Capitulo 9

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Interrogantes en Casa
Frederick

El día había sido extraño. Aún sentía en el aire la tensión que había compartido con Mackenzie en el vestíbulo, y aunque intenté sumergirme en el trabajo como siempre hacía, mi mente no dejaba de divagar hacia la imagen de ella con mis hijos. Hacía mucho tiempo que no me sentía así, tan fuera de control en mi propia vida. Cada detalle de mi día estaba meticulosamente planeado, excepto por la parte de ser padre, la cual, admito, había dejado en un segundo plano desde que Rebecca ya no estaba.

Decidí terminar temprano. Quizás necesitaba estar más presente con ellos, después de todo. Desde que Rebecca falleció, había mantenido una rutina inflexible: dedicar la mayor parte de mi tiempo a las empresas, y en los pocos momentos que compartía con mis hijos, no podía evitar sentir que me faltaba algo. Hoy, sin embargo, la sensación de distanciamiento era más fuerte que nunca. Así que, en lugar de quedarme hasta tarde revisando informes y números, tomé el ascensor y dejé la oficina antes de que el sol comenzara a ocultarse, algo que no hacía con frecuencia.

Al llegar a casa, el silencio familiar me recibió. Había algo solemne en nuestra casa, a pesar de la presencia de los niños. Tal vez era la falta de esa energía maternal que Rebecca solía aportar, o tal vez era simplemente mi incapacidad para llenar ese vacío. Sin embargo, la casa estaba impecable como siempre, gracias a la dedicación de nuestra niñera y del personal que mantenía todo en orden.

Me detuve un momento en el pasillo, escuchando el eco de las risas que venían desde la sala de juegos. James y William parecían estar en medio de alguna competición, algo que siempre terminaba en risas estruendosas o, en ocasiones, pequeñas peleas. Emily, seguramente, estaría jugando tranquilamente cerca de ellos. Inspiré profundamente antes de acercarme, intentando mentalmente prepararme para lo que estaba por venir.

Cuando entré a la sala de juegos, James fue el primero en notar mi presencia.

—¡Papá! —exclamó, corriendo hacia mí con una sonrisa que no pude evitar devolver.

William, más reservado como siempre, simplemente levantó la vista de su libro, pero una ligera sonrisa se asomó en su rostro cuando notó que había llegado temprano.

Emily, que estaba en su pequeña alfombra con un grupo de peluches alrededor, me miró con esos enormes ojos marrones que tanto me recordaban a Rebecca. Su pequeña mano levantó a uno de sus juguetes en un saludo torpe, mientras murmuraba algo que apenas se entendía.

—Papá, llegaste antes de lo normal —dijo William, como siempre observando cada detalle. No había muchas cosas que pasaran desapercibidas para él, algo que yo sabía que había heredado de mí.

—Sí, decidí tomarme un descanso —respondí, quitándome el saco y sentándome en el suelo junto a Emily—. ¿Qué han estado haciendo?

—James me está ganando en nuestro juego de construcción —respondió William con un tono serio, como si perder fuera algo personal.

—¡Porque soy el mejor constructor! —exclamó James, saltando junto a su hermano.

Me reí ligeramente ante su energía inagotable, pero fue William quien cambió el tono de la conversación.

—Papá, hoy vimos a alguien en la oficina —dijo, su mirada directa, como si estuviera evaluando mi reacción.

Me tensé un poco, pero mantuve mi expresión neutral.

—¿Sí? ¿A quién vieron?

—A Mackenzie —intervino James rápidamente, sus ojos brillando con entusiasmo—. Ella es arquitecta, ¿verdad? Nos lo dijo cuando hablamos con ella.

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