Capitulo 45

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Un Nuevo Comienzo
Mackenzie

Mudarse a la mansión de Frederick no fue una decisión que tomé a la ligera. Sabía lo que significaba dar ese paso, no solo para mí, sino para los niños, especialmente con un bebé en camino. Sin embargo, después de nuestra conversación, no me quedaban dudas. Frederick quería que fuéramos una familia, y yo también lo quería. Así que, con una mezcla de emoción y nerviosismo, comencé a empacar mis cosas.

La mañana de la mudanza, el sol brillaba intensamente, como si incluso el clima estuviera celebrando este nuevo comienzo. Los niños sabían lo que estaba pasando, y cuando llegué a la mansión con las primeras cajas, me recibieron con una energía contagiosa. William, James y Emily estaban más emocionados que nunca.

—¡Kenzie, Kenzie! —gritó James, corriendo hacia mí en cuanto atravesé la puerta—. ¿Dónde vas a poner tus cosas?

Sonreí al verlo tan entusiasmado.

—Voy a ponerlas en la habitación que Frederick y yo hemos preparado para mí, cariño. ¿Quieres ayudarme?

James asintió vigorosamente, y antes de que me diera cuenta, estaba arrastrando una pequeña caja hacia las escaleras. William, siempre el más responsable, tomó otra caja y me miró con una sonrisa.

—Te ayudaremos a que esto se sienta como en casa, Kenzie —dijo con una madurez que me conmovió.

Mientras ellos subían las escaleras, me quedé mirando a Emily, que había estado más callada que los demás. Ella me observaba con sus grandes ojos azules, su osito de peluche apretado contra el pecho. Me agaché para ponerme a su nivel.

—Emily, cariño, ¿estás bien? —le pregunté con suavidad.

Emily me miró fijamente por un momento, como si estuviera tratando de decidir algo muy importante. Finalmente, dio un paso adelante y me abrazó alrededor del cuello, enterrando su rostro en mi hombro. La sostuve con cuidado, sorprendida por la intensidad de su abrazo.

—Mamá —murmuró contra mi cuello, tan suave que apenas pude escucharla.

Me congelé. No estaba segura de haber oído bien.

—¿Qué dijiste, Emily? —le pregunté, intentando sonar lo más calmada posible.

Ella levantó la cabeza y me miró con seriedad, sus ojos llenos de una convicción que me dejó sin aliento.

—Mamá —repitió, más fuerte esta vez.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Sabía que Emily era muy pequeña cuando su madre biológica había fallecido, y que nunca había tenido una figura materna constante en su vida. Hasta ahora. Sin embargo, escucharla llamarme "mamá" era algo que no había anticipado tan pronto, si es que lo había anticipado en absoluto.

—Emily... —comencé, pero las palabras se me atoraron en la garganta. Acaricié su cabello suave y la abracé más fuerte.

En ese momento, supe que no importaba lo que el futuro nos deparara. A partir de ahora, haría todo lo posible para ser la madre que estos niños necesitaban, no solo la pareja de su padre.

—Yo también te quiero, Emily —dije finalmente, besando su cabeza—. Y siempre estaré aquí para ti.

Cuando nos separamos, Emily me sonrió con esa sonrisa inocente que solo un niño puede tener, y luego salió corriendo detrás de sus hermanos, lista para explorar mi nuevo hogar.

***

Una vez que todas mis cosas estuvieron en la mansión, me tomé un momento para respirar. Era extraño cómo este lugar, que una vez había parecido tan intimidante y ajeno, ahora comenzaba a sentirse como un hogar. Me senté en la cama de nuestra habitación, mirando alrededor y dejando que la realidad de la situación me invadiera.

Frederick había sido más que considerado al hacer espacio para mí en su vida, tanto física como emocionalmente. Sabía que no era fácil para él, que tenía sus propias reservas y miedos, pero estaba claro que estaba haciendo un esfuerzo genuino por integrar nuestras vidas de la mejor manera posible.

Esa noche, después de la cena, Frederick y yo nos quedamos en la sala de estar mientras los niños jugaban en sus habitaciones. El ambiente era tranquilo, y me di cuenta de cuánto había cambiado en tan poco tiempo. Aquí estábamos, dos personas que una vez habían sido solo colegas, ahora unidos por un vínculo mucho más profundo.

—¿Cómo te sientes con todo esto? —me preguntó Frederick, rompiendo el silencio.

Lo miré, notando el leve toque de preocupación en sus ojos. Sabía que estaba hablando de más que solo la mudanza.

—Me siento bien, Frederick —respondí, sincera—. Sé que esto es un gran cambio, pero es el correcto. No quiero estar en ningún otro lugar que no sea aquí, contigo y con los niños.

Frederick asintió lentamente, como si estuviera asimilando mis palabras. Me acerqué a él, tomando su mano en la mía.

—Y tú, ¿cómo te sientes? —pregunté, sabiendo que, aunque él no lo dijera, también debía estar lidiando con sus propios sentimientos.

—Estoy... —pareció buscar las palabras correctas—, estoy contento de que estés aquí, Mackenzie. Esto es lo que quería, lo que necesitamos. Los niños te adoran, y... yo también.

Me derretí un poco al escuchar eso. Frederick no era alguien que expresara sus sentimientos con facilidad, pero cuando lo hacía, tenía un peso enorme.

—Yo también te adoro, Frederick —dije con una sonrisa—. Y te prometo que haré todo lo que pueda para que esta casa sea un hogar para todos nosotros.

Nos quedamos allí, en silencio, disfrutando de la compañía del otro. Sabía que esta era solo la primera de muchas noches que pasaríamos juntos como una familia. Estaba emocionada por lo que el futuro nos traería, por el bebé que venía en camino, y por los momentos que compartiríamos con los niños.

De repente, la pequeña figura de Emily apareció en la puerta de la sala, su osito de peluche en la mano.

—¿Mamá? —llamó suavemente.

Frederick levantó la cabeza y me miró con sorpresa, pero no dijo nada. Sabía que este era un momento importante, no solo para Emily, sino para todos nosotros.

—¿Qué pasa, cariño? —le respondí, abriendo los brazos para ella.

Emily corrió hacia mí y se subió a mi regazo, acurrucándose contra mi pecho. La sostuve, sintiendo una calidez en mi corazón que nunca antes había experimentado.

—Solo quería estar contigo —dijo Emily, cerrando los ojos mientras su cuerpo se relajaba.

Miré a Frederick por encima de la cabeza de Emily, y vi algo en sus ojos que me dijo que él también entendía lo que esto significaba. Emily no había conocido a su madre biológica, pero me había elegido a mí como su figura materna. Era un honor que no tomaba a la ligera.

—Estoy aquí, Emily. Siempre estaré aquí —le susurré, acariciando su cabello.

Esa noche, cuando finalmente llevé a Emily de vuelta a su cama, me di cuenta de que había encontrado algo mucho más valioso de lo que jamás había esperado. Había encontrado una familia, un lugar donde pertenecía.

Mientras apagaba la luz de la habitación de Emily y cerraba la puerta con cuidado, supe que este era solo el comienzo. Había desafíos por delante, momentos difíciles y decisiones que tomar, pero estaba lista para enfrentarlo todo.

Porque, al final del día, estar con Frederick y los niños era lo que realmente importaba. Y con un bebé en camino, nuestra familia solo se haría más fuerte.

Entré en la habitación que ahora compartía con Frederick y me deslicé bajo las sábanas, sintiendo su brazo rodear mi cintura instintivamente. Cerré los ojos y me dejé llevar por la tranquilidad de ese momento, sabiendo que estaba exactamente donde debía estar.

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