacia mi abdomen. Sentí un sudor frío recorrer mi frente, pero me obligué a concentrarme en el problema que tenía frente a mí. No podía permitirme distracciones en ese momento.

—Esto no puede estar pasando —murmuré para mí misma, sintiendo la presión aumentar en mi pecho.

El problema con los cimientos era grave, más grave de lo que había anticipado. Si no se solucionaba de inmediato, podría afectar toda la estructura del edificio. Sabía que tenía que actuar rápido, pero el dolor que ahora se había convertido en una punzada aguda en mi abdomen me estaba distrayendo.

Decidí llamar a Frederick para informarle de la situación. Mientras esperaba a que contestara, sentí una presión más intensa, seguida de una ola de dolor que me hizo doblarme ligeramente.

—Kenzie, ¿estás bien? —preguntó Frederick al otro lado de la línea, notando el tono tenso en mi voz.

—Hay un problema con el proyecto —respondí, tratando de sonar más tranquila de lo que me sentía—. Parece que hay una falla en los cimientos. Necesitamos una solución rápida o podríamos estar enfrentando un retraso importante.

Frederick hizo una pausa, y pude escuchar el sonido de su respiración pesada.

—Voy para allá —dijo finalmente, su tono firme—. No te preocupes, encontraremos una solución.

Antes de que pudiera responder, una ola de dolor más fuerte me hizo soltar el teléfono y aferrarme al borde del escritorio. Algo no estaba bien. Sabía que el estrés del proyecto podría estar afectándome, pero esto era diferente. Era un dolor que no había sentido antes, y comenzaba a asustarme.

Intenté tomar algunas respiraciones profundas para calmarme, pero el dolor seguía empeorando. De repente, sentí una presión en mi abdomen, como si algo se estuviera moviendo dentro de mí.

Me incliné sobre el escritorio, intentando mantener la calma. Mi respiración se hizo más rápida y superficial mientras trataba de evaluar lo que estaba sucediendo. ¿Podrían ser contracciones? No, no podía ser. Aún faltaba un mes para la fecha prevista de parto. Esto no era posible.

Justo en ese momento, la puerta de mi oficina se abrió de golpe y Frederick entró, con el rostro lleno de preocupación. Al verme, su expresión cambió a una mezcla de alarma e incredulidad.

—Kenzie, ¿qué está pasando? —preguntó, acercándose rápidamente a mí.

—Frederick... —logré decir entre jadeos—. Creo... creo que está sucediendo algo con el bebé.

Sin dudarlo, Frederick me tomó en sus brazos y me llevó hacia la salida. Todo sucedió en un torbellino de movimiento y dolor. Mi mente estaba borrosa por el miedo y la preocupación. No podía dejar de pensar en lo que podría estarle sucediendo a nuestra hija.

Cuando llegamos al hospital, los médicos y enfermeras actuaron con rapidez. Fui llevada a una sala de emergencias, donde me conectaron a monitores y comenzaron a hacerme preguntas que apenas podía entender. Frederick estaba a mi lado, sujetando mi mano con una fuerza que parecía ser su única manera de controlar su propia ansiedad.

El dolor era insoportable, y sentía como si mi cuerpo estuviera en guerra consigo mismo. Los médicos se movían a mi alrededor, hablando en términos médicos que apenas podía seguir.

—Parece que el trabajo de parto ha comenzado —dijo uno de los médicos, mirando a Frederick con seriedad—. Es temprano, pero haremos todo lo posible para asegurarnos de que el bebé esté bien.

Frederick asintió, su mandíbula apretada mientras trataba de procesar la situación. Yo solo podía pensar en nuestra hija, en lo frágil que podría ser y en el miedo que me invadía al saber que estaba a punto de llegar al mundo antes de tiempo.

Las horas siguientes fueron un torbellino de dolor, miedo y esperanza. Frederick no se separó de mi lado ni por un momento, su mano siempre aferrada a la mía, su presencia una ancla en medio de la tormenta.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, escuché el llanto de nuestra hija. Un sonido pequeño, pero fuerte y lleno de vida. Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras el alivio me inundaba. Habíamos pasado por un infierno, pero nuestra pequeña estaba aquí, viva y luchando.

Frederick se inclinó sobre mí, su rostro lleno de una mezcla de emociones que rara vez mostraba. Nos miramos, compartiendo un momento de comprensión profunda.

—Lo logramos —dijo, su voz apenas un susurro.

Asentí, sintiendo la fatiga finalmente alcanzarme. Pero a pesar de todo el dolor y el miedo, sabía que había valido la pena. Nuestra hija estaba aquí, y a pesar de todo, estábamos juntos para darle la bienvenida al mundo.

Frederick me besó suavemente en la frente, un gesto de ternura que solo él sabía dar en esos momentos raros y preciosos. Sabía que, aunque el camino había sido difícil, no lo cambiaría por nada en el mundo.

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Nuestra April quería nacer un mes antes.....
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