Capitulo 69

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La Emoción de la Boda
Mackenzie

Cuando Genevieve me llamó para decirme que estaría en Londres en menos de 24 horas, sentí una mezcla de emoción y ansiedad que me mantuvo despierta casi toda la noche. Había soñado con mi boda desde que era una niña, y ahora, todo comenzaba a tomar forma de una manera que nunca hubiera imaginado.

Al amanecer, la casa estaba tranquila. Frederick ya había salido temprano para una reunión, y los niños aún dormían, envueltos en sus cálidos edredones. Aproveché ese momento de paz para revisar algunos correos del trabajo y preparar la lista de cosas que quería discutir con Genevieve. Pero mi mente no dejaba de divagar hacia un pensamiento constante: el vestido de novia. No podía esperar a ponerme un vestido que me hiciera sentir como la protagonista de mi propia historia de amor.

Cuando el reloj marcó las 9 de la mañana, decidí despertar a los niños. Emily, como siempre, fue la primera en saltar de la cama y correr hacia mi habitación, abrazándome con esa ternura que siempre lograba derretir mi corazón. James y William no tardaron en seguirla, aunque con menos entusiasmo. La rutina de la mañana comenzó sin problemas, y pronto nos encontrábamos todos en la mesa, disfrutando de un desayuno rápido.

—Hoy voy a tener una reunión muy importante,—les expliqué mientras cortaba un trozo de tostada. —Vendrá una señora que me ayudará a organizar la boda. ¿Qué os parece?

Los ojos de Emily se iluminaron. A sus dos años recién cumplidos, estaba en la fase en la que cualquier cosa relacionada con princesas y bodas era lo más emocionante del mundo. —¡¿Te vas a poner un vestido bonito, mami?!

Sonreí, acariciando su cabello suave. —Sí, cariño. Un vestido muy bonito.

James y William, aunque menos entusiasmados, asintieron con una sonrisa. Ellos no entendían completamente el ajetreo de organizar una boda, pero sabían que era algo importante, y eso era suficiente para ellos.

Después de dejar a los niños en el colegio, me dirigí al hotel donde Genevieve se alojaba. Cuando llegué al lobby, me recibió una asistente que me acompañó hasta el ascensor, llevándome al piso donde estaba la suite de Genevieve. Al abrirse las puertas, me encontré con un equipo de personas trabajando diligentemente, rodeados de bocetos, muestras de telas y dispositivos electrónicos. El nivel de organización era impresionante, y me hizo sentir inmediatamente en buenas manos.

Genevieve apareció poco después, impecablemente vestida como siempre, con una sonrisa que irradiaba confianza. —Mackenzie, querida, ¡es un placer verte en persona! Espero que estés lista para lo que será una experiencia inolvidable.

Nos sentamos juntas en una sala decorada con gusto, con paredes cubiertas de imágenes de bodas anteriores que Genevieve había organizado. Era como estar dentro de una revista de bodas, y no podía evitar sentir un poco de vértigo ante la idea de que mi boda se convertiría en uno de esos eventos espectaculares.

Genevieve no perdió tiempo y comenzó a presentarme su visión para la boda, una que encajaba perfectamente con lo que había imaginado. Hablamos sobre el lugar, la decoración, las flores, y cada pequeño detalle que se podría mejorar o adaptar para hacerlo aún más especial. A medida que la discusión avanzaba, me sentía cada vez más segura de que todo sería perfecto.

Después de un par de horas de planificación, Genevieve cerró su cuaderno de notas y me miró con una expresión seria pero amable. —Hay algo más que debemos hacer hoy, Mackenzie. Y no es cualquier cosa. Tenemos que encontrar tu vestido de novia.

Mi corazón dio un vuelco. Sabía que el momento estaba cerca, pero oír esas palabras lo hacía aún más real. —He estado pensando mucho en eso,—admití. —Siempre he querido un vestido de Vera Wang.

Genevieve sonrió ampliamente, como si hubiera estado esperando escuchar esas palabras. —Vera Wang es la elección perfecta. Y resulta que tenemos una cita con su boutique aquí en Londres esta misma tarde.

No podía contener mi emoción. Llamé a Frederick para informarle que estaría ocupada toda la tarde, y aunque noté un leve toque de curiosidad en su voz, él me deseó lo mejor y me recordó que me tomara mi tiempo. Era uno de esos momentos en los que apreciaba su comprensión y su apoyo incondicional.

Llegar a la boutique de Vera Wang fue una experiencia en sí misma. El lugar era elegante y sofisticado, con maniquíes vestidos con creaciones de ensueño que parecían sacadas de un cuento de hadas. Una asistente nos recibió y nos llevó a una sala privada, donde varios vestidos estaban cuidadosamente dispuestos para que los revisáramos.

Genevieve, con su ojo experto, comenzó a seleccionar algunos de los vestidos que, según ella, capturaban la esencia de lo que yo estaba buscando. Había uno en particular que llamó mi atención de inmediato: un vestido de satén de marfil, con una falda amplia que caía en suaves pliegues, y un corpiño adornado con delicados encajes y pedrería. El vestido era la combinación perfecta de elegancia y romanticismo, y tan pronto como lo vi, supe que tenía que probármelo.

Cuando me lo puse y me miré en el espejo, sentí que estaba viendo una versión de mí misma que solo había imaginado en mis sueños. El vestido se ajustaba perfectamente, realzando cada curva y haciéndome sentir como una verdadera princesa. Era, sin duda, el vestido de mis sueños.

Genevieve se acercó, ajustando un par de detalles mientras yo giraba lentamente para observar cómo caía la falda. —Este es el indicado, Mackenzie. Puedo verlo en tus ojos.

Y tenía razón. Lo supe en ese momento, en esa pequeña habitación rodeada de espejos y telas delicadas. Este era el vestido con el que me casaría con Frederick, el hombre que, a pesar de todas las dificultades, había cambiado mi vida de maneras que nunca habría imaginado.

Después de unas horas de ajustes y algunos retoques, salí de la boutique con una sonrisa que no podía borrar de mi rostro. Genevieve me había ayudado a elegir no solo un vestido, sino también un símbolo del futuro que estaba a punto de comenzar. Estaba emocionada y nerviosa a la vez, pero sobre todo, estaba agradecida. Sabía que, sin importar lo que viniera después, estaba rodeada de personas que querían lo mejor para mí.

Esa noche, cuando me reuní con Frederick en casa, los niños ya estaban en la cama, y el ambiente era tranquilo. Mientras me acomodaba en el sofá junto a él, no pude evitar pensar en cómo todo había cambiado tan rápidamente. Miré a Frederick, quien me sonrió con esa expresión tranquila que siempre me daba fuerzas.

—¿Cómo fue tu día?—me preguntó mientras me rodeaba con su brazo, acercándome a él.

—Encontré el vestido,—susurré, apoyando mi cabeza en su pecho.

Frederick me acarició el cabello suavemente. —Sabía que lo harías. Estoy seguro de que será perfecto, como tú.

Cerré los ojos, disfrutando de la tranquilidad de ese momento. Estaba en el camino hacia un futuro brillante, y sabía que, con Frederick a mi lado, todo sería posible.

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El cumpleaños de Emily será un extra cuando termine el libro.
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