Capitulo 35

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La Decisión Final
Frederick

El día estaba llegando a su fin cuando regresé a la oficina. Había pasado la tarde en casa con los niños, viendo cómo sus pequeños rostros se iluminaban ante la idea de un nuevo hermanito o hermanita. A pesar de mis reservas iniciales, ver su entusiasmo me había llenado de una paz que no había sentido en mucho tiempo. Sin embargo, aún quedaba un asunto pendiente, uno que no podía postergar más.

Mackenzie. Desde que había visto la ecografía en su oficina, mi mente no había dejado de darle vueltas a lo que eso significaba. El bebé no solo era una nueva vida, sino también un vínculo inquebrantable entre nosotros. No podía seguir actuando como si nada hubiera cambiado, como si ella fuera solo otra empleada, cuando en realidad era mucho más.

Con cada paso que daba hacia su oficina, sentía el peso de mi decisión. Sabía lo que tenía que hacer, pero también sabía que no sería fácil. Yo no era un hombre que pedía cosas con dulzura. Había llegado donde estaba siendo duro, dominante, sin dejar que las emociones interfirieran en mis decisiones. Pero con Mackenzie, todo era diferente. Ella despertaba en mí algo que no había sentido en años, algo que apenas reconocía.

Al llegar a la puerta de su oficina, me detuve por un momento, respirando hondo. La decisión estaba tomada, y no había vuelta atrás. Golpeé la puerta suavemente, y cuando escuché su voz desde adentro invitándome a pasar, abrí la puerta y entré.

Mackenzie estaba de pie junto a su escritorio, revisando unos planos con una concentración que siempre admiré en ella. Al verme, levantó la vista, sorprendida por mi presencia, pero en sus ojos no había ni rastro de la emoción que vi la última vez que estuvimos juntos. Era como si estuviera preparada para cualquier cosa menos para lo que yo estaba a punto de decir.

—Frederick —dijo, con su voz profesional y controlada—, ¿hay algo que pueda hacer por ti?

Cerré la puerta tras de mí, asegurándome de que nadie pudiera interrumpirnos. Me acerqué a su escritorio, mis pasos resonando en la silenciosa oficina. Mis ojos se clavaron en los suyos, y vi cómo su mirada se volvía cautelosa, como si intuyera que algo importante estaba a punto de suceder.

—Sí, hay algo que necesitas hacer por mí —dije, mi voz más dura de lo que pretendía—. Y no, no tiene nada que ver con la empresa.

La confusión cruzó su rostro por un breve instante, antes de que sus ojos volvieran a encontrar los míos, esta vez con una mezcla de curiosidad y desafío.

—¿De qué estás hablando? —preguntó, dejando los planos a un lado y cruzando los brazos sobre su pecho.

Me tomé un momento para observarla, para realmente asimilar lo que estaba a punto de pedirle. Mackenzie no era una mujer que se dejara intimidar fácilmente, y eso era una de las cosas que más me atraía de ella. Pero ahora, necesitaba que entendiera lo serio que era esto para mí, que comprendiera lo que realmente significaba estar conmigo.

—Mackenzie —comencé, mi voz baja pero firme—, no quiero que haya malentendidos entre nosotros. Este bebé, nuestro bebé, ha cambiado todo. No puedo seguir fingiendo que lo que tenemos es solo una relación profesional. No cuando lo que siento por ti va mucho más allá de eso.

Sus ojos se agrandaron un poco, claramente sorprendida por mi franqueza. Había esperado que resistiera, que cuestionara mis palabras, pero en lugar de eso, permaneció en silencio, dejándome continuar.

—Te he tratado como a una empleada, como a cualquier otra persona en esta empresa, porque no sabía cómo manejar lo que estaba sintiendo —admití, la dureza en mi voz suavizándose un poco—. Pero ahora, después de todo lo que hemos pasado, no puedo seguir haciendo eso. No quiero seguir haciendo eso.

Me acerqué un paso más, sintiendo cómo el aire entre nosotros se cargaba de tensión. Podía ver el conflicto en sus ojos, podía sentir su duda, pero también podía sentir algo más, algo que me daba la fuerza para seguir.

—No soy un hombre fácil, Mackenzie. Soy duro, dominante, y no suelo mostrar mis emociones. Pero tú... —hice una pausa, buscando las palabras correctas—, tú has logrado traspasar todas mis barreras. Y ahora, quiero que seas mía. No solo en el sentido físico, sino en todos los sentidos.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Mackenzie no apartó la mirada, pero pude ver cómo sus manos se aferraban al borde del escritorio, como si necesitara algo a lo que aferrarse mientras procesaba lo que acababa de decir. La vi abrir la boca para decir algo, pero la cerró de nuevo, como si no estuviera segura de cómo responder.

—Quiero que seas mi novia —dije finalmente, las palabras saliendo con más dureza de la que pretendía—. Quiero que estemos juntos, de verdad. No quiero que seas solo la madre de mi hijo. Quiero que seas la mujer con la que comparta mi vida. Y si eso significa que tengo que bajar la guardia, entonces lo haré. Pero necesito saber que tú también estás dispuesta a comprometerte.

El silencio se prolongó, y cada segundo que pasaba sentía como si una pesada carga se asentara en mi pecho. Nunca había sido bueno para las palabras, y esto era lo más vulnerable que me había permitido ser en mucho tiempo. Pero Mackenzie merecía la verdad, merecía saber lo que realmente quería.

Finalmente, Mackenzie respiró hondo, y cuando habló, su voz era suave, pero firme.

—Frederick... —comenzó, su tono lleno de emociones encontradas—, esto es... no esperaba esto.

—No me importa lo que esperabas —la interrumpí, mi tono más suave, pero aún firme—. Esto es lo que quiero. Y necesito saber si tú también lo quieres.

Ella me miró fijamente, y pude ver la lucha interna en su rostro. No era una decisión fácil para ella, y lo sabía. Mackenzie no era una mujer que se entregara fácilmente, y lo último que quería era hacerla sentir presionada. Pero al mismo tiempo, no podía soportar la idea de dejarla ir.

—Quiero estar contigo —dije finalmente, mi voz más baja—. Pero no puedo hacerlo si tú no estás completamente segura de que también quieres esto.

Hubo un momento en que pensé que me rechazaría, que me diría que era demasiado, que no estaba lista para lo que le estaba pidiendo. Pero entonces, para mi sorpresa, vi cómo una pequeña sonrisa se formaba en sus labios, y algo dentro de mí se relajó.

—Frederick —dijo, su voz más suave que nunca—, sé lo difícil que esto es para ti. Y no puedo negar que también he estado luchando con mis propios sentimientos. Pero si me estás pidiendo que sea tu novia, que comparta mi vida contigo... entonces sí. Quiero eso. Quiero estar contigo.

Un alivio indescriptible se apoderó de mí al escuchar sus palabras. Sin pensarlo dos veces, cerré la distancia entre nosotros y la atraje hacia mí, envolviéndola en mis brazos. Sentí cómo sus manos se aferraban a mi espalda, y por primera vez en mucho tiempo, permití que una sonrisa genuina apareciera en mi rostro.

—No te voy a decepcionar, Mackenzie —susurré contra su cabello, sintiendo cómo ella se relajaba en mi abrazo—. Te prometo que haré lo que sea necesario para que esto funcione.

Ella no dijo nada, pero supe que me creía. Y en ese momento, supe que, a pesar de todos los desafíos que nos esperaban, estábamos listos para enfrentarlos juntos.

—Esto es solo el comienzo —le dije, mientras la soltaba lo suficiente para mirarla a los ojos—. Y te prometo que, pase lo que pase, estaremos juntos en esto.

Mackenzie asintió, y en sus ojos vi la determinación que tanto admiraba. Nos habíamos enfrentado a tantas cosas, pero ahora, estábamos listos para enfrentar lo que fuera que viniera, juntos.

El camino no sería fácil, pero por primera vez en mucho tiempo, me sentí seguro de que habíamos tomado la decisión correcta. Y con Mackenzie a mi lado, supe que podíamos superar cualquier obstáculo.

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