Capitulo 73

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La Hora Cero
Genevive

El murmullo de los invitados comenzaba a llenar el aire mientras todos tomaban asiento en los jardines perfectamente cuidados de la mansión. La boda de Mackenzie y Frederick no era solo un evento, era una celebración que reflejaba el amor que habían construido juntos. Había sido un viaje lleno de altibajos, pero ahora, mientras los rayos dorados del sol se filtraban a través de los árboles, todo parecía perfecto.

Desde mi lugar en la esquina del vestíbulo, observaba cómo los últimos detalles se afinaban. Los arreglos florales eran espléndidos, un mar de peonías y rosas blancas adornaba cada rincón, creando una atmósfera etérea que envolvía a los invitados en un abrazo de elegancia y romanticismo.

Las notas suaves de un cuarteto de cuerdas flotaban en el aire, añadiendo una banda sonora celestial al momento. Sabía que Mackenzie estaba nerviosa, lo había visto en sus ojos mientras la ayudábamos a ponerse el vestido. Era natural, después de todo, se estaba embarcando en un nuevo capítulo de su vida, uno que cambiaría todo para siempre.

Me aseguré de que April estuviera bien acomodada en su carrito, su vestido marfil combinando perfectamente con el tema de la boda. Emily, que no se despegaba de Mackenzie ni por un segundo, ahora estaba en los brazos de una de las damas de honor, esperando pacientemente a que comenzara la ceremonia.

—Genevieve, ¿estás lista?—La voz de una de las coordinadoras del evento me sacó de mis pensamientos. Asentí con una sonrisa.

—Por supuesto. Todo se ve increíble, solo hay que asegurarse de que Mackenzie esté tranquila.

Me dirigí a la habitación donde Mackenzie estaba terminando de prepararse. El vestido de Vera Wang se ajustaba a su cuerpo como un guante, realzando su belleza natural de una manera que era simplemente deslumbrante. Su velo caía en cascada desde su cabeza, añadiendo un toque de misterio y gracia a su apariencia. Cuando entré, Mackenzie estaba de pie frente al espejo, observando su reflejo con una mezcla de emoción y aprensión.

—¿Lista para el gran momento?—le pregunté suavemente, colocándome a su lado.

Ella asintió, su mirada fija en su reflejo. —Más que nunca, pero... no puedo evitar sentir este nudo en el estómago.

Le tomé la mano, dándole un apretón reconfortante. —Es normal, cariño. Estás a punto de casarte con el hombre que amas, y eso es enorme. Pero mira a tu alrededor, todo esto es para ti. Para ustedes dos.

Mackenzie esbozó una sonrisa, aunque sus ojos brillaban con una emoción contenida. —Gracias, Genevieve. No sé qué haría sin ti aquí.

—Bueno, afortunadamente no tienes que averiguarlo,—le respondí con una risa suave. —Ahora, ¿lista para ver a Frederick?

Unos minutos después, la música cambió, indicando que la ceremonia estaba a punto de comenzar. Tomé un último vistazo a Mackenzie antes de salir de la habitación. Su belleza era indescriptible, pero lo que más destacaba era la serenidad que comenzaba a mostrar en su expresión. Estaba lista para enfrentarse a lo que viniera, con la confianza de alguien que sabía que estaba tomando la decisión correcta.

En el jardín, los invitados se habían acomodado en sus asientos, todos expectantes por el momento en que la novia haría su entrada. Me moví entre las filas, asegurándome de que todo estuviera en orden. Emily, siempre apegada a su madre, ahora estaba en el carrito junto a April, esperando pacientemente a que llegara el momento de unirse a la ceremonia.

Frederick ya estaba en su lugar, con James y William a su lado, vestidos impecablemente en sus pequeños trajes. Los dos niños estaban increíblemente serios, conscientes de la importancia del momento. Emett, como el mejor amigo de Frederick, estaba justo detrás de ellos, sonriendo con una mezcla de orgullo y emoción.

Finalmente, la música comenzó a sonar, y todas las cabezas se giraron hacia la entrada principal del jardín. Mackenzie apareció en el umbral, con su vestido blanco brillando bajo la luz del sol. El silencio se apoderó del lugar mientras comenzaba a caminar hacia el altar, cada paso medido y elegante, con su mirada fija en Frederick.

Podía ver la emoción en los ojos de Frederick mientras observaba a Mackenzie acercarse. Aunque era un hombre reservado y poco demostrativo, en ese momento, su amor por ella era evidente. Los dos se habían enfrentado a tantos desafíos juntos, y ahora, estaban a punto de unir sus vidas de una manera que nunca antes habían imaginado.

El camino hacia el altar parecía infinito, pero cuando Mackenzie finalmente llegó al lado de Frederick, todo encajó. Se tomaron de las manos, y en ese momento, todo lo demás desapareció. Los votos que intercambiaron fueron sencillos pero llenos de significado, palabras que reflejaban todo lo que habían pasado juntos y todo lo que prometían para el futuro.

Cuando finalmente se declararon marido y mujer, el aplauso fue ensordecedor. Mackenzie y Frederick compartieron un beso que selló su unión, un momento que había estado esperando durante tanto tiempo. Las sonrisas en sus rostros, la alegría en sus ojos, era todo lo que uno podía desear en un día como este.

Mientras la ceremonia llegaba a su fin y los recién casados comenzaban a caminar por el pasillo entre los invitados, noté cómo Emily se aferraba a la falda de Mackenzie, como si no quisiera que su madre se alejara de ella ni por un segundo. April, por su parte, dormía plácidamente en su carrito, ajena a todo lo que estaba sucediendo a su alrededor.

Cuando la recepción comenzó, la atmósfera cambió a una de celebración pura. La música, la comida, las risas, todo contribuyó a crear una noche inolvidable. Los niños corrían de un lado a otro, disfrutando de cada momento, mientras Mackenzie y Frederick compartían su primer baile como marido y mujer.

Yo los observaba desde la distancia, satisfecha con cómo había resultado todo. Había sido un camino largo y complicado, pero ver a Mackenzie tan feliz, con la familia que siempre había soñado, hacía que todo valiera la pena.

Más tarde, cuando la noche avanzaba y los invitados comenzaban a retirarse, me acerqué a Mackenzie mientras ella sostenía a April en sus brazos. —¿Cómo te sientes?—le pregunté.

Mackenzie me miró, su rostro iluminado por la luz suave de las velas. —Increíblemente feliz, Genevieve. Todo ha sido perfecto.

Sonreí, colocando una mano en su hombro. —Eso es todo lo que importa, querida. Ahora comienza la mejor parte.

Mientras Mackenzie y Frederick se despedían de los últimos invitados, con James y William medio dormidos a su lado, no pude evitar pensar en el futuro que les esperaba. No sería fácil, pero sabía que, juntos, podrían superar cualquier cosa.

Ellos estaban destinados a estar juntos, y esa certeza llenaba el aire aquella noche. Mientras me retiraba, dejándolos disfrutar de sus primeros momentos como pareja casada, supe que había sido testigo de algo realmente especial, algo que duraría para siempre.

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EL SEÑOR Y LA SEÑORA MONTGOMERY!
QUE EMOCIÓN!!!
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