El Vínculo que Nos Une
MackenzieMe desperté en la cama del hospital con una sensación de vacío en mi pecho. El dolor físico se había reducido a un leve malestar, pero mi mente estaba nublada por la preocupación. Lo primero que hice fue llevarme la mano al vientre, sintiendo la ausencia de la vida que había llevado dentro durante los últimos ocho meses. Mis pensamientos se dirigieron inmediatamente a April, mi pequeña, que había llegado al mundo antes de tiempo, frágil y vulnerable.
Una enfermera entró a la habitación justo cuando intentaba incorporarme.
—Buenos días, señora Mackenzie. ¿Cómo se siente hoy? —me preguntó con una sonrisa amable, mientras ajustaba la almohada detrás de mí.
—Estoy bien, pero... ¿cómo está mi hija? —pregunté, mi voz quebrándose un poco.
La enfermera me miró con comprensión.
—April está en la unidad de cuidados intensivos neonatales. Está estable, pero necesitará permanecer en la incubadora durante un mes para asegurarnos de que se desarrolle adecuadamente y gane la fuerza que necesita. Es muy común en bebés prematuros, pero está en buenas manos.
Asentí, aunque la angustia no desapareció. Saber que Ava estaba recibiendo el mejor cuidado posible me daba algo de consuelo, pero no podía evitar sentirme impotente. Quería estar con ella, sostenerla, asegurarme de que sintiera mi amor y protección, pero me encontraba limitada por mi propia recuperación.
—¿Puedo verla? —pregunté, mis palabras llenas de anhelo.
—Por supuesto —respondió la enfermera—. Le avisaré al doctor para que haga los arreglos. Necesitará descansar después, pero puede pasar un tiempo con su hija.
Mientras la enfermera salía de la habitación, me sentí invadida por una mezcla de emociones. Todo había sucedido tan rápido que apenas había tenido tiempo de procesarlo. Mi mente se llenó de imágenes de April en la incubadora, su pequeño cuerpo rodeado de tubos y monitores. La idea me resultaba insoportable, pero sabía que era lo mejor para ella.
Poco después, otra enfermera me ayudó a levantarme de la cama y me llevó en una silla de ruedas hasta la unidad de cuidados intensivos. Cuando entré en la sala, el sonido de los monitores y el ambiente esterilizado me hizo sentir una punzada de ansiedad. Sin embargo, todo eso desapareció cuando vi a April, mi pequeña April, dentro de la incubadora.
Era tan pequeña, mucho más de lo que había imaginado. Su piel era rosada y delicada, y su respiración era un suave vaivén que me trajo lágrimas a los ojos. Estaba conectada a varios tubos y monitores, pero lo que más me conmovió fue ver cómo su pecho subía y bajaba con cada pequeña respiración.
—Aquí está, señora Mackenzie —dijo el médico que me acompañaba—. Su hija es una luchadora, y aunque aún es temprano, los signos son positivos. Lo más importante ahora es que descanse y se fortalezca.
Me acerqué lo más que pude, con la mirada fija en mi bebé. Coloqué una mano en el cristal de la incubadora, deseando poder tocarla, acariciar su piel, hacerle saber que estaba allí con ella.
—Hola, pequeñita —susurré, sintiendo una lágrima rodar por mi mejilla—. Mamá está aquí, y te amo tanto. Eres tan fuerte, y sé que vamos a superar esto juntas.
Pasé unos minutos más con April, observándola en silencio, hasta que el cansancio comenzó a ganarme. La enfermera me sugirió regresar a mi habitación para descansar, asegurándome que podría volver a verla más tarde.
De vuelta en la habitación, me dejé caer sobre la almohada, sintiéndome agotada tanto física como emocionalmente. Pero antes de poder entregarme al sueño, la puerta se abrió lentamente y vi entrar a Frederick, seguido por William, James y Emily.
—Mamá, mamá —gritó Emily, corriendo hacia mí con sus pequeños brazos extendidos.
La emoción en su voz me arrancó una sonrisa, aunque también me recordó cuán complicado sería explicarles la situación. Emily se subió a la cama con la ayuda de Frederick y se acurrucó a mi lado, su carita apoyada en mi pecho. William y James se acercaron más despacio, mostrando una mezcla de curiosidad y preocupación.
—Hola, mis amores —dije suavemente, acariciando el cabello de Emily mientras miraba a los otros dos—. ¿Cómo están?
—Estamos bien, pero... ¿y la bebé? —preguntó William, sus ojos grandes y llenos de incertidumbre.
—April está en neonatólogia, como tú cuando naciste —respondí, tratando de usar palabras sencillas—. Ella es un poco más pequeña y necesita quedarse en una cuna especial por un tiempo, pero está bien. Es muy fuerte.
—¿Podemos verla? —preguntó James, mirándome con una esperanza que me partió el corazón.
—No todavía, cariño. April necesita descansar y crecer un poco más antes de que podamos visitarla todos juntos. Pero les prometo que en cuanto podamos, irán a conocer a su hermanita.
Frederick, que había estado en silencio observando la interacción, se acercó y se sentó en la silla junto a mi cama, tomando mi mano en la suya.
—Los chicos están emocionados por conocerla —dijo, sonriéndome—. No han dejado de preguntar por ella desde que les conté.
Emily, que había estado en silencio, de repente levantó la cabeza y me miró con ojos llenos de preocupación.
—¿Mamá? ¿April va a estar bien?
Mi corazón se encogió ante su pregunta, tan sencilla pero tan profunda. Le acaricié la mejilla y asentí con la mayor convicción que pude reunir.
—Sí, Emily. April va a estar bien. Es muy fuerte, como tú.
Emily asintió, aparentemente satisfecha con mi respuesta, y volvió a acurrucarse contra mí. Sentí una oleada de emociones al pensar en lo que nos esperaba. Sabía que el próximo mes sería un desafío, con visitas constantes al hospital y la preocupación constante por la salud de April. Pero en ese momento, con mis hijos a mi lado, sentí que podíamos superar cualquier cosa.
Pasamos el resto de la tarde hablando, y aunque traté de mantener la conversación ligera, sabía que William y James aún estaban preocupados. Emily, sin embargo, parecía completamente convencida de que todo estaría bien, y su inocencia me dio una fuerza que no sabía que tenía.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, los niños comenzaron a cansarse. Frederick se ofreció a llevarlos a casa para que pudieran descansar.
—Volveré mañana temprano —dijo, inclinándose para besarme en la frente antes de ayudar a los niños a salir de la habitación—. No te preocupes por nada, Mackenzie. Estaremos aquí contigo y con April en cada paso del camino.
Cuando finalmente se fueron, dejé que las lágrimas que había estado conteniendo fluyeran libremente. Las emociones del día me abrumaron, pero sabía que tenía que mantenerme fuerte. No solo por April, sino también por los niños, que contaban con nosotros para guiarlos a través de este momento difícil.
Mientras cerraba los ojos, supe que no estaba sola en esto. Tenía a Frederick, a mis niños, y sobre todo, tenía a April, quien, aunque pequeña, ya había demostrado ser una luchadora. Y juntas, superaríamos cualquier obstáculo que se nos presentara.
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Llore escribiendo este capitulo.....
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Building dreams
Teen FictionFrederick Montgomery es el dueño de las empresas más prestigiosas del mundo, un hombre de carácter implacable y presencia dominante. Arrogante, frío y calculador, siempre ha puesto los negocios por encima de todo, incluso de su familia. Viudo y padr...