Capitulo 75

504 30 0
                                    

Decisiones
Frederick

El trabajo en mi oficina se había convertido en una especie de refugio. Aquí, entre planos, contratos y el zumbido constante del equipo, podía concentrarme en lo que mejor sabía hacer: tomar decisiones, resolver problemas y seguir adelante. Pero, últimamente, incluso este espacio que había sido mío durante tanto tiempo se había visto invadido por la realidad de mi vida personal.

No es que me importara, claro. La presencia de Mackenzie, con April en brazos o con los niños a su alrededor, era algo que había llegado a aceptar como parte de mi nueva normalidad. Sin embargo, la cantidad de cosas que estaban sucediendo al mismo tiempo comenzaba a sentirse abrumadora, incluso para alguien como yo.

Mientras me sentaba en mi escritorio revisando los documentos más recientes, no podía dejar de pensar en Mackenzie. La había visto esta mañana con los niños, corriendo de un lado a otro mientras intentaba mantener todo bajo control. Sabía que estaba estresada, aunque intentara ocultarlo detrás de su sonrisa y sus palabras tranquilizadoras. Era difícil no darse cuenta, especialmente cuando la conocía tan bien.

Me encontraba sumido en estos pensamientos cuando la puerta de mi oficina se abrió y Mackenzie entró, sin previo aviso. Cerró la puerta detrás de ella, y en un instante, supe que algo la estaba afectando. Su rostro reflejaba cansancio y preocupación, pero también una determinación que me resultaba familiar.

No dijo nada al principio, solo caminó hacia mi escritorio, rodeándolo hasta quedar frente a mí. Antes de que pudiera preguntarle qué sucedía, Mackenzie se sentó en mi regazo, algo que había comenzado a hacer con más frecuencia, y se acurrucó contra mi pecho. Sentí cómo su cuerpo se relajaba ligeramente al contacto, y mi mano instintivamente fue a su espalda, trazando círculos suaves.

—¿Qué está pasando, Mackenzie?—pregunté finalmente, mi voz baja y calmada.

Ella permaneció en silencio por unos segundos, como si estuviera organizando sus pensamientos. Luego, levantó la vista para mirarme, y en sus ojos vi el peso de todo lo que estaba cargando. —Es demasiado, Frederick,—murmuró.— Estoy muy cansada, ayer apenas dormí.

Asentí, entendiendo a lo que se refería. Habíamos hablado de esto antes, pero ahora parecía que todo se estaba acumulando. Era evidente que Mackenzie estaba haciendo todo lo posible por mantener las cosas en orden, pero el estrés estaba comenzando a pasarle factura.

—Vamos a resolver esto,—dije con firmeza, mi mano todavía acariciando su espalda. —No tienes que hacerlo todo sola, Kenzie. Estoy aquí para ayudarte.

Ella dejó escapar un suspiro, como si mis palabras fueran un alivio que había estado necesitando. —Lo sé,—respondió en un susurro. —Pero es difícil no sentir que tengo que estar en todas partes al mismo tiempo. No quiero fallar en nada, especialmente con los niños.

—Y no lo harás,—aseguré, inclinándome para besar su frente. —Eres la mujer más fuerte y capaz que conozco. Pero también necesitas darte un respiro. Podemos ajustar las cosas para que no te sientas tan abrumada.

—¿Cómo?—preguntó ella, su voz teñida de esperanza y escepticismo al mismo tiempo.

—Para empezar, podemos reducir el ritmo en el trabajo. Ya he hablado con algunos de los directores de proyecto; pueden manejar gran parte de las tareas mientras nos enfocamos en la casa.—le expliqué. —Y podemos contratar más ayuda en casa. No tienes que hacerlo todo tú.

Mackenzie pareció considerar esto por un momento antes de asentir lentamente. —Eso podría funcionar... pero también está el hecho de que quiero que todo sea Perfecto. Y me da miedo que, al enfocarme tanto en eso, descuide a los niños o al trabajo.

—Es un equilibrio delicado,—admití. —Pero no estás sola en esto, Kenzie. Somos un equipo, ¿recuerdas? Y si algo no sale perfecto, no será el fin del mundo. Lo importante es que estemos juntos, que los niños estén bien y que tú no te consumas en el proceso.

Ella me miró, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y algo más profundo, algo que reconocí como amor. —Gracias, Frederick,—susurró, su voz quebrándose ligeramente. —Realmente no sé qué haría sin ti.

—Y no tendrás que averiguarlo,—respondí, inclinándome para besarla suavemente.

El beso fue lento y reconfortante, una promesa silenciosa de que, sin importar lo que sucediera, estaríamos juntos en esto. Mackenzie se acurrucó más cerca de mí, y por un momento, solo existíamos nosotros dos, sin el peso del mundo exterior.

Pero incluso en ese momento, podía sentir su tensión. Sabía que había mucho más por resolver, y que este pequeño respiro no sería suficiente para aliviar todo lo que la preocupaba. Pero al menos era un comienzo, una manera de recordarle que no estaba sola en esto.

—¿Te sientes mejor?—pregunté después de un rato, apartando un mechón de su cabello que había caído sobre su rostro.

Mackenzie asintió, aunque todavía había una sombra de preocupación en su expresión. —Sí, un poco,—admitió. —Pero hay tanto por hacer...—

—Lo sé,—dije, —y lo haremos juntos. Pero por ahora, ¿por qué no tomamos un pequeño descanso? Te vendrá bien desconectar por un rato.

Ella dudó por un momento, pero finalmente asintió. —Está bien. Tal vez un descanso es lo que necesito.

Me levanté del sillón, todavía sosteniéndola en mis brazos, y la llevé al sofá de mi oficina. Nos acomodamos allí, con ella acurrucada contra mí, y durante un rato, simplemente disfrutamos del silencio y de la compañía del otro.

Mientras estábamos allí, pensé en todo lo que había cambiado desde que Mackenzie entró en mi vida. Nunca había sido alguien que se inclinara hacia las emociones o las relaciones, pero con ella, todo había sido diferente. Ella había traído algo que no sabía que necesitaba: un sentido de hogar, de pertenencia, de familia.

Y aunque no lo decía con frecuencia, la verdad era que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para que ella estuviera bien, para que nuestra familia estuviera bien. No importaba lo que se interpusiera en nuestro camino; lo enfrentaríamos juntos.

Cuando finalmente nos levantamos, Mackenzie parecía más tranquila, más centrada. —Gracias,—dijo, mirándome con una sonrisa que iluminaba todo su rostro. —Realmente lo necesitaba.

—Siempre,—respondí, dándole un suave apretón en la mano. —Ahora, vamos a encargarnos de todo esto. Juntos.

Ella asintió, y con una nueva determinación en su rostro, salimos de la oficina, listos para enfrentar lo que viniera. Porque, al final del día, eso es lo que hacíamos: enfrentábamos todo juntos, sin importar lo difícil que fuera.

Y mientras la veía caminar a mi lado, con esa fuerza y gracia que siempre la habían caracterizado, supe que lo lograríamos. Siempre lo hacíamos.

——————————————————————-
Ig: mafia.princesa_
TikTok: mafia_princesa

Building dreams Donde viven las historias. Descúbrelo ahora