Capitulo 30

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La Revelación
Frederick

Me dirigí hacia la oficina de Mackenzie con la mente hecha un lío, decidido a aclarar las cosas de una vez por todas. La conversación que había tenido con Emett me había dejado inquieto, con una urgencia que no podía ignorar. Sabía que había manejado las cosas mal, pero también sentía que era el momento de rectificar, de intentar recuperar el control sobre mi vida y, tal vez, abrir una puerta que había cerrado demasiado pronto.

Al llegar al final del pasillo, vi la puerta de la oficina de Mackenzie entreabierta. Iba a llamar, pero me detuve al ver algo que captó mi atención. Mackenzie estaba sentada en su escritorio, y a su lado un hombre. Porque un puto hombre estaba con Mackenzie viendo su computadora. su rostro iluminado por la suave luz de la pantalla de su computadora. Parecía absorta en lo que estaba viendo, una mezcla de asombro y ternura en su expresión que nunca antes le había visto.

Curioso y preocupado, me acerqué en silencio, sin querer interrumpir lo que fuera que estaba viendo. Entonces lo vi: en la pantalla estaba la imagen en blanco y negro de una ecografía. Mi corazón dio un vuelco al reconocer lo que estaba viendo. No era solo una imagen cualquiera, era la imagen de nuestro hijo.

El impacto de lo que vi me golpeó con una fuerza que no esperaba. Durante semanas había tratado de distanciarme, de racionalizar la situación y enfocarme en el trabajo, pero en ese instante, todo se desmoronó. Esa imagen, tan frágil y tan real, rompió las barreras que había levantado para protegerme.

Mackenzie aún no se había dado cuenta de mi presencia y menos el idiota que tenía una mano en su hombro. Su mano descansaba sobre su abdomen, sus ojos fijos en la pantalla como si estuviera en otro mundo, uno en el que solo existían ella y ese pequeño ser que estaba creciendo dentro de ella. Sentí una punzada de culpa por la forma en que había reaccionado cuando me dio la noticia. La había rechazado sin pensarlo dos veces, más preocupado por lo que esto significaba para mi vida que por lo que significaba para ella... para nosotros.

Finalmente, hice un pequeño ruido al aclararme la garganta, y ella levantó la cabeza de inmediato, sorprendida. La expresión en su rostro cambió rápidamente, pasando del asombro al dolor, y luego a una especie de resignación.

—Frederick —dijo con voz suave, aunque no había rastro de la fuerza habitual en ella—. ¿Qué estás haciendo aquí?

No respondí de inmediato. El tipo simplemente le dio un beso en la mejilla que me hirvió la sangre y se fue. Estaba demasiado atrapado en mis propios pensamientos, en lo que esa imagen representaba. Finalmente, hablé, mi voz más suave de lo que esperaba.

—¿Quien era el? —fue lo primero que salió de mis labios y con mucha dureza.

Mackenzie me miró, claramente sorprendida por mis palabras. No esperaba una disculpa, y yo mismo no había anticipado lo fuerte que sería este momento.

—Podría preguntarte lo mismo de Grace —dijo enfrentándome— ¿Quien es ella para ti?

Di un paso hacia adelante, mi mirada fija en la pantalla antes de volver a mirarla a ella.

—Grace es solo una amiga, ahora responde mi pregunta —le dije, los celos me estaban carcomiendo más de lo que pensaba.

Mackenzie apartó la mirada, su mandíbula apretada en un intento de mantener la compostura.

—Bueno el también es un amigo, y el si está conmigo cuando tú me dejas solo porque estoy embarazada—dijo enojada,— ¿tu crees que yo planee todo esto?

Mis palabras quedaron atrapadas en mi garganta. No había nada que pudiera decir para justificar mi comportamiento, pero eso no significaba que no podía intentar enmendar las cosas.

—No —respondí, finalmente—.Pero no te quiero ver con otro, el bebé es mío, no tienes porque estar buscando idiotas que sean el padre de un bebé Montgomery—señalé la pantalla.

Mackenzie alzó la vista, sus ojos encontrándose con los míos. Vi una chispa de esperanza en su mirada, pero también vi la duda, y sabía que esa duda era algo que yo mismo había plantado allí.

—¿Qué estás diciendo, Frederick? —preguntó, su voz más fuerte ahora, aunque todavía había una vulnerabilidad palpable en ella.

Tomé aire profundamente, sintiendo que este era un momento decisivo, no solo para ella, sino también para mí.

—Estoy diciendo, que si quiero al bebé. Y que no le busques otro padre porque ya tiene uno. Y no acepto que otro toque lo que es mío —admití, con posesividad en mi voz—. Estaba preocupado por todo y no pensé en el bebé o en ti. y aunque me cueste admitirlo me equivoque. Y te juro que dejare a Grace.

Mackenzie me miró con una mezcla de sorpresa e incredulidad. No podía culparla por no creerme de inmediato. Después de todo, había hecho todo lo posible por apartarla, por protegerme a mí mismo de cualquier tipo de vulnerabilidad. Pero había algo en esa ecografía, en esa pequeña vida que estaba creciendo dentro de ella, que cambió todo.

—Frederick... —comenzó, pero no parecía capaz de continuar.

Me acerqué más, hasta estar a su lado. extendí mi mano hacia ella, tomando su mano con suavidad.

—Sé que te he dado razones para dudar de mí —continué, mi voz baja y cargada de emoción—. Pero te juro que este bebé será tan Montgomery como William, James y Emily, incluso mejor viniendo de ti.

Ella me miró durante un largo momento, como si estuviera buscando algo en mi rostro, algo que pudiera asegurarle que esta vez hablaba en serio. Finalmente, dejó escapar un suspiro, y aunque no fue una aceptación inmediata, tampoco fue un rechazo.

—Frederick, no puedo hacer esto sola —dijo, su voz temblorosa—. Pero necesito saber que puedo confiar en ti, que no vas a retroceder cuando las cosas se pongan difíciles.

Asentí, apretando su mano con más fuerza.

—Lo sé. Y no lo haré —prometí, con una firmeza que esperaba fuera suficiente para calmar sus miedos—. Estoy aquí, Mackenzie. Y no voy a ninguna parte, desde ahora ningún gulipollas te sacará de mi lado Mackenzie.

Nos quedamos así, en silencio, mirando la ecografía en la pantalla. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que había un camino claro frente a mí, uno que implicaba no solo enfrentar mis miedos, sino también aceptar que había cosas en la vida que no podía controlar. Pero, por una vez, eso no me aterrorizaba.

Había algo en esa pequeña imagen, en la vida que representaba, que me daba fuerza. Y mientras estuviera dispuesto a enfrentar lo que viniera, supe que podría hacerlo, no solo por mí, sino por Mackenzie y nuestro hijo.

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Después les subo los siguientes capítulos!

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