Capitulo 65

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Malabares entre Bodas y Trabajos
Mackenzie

Desperté esa mañana con la sensación de que algo en mi vida había dado un giro inesperado. La casa, que ahora resonaba con las risas y pasos apresurados de cuatro niños, se sentía más viva que nunca. La propuesta de Frederick seguía latente en mi mente, y aunque el anillo de Cartier brillaba con elegancia en mi dedo, lo que realmente me emocionaba era la idea de planear nuestra boda. Imaginaba un evento íntimo, lleno de detalles personales, pero la realidad del día a día estaba resultando más caótica de lo que había anticipado.

Desde que Frederick y yo nos comprometimos, una parte de mí había comenzado a imaginar cómo sería nuestra boda. Quería algo especial, algo que reflejara lo que éramos como pareja. Sin embargo, con el trabajo, los niños, y la vida diaria, el tiempo para sentarme a planificarlo parecía cada vez más escaso.

Me desperté con April a mi lado, quien, a pesar de ser aún pequeña, había logrado llenar nuestro hogar con una calidez única. Emily, como siempre, estaba a mi lado, abrazándome, y cuando me sonrió al despertar, supe que sería uno de esos días donde todo podría pasar. Lo que no esperaba era que justo al salir de la cama y revisar mi teléfono, vería una notificación del colegio de William y James: "Clases suspendidas hasta nuevo aviso por mantenimiento." Mi corazón se hundió un poco más cuando la guardería de Emily también me envió un mensaje similar.

Suspiré, tratando de no dejar que el estrés se apoderara de mí desde tan temprano. No solo tenía que llevar a los cuatro niños conmigo a la oficina, sino que también había varias reuniones importantes en la agenda, y el trabajo en nuestro gran proyecto arquitectónico estaba en una etapa crucial.

Mi plan inicial era dejar a los niños en casa con su niñera, Laura, mientras Frederick y yo íbamos a trabajar. Pero, como si el destino quisiera burlarse de mí, Laura llamó justo después de los mensajes del colegio. "Mackenzie, lamento tanto esto, pero estoy muy enferma. No podré ir hoy". Tragué con dificultad mientras intentaba mantener la calma en mi voz. "No te preocupes, Laura, recupérate pronto", respondí, aunque en mi mente ya estaba haciendo malabares con cómo manejar el día.

Miré a Frederick, quien había bajado a la cocina con una expresión neutral, como si el caos no lo tocara en absoluto. —¿Qué hacemos?—, le pregunté mientras preparaba el desayuno para todos. —Hoy tenemos un día lleno, no puedo simplemente faltar—, agregó, su tono siendo más pragmático que preocupado.

Él se acercó, poniendo una mano sobre la mía, y me dio un pequeño apretón. —Llevémoslos a la oficina. April siempre va contigo, y los otros tres encontrarán algo que hacer allí. Hablaré con mi asistente para que prepare una sala para ellos.

No era la situación ideal, pero con cuatro niños y una niñera enferma, las opciones eran limitadas. Frederick tenía razón, como siempre. Además, sabía que, a pesar del estrés, estar todos juntos en la oficina no sería el fin del mundo. De alguna manera, siempre encontrábamos la forma de hacer que funcionara.

Llegar a la oficina con cuatro niños a cuestas no fue tarea fácil. April estaba en su portabebés, mientras que Emily se negaba a soltarme la mano. William y James, aunque más independientes, estaban llenos de energía y listos para explorar cualquier rincón de la empresa.

Al entrar, varios empleados nos miraron con sorpresa, algunos sonriendo al ver la escena caótica. Mi asistente, Carla, vino corriendo hacia nosotros, claramente preocupada por el cambio repentino en la rutina. —He preparado la sala de juntas pequeña para que los niños puedan estar cómodos, Mackenzie—, dijo rápidamente, mientras me pasaba el calendario del día. —Gracias, Carla—, respondí, agradecida por su eficiencia.

Dirigí a los niños a la sala de juntas. Había llevado con nosotros varias mochilas llenas de juguetes, libros y, para William, incluso su iPad, donde podría distraerse con sus juegos educativos. La sala, normalmente fría y profesional, ahora estaba cubierta de colores y objetos infantiles. Me agaché para hablar con Emily, quien todavía estaba aferrada a mi pierna. —Mami tiene que trabajar un poco, pero estaré aquí cerca, ¿vale? ¿Podrás quedarte con tus hermanos por un ratito?—Emily asintió, aunque su mirada seguía preocupada.

Los niños se acomodaron, y después de asegurarme de que tenían todo lo que necesitaban, me dirigí a mi oficina. La mañana pasó en una neblina de reuniones y llamadas, con interrupciones ocasionales para revisar cómo estaban los niños. Afortunadamente, Frederick y yo teníamos oficinas contiguas, lo que facilitaba el control sobre la situación. Cada vez que pasaba por la sala de juntas, podía escuchar a William enseñándole algo a James o a Emily pidiendo ayuda para armar un rompecabezas.

Pero era April quien me preocupaba más. Sabía que la pequeña necesitaba atención constante, y aunque mi instinto era pasar todo el tiempo posible con ella, también tenía responsabilidades que cumplir. Frederick, a su manera, fue un pilar de apoyo silencioso durante todo el día, tomando a April en sus brazos durante mis reuniones más importantes y asegurándose de que los niños estuvieran entretenidos.

Mientras el día avanzaba, me encontré pensando en la boda una vez más. Quería algo simple pero hermoso, y aunque sabía que Frederick dejaría que me encargara de todo, deseaba que él participara más, que compartiera conmigo ese proceso. Había una parte de mí que anhelaba esa conexión más profunda, ese momento en el que ambos pudiéramos detenernos y enfocarnos en nosotros, en lo que estábamos construyendo juntos.

Sabía que su manera de amar era diferente. No era del tipo de hombre que mostraba afecto abiertamente o que se derretía en caricias. Pero en su pragmatismo, en su constancia, encontraba una seguridad que no había experimentado antes. Era una forma de amor que, aunque menos evidente, era igualmente poderosa.

Hacia el final de la tarde, cuando finalmente tuve un momento de tranquilidad, me senté en mi oficina, con April en mis brazos, y observé el anillo en mi dedo. Este anillo simbolizaba el compromiso, pero también el desafío de equilibrar nuestras vidas, de encontrar la manera de fusionar el trabajo, la familia y nuestras propias necesidades personales.

La verdad es que, a pesar de lo caótico que había sido el día, no cambiaría nada. Estaba aprendiendo a aceptar que nuestra vida sería así: llena de altibajos, de momentos de estrés y de instantes de pura felicidad. Y en medio de todo eso, estaba nuestra pequeña familia, creciendo y aprendiendo juntos.

Miré a April, quien comenzaba a quedarse dormida en mis brazos, y supe que, sin importar cuán ocupada estuviera, siempre encontraría tiempo para ellos, para Frederick y para los niños. Esta era mi vida ahora, y no la cambiaría por nada del mundo.

Con una sonrisa en mi rostro, me levanté para ir a ver cómo estaban los demás niños. Aunque no sabía exactamente cómo se desarrollaría todo, confiaba en que, juntos, encontraríamos la manera de manejarlo todo. Al fin y al cabo, éramos una familia, y eso significaba estar unidos, sin importar las circunstancias.

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